Casas ardiendo, madera quemándose y un ser paseando por las calles de Chevèrêvác mientras gritos y sollozos llenaban las aceras. Sangre, lágrimas, y mucha confusión. El caos estaba en la ciudad central de Vilcoof, la cuna de la tensión, conquistarla era para atemorizar a los otros que quisieran enfrentarse. Las fuerzas armadas de Vilcoof Oeste intentaron detener a esa fuerza imparable.
Mientras el ser andaba tranquilamente mientras la ciudad huía por la calle mayor, más de 40 tenientes y 200 soldados se iban a enfrentar a un solo hombre. Por detrás del ser actuaron, clavándole con flechas de arcos y ballestas, repleto de armas colgando de su piel. Y de repente caían como si nada, sin desangrarse. El ser parecía aburrido, cansado y tranquilo.
Con lanzas y espadas se lanzaron al acecho de la presa, traspasándole por todo su cuerpo como una manada de lobos, sin embargo ni le dañaron, ni se molestó en esquivarlas, ya que con simplemente volverse intangible no le alcanzaron a darle, el ser al cual se enfrentaban ni tenía ni rostro, y si lo tenía no lo podían ver, una luz desprendía de su rostro.
Muchos imaginan a los ángeles con alas, mas simplemente levita y agarra a sus víctimas bajo un dominio de desgarradores halos de luz que aprisionaban a los soldados, que con ellos apretujó en un cúmulo de presión llegando hasta el fin de la vida de los soldados explotándolos como si fueran naranjas. Otros que se habían rezagado y escapado para intentar llenarle de pólvora y quemarle, sirvió en vano, pues el fuego que prepararon gracias al que ya había y la explosión que formó alrededor del ser translúcido no sirvió de nada y les vaporizó con un haz de luz y calor que les quemó vivos hasta convertirlos en polvo.
—¿Qué cojones eres? —preguntó uno con una espada apuntándole hacia lo que parecía una gran bola de luz que soltó a todos los cuerpos muertos y destrozados por el suelo.
El ser bajó de los cielos convirtiendo su forma en algo más parecido a un humano, y le agarró del cuello al sujeto sin utilizar nada más que una masa luminosa que rodeó el cuello del soldado.
—Diles a tus reyes que es mejor que se rindan, la obsesión os acabará consumiendo. Y tu nueva obsesión será querer asesinarles.
Soltó a su víctima, y éste salió corriendo por toda la ciudad fuera del peligro y del fuego.
—Seth —llamó el demonio que era un ángel caído.
Una bola de maldad oscura apareció tras él apareciendo el cuerpo de Seth que había poseído, en esos momentos era Norglariem, un general del Vilcoof del Norte. Seth al ser un dios bastante arrogante no quería ni podía del todo mostrar su forma, pero eso no lo hacía temible incluso para el mismo ángel.
—Estos humanos son muy débiles. No sé porque no has acabado con ellos rápido.
—Porque no sería divertido, Ramiel. ¿Qué tiene de entretenido matarles a todos? Si lo que quiero es crear un poco de diversión para mí, quiero verles arrodillarse, quiero verles arrastrándose hacia mis pies suplicando por clemencia. Eso es lo divertido.
—Bien, entonces. Aquí acaba mi pequeña misión, Chevèrêvác ha sido tomado, todos los que han mandado están muertos o han huido.
—Ja, ja, ja. Que cobardes. En fin, ¿hay supervivientes?
—No lo sé. Me da igual.
Seth sonrió.
—Entonces hazles mis vasallos.
Mientras tanto unas semanas después.
Castillo de Orixon.
Mientras, Robert había mejorado en los dos meses que había estado en el castillo entrenando con la reina y el rey. En la cámara donde la gente iba al rey a suplicar riquezas o ayudas con algún negocio, tanto gente rica y apoderada que quería beneficiarse de la gente pobre, como gente humilde, como otros ricos que quería ayudar a otros a obtener un trabajo, como otra gente no tan humilde y pobres que querían directamente robar.
Mucha de la gente depositaba su confianza en el rey dándole dinero para que le ayudara en lo que fuera, y ese servicio se lo hacía cualquiera de los generales o el mismo rey si al mismo le complacía. Muchos de la gente de los pueblos tenían al rey Andrew como un rey magnánimo, que ayuda verdaderamente a la gente pobre, les aseguraba un trabajo fijo para alimentar a sus familias y los generales cumplían con el orden y las leyes fueran impartidas, seguridad vial. Era un rey que muchos apreciaban por encima de todos, incluso para otros más desesperados u otros que habían emprendido gracias al rey o la reina les consideraba como dioses.
La reina también tenía sus poderes como reina que era, tenía el don de la palabra, una labia que hacía que muchos quisieran. Era bastante seria de puertas para afuera, pero era muy buena persona con un corazón de oro. Hacía también todo lo posible para que ningún rico con industria no explotara a los trabajadores con trabajos que peligrasen la vida de esos mismos. E imponía más que muchos hombres, y la temían y la criticaban a partes iguales. Ser una mujer que encima supiera competir con una espada y encima cuerpo a cuerpo, no era normal.
Algo que también se dio cuenta Robert es que tenían cinco hijos, Fabian de ocho años, Klaus de 6 años, Anna de 5 años, Richard de 3 años y Lara de 1 año.
Tranquilamente, entre la tanta gente estaba un soldado cuyas ropas y traje identificaron Margareth y Andrew, era de la facción de defensa de Chevèrêvác, estaba desaliñado y con las ropas sucias. Andrew salió del trono para recibirle, pero de la chaqueta sacó un arma de porcelana que había escondido en el zapato.
—EL ÁNGEL CAÍDO ORDENA SU MUERTE, REYES.
Se lanzó desenfrenado y locamente, los guardias se prepararon para intervenir, pero Margareth actuó mucho más rápido con un solo movimiento, girando y esquivando el cuchillo de porcelana, agarró del brazo del loco soldado y lo lanzó contra el suelo y le torció el brazo haciendo que quedara en el suelo y haciendo que soltara el cuchillo pulido.
—¡DEBO MATARLES, TENGO QUE HACERLO! —gritó
—Ha enloquecido, el ángel debe de haberle destruido su mente. Llevarle al calabozo —ordenó Margareth—, debemos investigar su naturaleza y que le ha hecho el ángel caído.