Unas semanas después.
—Reina Margareth, Robert ha vuelto de Narcóndez. Tiene noticias sobre el rey va cargado con algo en sus brazos.
—Dejadle pasar, de inmediato.
Las puertas enormes del castillo se abrieron a los pies de Robert Coswell que en sus brazos tendía al rey caído. Margareth apresuró sus pasos y vio a su amigo destapar la manta del cuerpo. Andrew estaba tendido en sus brazos junto a su espada que sujetaba con su mano todavía fría.
—No pude llegar a tiempo, su majestad —inclinó su rodilla sobre el suelo y miró agachado hacia el inframundo—. Siento haberla fallado de nuevo, pero parece que la guerra acabó unas horas desde que llegué. Podría haber quizá llegado antes de no ser por...
—¡Silencio! —gritó Margareth cortando la conversación llenando el habitáculo de silencio. Margareth se acercó a Robert y se agachó también hacia Robert que estaba convencido de que se iba a llevar un castigo por ello y le miró en sus ojos grises—. ¡Robert, mírame! Has hecho lo que debías hacer, hemos llegado ciertamente tarde, pero Seth ha muerto.
Robert miró hacia otra parte de la sala y suspiró.
—Murió sacrificándose por nosotros. Y ahora está muerto también Seth, debemos de hacer que de ninguna manera vuelva Seth, algo me dice que volverá.
Robert se levantó del suelo y ayudó a Margareth a levantarse por el gran vestido rojo que llevaba.
—Robert yo poco puedo hacer para ayudarte, mi ejército fue atacado por el mismo Seth, y necesito mantener un país en su sitio ahora que tengo todo, además que necesito a alguien en Vilcoof del Norte para que esté de regente y gobernador. La economía de ahí está en el más profundo abismo, la gente está hambrienta. Lo único que te deseo es suerte, pero entiéndeme que ahora no puedo ayudarte.
—Lo entiendo, no iba a pedirte ayuda exactamente a ti que lo has pasado mal con lo de tus hijos y bueno, tú marido ahora. Buscaré ayuda de otros medios.
—Robert, sé que harás grandes progresos. Espero verte algún día de vuelta. De no ser por ti el plan contra Droken no habría funcionado.
—No, habría funcionado igualmente, lo sé. Cuida bien de tu hija Anna. Adiós Margareth.
Margareth por última vez miró a su marido muerto en su pasillo en la alfombra do color carmesí tirado sin un corazón que latiera bombeando la sangre. Margareth ordenó a todos irse, a los guardias y demás generales dejando a la reina de Vilcoof sola. Entonces Margareth agarró y abrazó al cuerpo de Andrew con todas sus fuerzas llorando sin control.
Acarició su pelo castaño mientras susurraba perdón por haberle enviado a una guerra mortal Un sollozo, un lamento que llevaba en lo más profundo de su pesar, su corazón llevaba días aguantando la presión, el odio, el enfado y había estado resistiendo semanas, días, horas sin estar triste por sus hijos, por todo. ¿Qué iría hacer sin el amor de su vida? ¿Qué iba a hacer con Anna? Sabía que no la debía sobreproteger, pero tampoco la quería perder, es lo único que la quedaba, que la atara.
Y así terminaba la vida de Andrew, luchando contra el mal en la guerra más sangrienta jamás vista por el hombre, comandada por un enemigo del mal que quería destruir a la humanidad, que ahora encerrado estaba en su propia espada esperando a que alguien lo libere de nuevo. Sabiendo eso Seth, algún día volvería, y ese era el plan de otro que sabía que todo aquello iba a ocurrir.
Y allí observaba a lo lejos en dónde había sido ejecutada la gran guerra observando a lo que iba a ser su peón o más bien lo que siempre fue su peón, o más bien en este caso su hijo.