Saga de Narcóndez: El Dios del Mal.

Capítulo 11: Días de funerales

—Tantas sonrisas, todavía me acuerdo como si fuera ayer de cuando planeé ir aquí a que me fabricaras la espada. Al fin y al cabo nos enteramos por otros métodos que tú tenías la sangre de Seth.

—Ah, bueno, informantes. Siempre puedes confiar en ellos, aunque su vida se arriesgue. A veces pienso que si quieren morir por la patria porque no se han matado antes, ¿no crees?

—No seas ingenuo, todos son voluntarios.

—Andrew, por lo que conozco a Javier, en la carta que te he enseñado, seguramente me oculte cosas que solo le haya contado a Javier y no quiera compartir porque tenga otros planes. Tenemos que hacer algo, no sabemos realmente si la espada que vaya a realizar le vaya a matar definitivamente, por lo tanto va a vivir definitivamente de alguna manera se va a librar aunque le dejes sin recipiente. ¿Eres consciente?

—Soy consciente, Ibvhan, pero sí, tenemos hacer algo con eso. Voy a morir definitivamente, pero antes me llevaré a Seth a la muerte conmigo aunque sea de manera indirecta. Por eso, la espada va a llamarse la espada de Forcel. Es un símbolo.

—Eso lo entiendo perfectamente. Y que vas a morir, también, tu alma no a poder ser recuperada, o bueno, esencia o lo que sea. Sé que supuestamente Seth se queda con esa parte de los seres vivos para alimentarse de alguna forma. El caso es que todo lo que hace lo representa con su espada, así que puedo suponer que su espada es el hilo entre este mundo y lo divino, si lo cortamos, podemos matarle. La cosa es... ¿La espada de Forcel será capaz de romper la espada del dios del mal?

—Y si no es capaz, a ti tampoco te queda mucho tiempo de vida. Quiero decir, te he lanzado a un montón de productos extraños los cuales a saber cuánto te queda de vida. Y al fin y al cabo necesito que acabes mi espada antes de que te mueras.

—De eso me encargo yo mismo. De momento, sabes las consecuencias de todo, ¿cierto?

—Creo que sí... Pero, el problema es que nadie sabrá sobre esto porque no me creerán, y aunque les diga que tienen que romper la espada, nadie podrá, tendrás que averiguar cómo. ¿Lo harás?

—Yo también quiero acabar con Seth, por otros motivos. No porque sea malo, no soy tan hipócrita, simplemente es un dios, acabar con él o incluso dormirle para mí es un logro, aunque seas tú quién luche contra él y no yo. Por decirlo así, tú eres quién pone la cama pero yo la he construido.

2 de Junio de 1212, la guerra de Lordcayrd había terminado, se dio el nombre del general porque así lo decidieron entre todos, incluyendo la familia Forcel. No querían que todo el mundo supiera que el rey Andrew había caído en batalla, aunque acabara con Seth. O eso, todo el mundo pensaba, Seth podía volver de sus cenizas, como tenía pensado Javier realizar. Aún así, la policía Nérpoles, la de Narcóndez se llevaron la espada con la máxima seguridad. Y ya que la capital Seth había caído había que dar una nueva orden, muchas cosas había que hacer. Junto a mantener el orden por Nutirsoj, la capital de Este que ayudó al rey Droken, aunque se rindieron pronto en unos pocos días cuando hubo unos avances del ejército vilcoofriano del oeste hacia la parte de las montañas, temieron que fueran a tomar represalias. Aunque se volvieron medianamente aliados por motivos de no hacer desaparecer al reino, esperaban la vuelta de Seth o de otro dios, cada uno tenía sus ideas. Y Seth les había ayudado con las cosechas y con las riquezas de sus pueblos, para ellos, Seth era el bueno. Tenían mucho por lo que discutir, sus diferencias, sus distintas culturas y sus dos puntos de vista tan diversos.

Andrew fue enterrado junto con sus hijos muertos en Regnt, por detrás del castillo, en un cementerio para otros reyes, el padre de Andrew y bisabuelas y demás familia lejana. Margareth sabía que Andrew se había sacrificado por todos, para brindar a un mundo mejor que es posible vencer a un dios. Robert también fue invitado al funeral de Andrew, al cual fue para mostrar respeto. Se dijeron unas palabras bonitas, un silencio alborotaba las hojas de los árboles, y los susurros entre otras personas se oían como si estuvieran hablando. La tristeza de la reina Margareth y el llanto de su única hija que quedaba. La situación era agobiante. Era desoladora. Y mostraba un vacío y un peso tan fuerte en el pecho que lo notabas. No había lloros, solo desesperación, agonía, impotencia, rabia, ira incontenida.

El rey, había muerto, y no cualquier rey. Era el rey que quería la paz sobre todo lo que deseaba, luchaba porque algún día sus hijos no tuvieran que luchar en guerras estúpidas que no llevaban a ninguna parte. Creía en la diplomacia, en que era posible el diálogo, pero no le dejaron muchas opciones, y tenía que luchar por su pueblo, y no solo eso, después con el dios tuvo que luchar por el mundo, una responsabilidad que otro no tenía. Andrew había amarrado y agarrado esa responsabilidad por el brazo y había caído con ella solo para seguir teniéndola. Y ahora estaba ahí, muerto, enterrado y descomponiéndose sabiendo que iba a morir para tener más tiempo para la humanidad. Muriendo y asesinando a Seth solo para tener la humanidad el tiempo para averiguar y darse cuenta que Seth iba a volver, y que debían averiguar cómo. Muriendo sabiendo que nunca podría él volver a la vida porque había sido infectado por el poder de Seth, y ahora vagaba como alimento para el dios una vez volviera.

—Mis pésames, Margareth, debería haber estado ahí, quizá así hubiera vivido —el silencio oscurecía el jardín y con ello las flores del mismo—. He estado pensando, he averiguado que Javier se ha estado hablando con un tal científico que buscó también Andrew, ayudó a Andrew a acabar con el dios, aunque esto me da mala espina, no sé por qué. Javier no parecía infeliz, puede que el dios pueda volver. Y no sé si debería buscar a Xeliok o no, la última vez estaba en Dilciet y no le encontré, me llevé al menos a dos personas.

—Huyó tu examigo... —comentó Margareth fríamente— ¿Sabes a dónde?




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