Saga de Narcóndez: El Dios del Mal.

Capítulo 2: El Cetro de Dios

La oscuridad se ofrecía en un cúmulo de sonidos extraños, algunos pequeños destellos danzaban por los ojos cerrados de un hombre que estaba atado de alguna manera, sentado en una especie de nube, algo cómodo. Su consciencia iba recuperando el ritmo, y poco a poco abrió los ojos con dificultad.

Lo primero que notó fue dolor, un golpe en la espalda le había destrozado la piel abriendo una herida, sin embargo no andaba con un hueso roto, sino más bien una herida abierta que no podía alcanzar con las manos por el hecho de estar atado. No eran cuerdas siquiera, era algo que ni siquiera era tangible, pero era abrasador cada vez que se movía.

Se encontraba en un lugar extraño sin techo, no había hierba ni tampoco un campo o terreno, no había tierra que estuviera pisando, tampoco había aire y su parte humana lo notaba. No estaba respirando oxígeno, pero estaba vivo. ¿Quizá su parte ángel le permitía vivir en ese lugar? ¿Estaba en el espacio? No, no había cúmulos ni supercúmulos de partículas, ni radiación cósmica, ni partículas alfa o gamma. No había ni un sol, pero existía la luz, una especie de luz

Quizá era energía. Y que esa misma energía estaba emitiendo una luz haciendo que el lugar en vez de oscuro, tenga luz por la radiación de algún tipo de energía. Sin embargo, el lugar no se sentía caluroso, ni tampoco frío. Y un momento notó una presencia pasar por su espalda, quitándole una especie de velo que le cegaba los ojos.

Lo primero que vio fue un lugar de colores extraños, conjuntos como si de un cuadro surrealista fuera. Ahí se encontraba los ángeles que le habían secuestrado. Entre ellos el que parecía que era el líder de la idea.

Se acordó también de Javier que le había golpeado por atrás, apretó los dientes con rabia y enojo, mas no podía hacer nada más. Estaba atrapado y condenado en lo que parecía ser el paraíso, el lugar donde habitaban los ángeles y residía Dios. Iba a morir, no iba a poder vivir con el hecho de saber que estaba en el paraíso. Traicionado por su amigo de la infancia, la ironía. Robert sonrío y miró a los ángeles con cara de odio.

—Si me quisieran matar ya me habrían matado, ángeles, ¿qué es lo que quieren? ¿Jugar a las muñequitas? No sabía que le fueran esas cosas —comentó con burla.

—No seas impertinente, nefilim —comentó Samuel—. No pierdas energías insultando, pierdes el tiempo. ¿No crees?

—Me la suda tu opinión, angelito. Que te den.

—Calla y escucha, trozo de mierda. Mira, yo necesito algo y tú necesitas seguir viviendo, en eso ambos coincidimos que necesitamos algo, y creo que tú solo puedes conseguírmelo. Mejor dicho, tu raza. Pero, no ha habido ninguno que se haya doblegado, todos son idiotas que prefieren morir. No tienen instinto de sobrevivir. Aunque espero que tú por lo menos seas más listo que esa par montaña de carroña que solo me va a servir de montaña para mi trono.

Robert frunció el ceño y decidió dejarle hablar. Samuel hizo una pequeña pausa.

—Si tú me consigues lo que quiero —procedió a seguir hablando—. Te dejaré salir de aquí sin precedentes. Igual no puedo mentir a los demás que habrías muerto, así que tendrás que arreglártelas una vez te saque del cielo.

—¿Cómo sé que cumplirás con tu palabra? —preguntó Robert.

—Al fin alguien con sentido común —procedió a reproducir Samuel mirando arriba de él—. Pues mira, ya que muestras tanto interés, te comento, yo quiero coger un cetro que el mismo dios tiene escondido y protegido. Los ángeles no podemos tocarlo, pero al ser vosotros parte humanos se llegó a pensar que vosotros podríais tomarlo y haceros con el poder. Sin embargo, es algo que no se sabe al cien por cien. Sin embargo, al tener sangre de ángel podéis viajar al Cixter, el lugar al cual los humanos llaman paraíso, o cielo. Vuestra sangre es perfecta para ir aquí y al mismo tiempo tocar lo que solo dios puede tocar pues no sois ángeles, sois mestizos. Por eso, dios decidió la mejor opción ante un posible riesgo, exterminar a tu raza.

—O sea, todo este exterminio se debe al miedo a que podamos coger algo que ni sabíamos que existía y que posiblemente si está escondido por Dios pues sería capaz de esconderlo de cualquier ojo. ¿Por qué no simplemente lo escondió mejor?

—Porque amigo nefilim, no puede ni el mismo Dios hacer eso. El cetro está encajado por un Dios más poderoso que él. Solo él puede utilizarlo de vez en cuando, pero jamás tomarlo de su posición, no es como que pueda cambiarlo de sitio. Y aún así, no puede utilizar todo el poder del mismo, ya que está cerrado. Yo por eso lo quiero, me convertiré en más poderoso que el mismo Dios, y seré el nuevo Dios. Así me lo dijo el Destino, así es como que yo he ido secuestrando a los tuyos para ver quién me hace el favor. Y de momento no ha habido ninguno que haya demostrado siquiera interés, excepto tú, me gustas.

Robert se quedó extrañado.

—No has respondido a mi pregunto sobre como sé que vas cumplir tus palabras. Solo has evitado la pregunta.

—Cierto. En un resumen para que lo entiendas, no podemos mentir los ángeles. Aunque podemos evitar las preguntas como te he demostrado, no podemos mentir. Y no es que no queramos, no podemos.

Chasqueó la lengua y miró al ángel que le observaba desde arriba al estar él sentado en una especie de suelo blanco. No sabía si fiarse, porque podía igual estar mintiendo sobre eso. Pero no tendría sentido a que le dijera su plan, aunque bueno, si le iba a matar, suponía que tenía sentido contarle su plan porque de una forma u otra iba a morir, si colaboraba y moría pues moriría, y si no colaboraba obviamente moría como los demás. No le quedaba otra que arriesgarse a que cumpliera con su palabra.

—¿Me matarás cuando te entregue el cetro?

—No.

—¿Me matarás cuando llegue a tierra de vuelta?

—No.

—¿Me matarás si colaboro?

—No. Pero obviamente si no colaboras, tendré que matarte ya que no me vas servir para nada. ¿Alguna pregunta más?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.