Saga de Narcóndez: El Dios del Mal.

Capítulo 10: La guerra de Lordcayrd.

El sol amaneció bajó el cielo que se convirtió en un tono azul n el valle, la guerra se estaba alargando demasiado, e igual habían pasado meses, el tiempo era cada vez más lento o más rápido, su concepción no era tan clara. Sin embargo empezaba a hacer más calor, se estaba acercando el verano, quizá era junio, o quizá mayo.

Al ser el valle un lugar seco pues no había mucha humedad, y aunque había un río cerca tenían que caminar casi a territorio enemigo donde tenían las defensas y sus excavaciones para cubrirse del ejército nerconiano.

Andrew miró al cielo en busca de una respuesta por muy divina que fuera. El color azul resplandecía en el páramo y los primeros estruendos sonaban a lo lejos, la mañana comenzaba. Cogió la espada por su mango y se la amarró a su espalda.

Lordcayrd estaba tomando un pequeño desayuno, y ambos se miraron sabiendo que tenían que dar un final a la guerra que parecía no tener fin. Estaban perdiendo más hombres que el enemigo, y al paso que iban en la guerra iban a desistir.

—Tenemos unos reclutas nuevos, Andrew. Ayer vinieron aunque no estoy muy de acuerdo con uno para tomarlo como recluta, sin embargo no puedo negar sus habilidades. Es un chico que tiene 12 años tan solo, pero es un gran arquero, mientras le pongamos atrás para que se cubra y pueda disparar.

—No pienso discutir sobre tus decisiones, general. Si crees que a pesar de tener 12 años, es conveniente hacerlo, entonces no voy a poner mi mano sobre tu gente, Keferzio. Tú sabrás lo que haces y a quién pones en riesgo.

—Lo sé, pero, sus habilidades...

—He dicho que no voy a poner en duda tu decisión, así que no tengo ganas de discutir. Ni aunque me lo tengas que decir para pedir mi opinión, simplemente no tengo ganas.

Andrew seguía destrozado por la muerte de sus hijos y lo único que seguía en su mente era un sentimiento de culpa por no haber estado ahí para protegerles, no debía haber marchado a por Seth, pues era por esa razón que Seth había atacado a su familia. ¿Por qué un dios tan poderoso amenazaría a un humano que ni siquiera tiene poder?

Suspiró un rato largo y cerró los ojos, varios hombres estaban preparando sus armas, cambiándose para luchar, preparándose para morir. El estrés salía como un lobo abriendo entradas en las venas de los guerreros en una guerra que era muy posible que perdieran.

Observó al general Larius Strank, que estaba hablando con su amigo Gladiem Blank del nuevo recluta de tan solo doce años, éste hablaba de su majestuosa habilidad con el arco y lo maravilloso que era como luchador a pesar de su edad.

Por último, el rey miró su corona postrada en una mesilla recordando porque estaba ahí, proteger a su pueblo era su fin. Morir por su familia era necesario si era así su destino, estaba pensando en su muerte, aceptándola como una con él.

Las espadas sonaban junto con las pecheras, las botas, los cascos y las grebas de acero. Murmullos y alaridos de sus compañeros, gritos y voces llenaban el rellano. Concentración, el enemigo se estaba preparando para salir.

Hordas de enemigos bendecidos por el dios del mal estaban dañando a sus compañeros, algunos de estas hordas estaban muertos de la anterior batalla y otros eran sus compañeros muertos y revividos en seres moribundos a obediencia de un dios solo ama al caos. Sin pensamiento ni criterio sin memoria, no tenían nada, no había un sentimiento ni ira, ni rabia, solo seres vacíos convirtiéndose en las marionetas de Seth.

Andrew estaba harto, y se zambulló ante el dios que con una sonrisa mostraba ante el cielo, una locura infinita y sobre todo rabia contra el dios torció al rey a ir a lo loco con su espada recién desvainada. Golpeó duro a quién se puso en medio de su camino, derribando a algunos con un solo golpe de su hombro. Su fuerza era la de un monstruo, y el dios del caos sonrió ante el rey e hizo una reverencia antes de que impactara contra él su espada que iluminó en el cielo claro de la mañana.

Giró su tobillo junto con sus caderas sin haber sacado su espada contra su combatiente. Una vez más Andrew con más velocidad atacó de nuevo con un ataque hacia su costado, Seth no se molestó mucho en moverse mucho, tres pasos rápidos hacia la derecha y ni siquiera con un contraataque le volvió a instigar con que fuera a por él de vuelta.

Con más velocidad en sus piernas levantando la tierra, dio ataques finos y ligeros y rápidos con su mano derecha, Andrew viendo que Seth solo se molestó en esquivarlos, miró por dónde se movía para hacer uno donde pudiera golpear con su espada y acabar con él en un solo toque. Solo necesitaba un solo puntapié, un pequeño despiste. Algo con lo que acabar con él. Entonces vio a lo lejos una roca de color gris con la que poder jugar con la pared y Seth.

Movió sus piernas para distraer para que pensara que iba a arremeter con una patada, obligando a Seth a atrasar sus pasos, dejando que no diera ni un paso a sus lados con el manejo de su espada. Se estaba acercando a la roca con la que iba a taladrar, iba a clavar a Seth como si fuera un animal que fuera a cazar, iba a disfrutar de su muerte. Entonces vio a lo alto de la colina a Lordcayrd que se estaba acercando al campo de batalla entre él y el dios. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué iba hacia Seth?

Sin embargo, no le dio importancia a primera instancia, siguió con su plan llevado a la perfección y dio toda la vuelta a la batalla contra el Dios al ver la roca contra la espalda de su enemigo, y queriendo dar un toque final, entonces, Seth desapareció velozmente de sus ojos.

—Andrew, te creía más listo, pero cegarte ante la rabia era algo que sabía que iba a ocurrir, el pasado es tan cruel sobre todo si una tragedia es reciente. Mas solo vas a morir.

Entonces Seth con velocidad iba a atacar a Andrew, preparó su escudo para desviar la espada o hacer que la espada del mal quedara atorada. Sin embargo, Lordcayrd sorprendió al dios clavándole por detrás con su espada en el corazón. Seth se iluminó los ojos de un color negro y rojo. Agarró la espada todavía encascada en su corazón haciendo que se resbalase de las manos del comandante. Desprendió la espada de su cuerpo y miró a sus dos enemigos.




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