El aroma del café con leche llenaba mi estudio una vez más. Ajusté el micrófono mientras la música de fondo—un reguetón irónicamente lento y distorsionado—creaba la atmósfera perfecta para lo que venía.
—Bienvenidas al desfile de inseguridades, mis Salvajes —dije, sintiendo el peso del tema que estaba a punto de abordar—. Hoy toca hablar de la cárcel más grande del mundo: la que construimos con nuestros propios cuerpos. El tema es tan grande como el culo que la sociedad me exige tener, así que agarren sus complejos, que vamos a darles una paliza con humor negro.
Tomé un sorbo de café antes de continuar.
—Empecemos con la obsesión reinante: el culto al culo gigante.
Me di una palmada juguetona en las nalgas, el sonido resonando en el micrófono de una manera que me hizo reír.
—Les presento a mis dos acompañantes: Glúteo Máximo y Glúteo Mínimo. Ellos han sido testigos de toda esta locura. Porque sí, yo tengo suerte, nací con el pack completo: caderas de parir naciones y un trasero que no pasa desapercibido. Pero, ¿saben qué? Durante años fue mi maldición.
Me recosté en mi silla, recordando esos tiempos con una mezcla de dolor y humor.
—En el colegio, los comentarios: “Mira ese jamón”. En la universidad, los piropos grotescos: “¿En qué estante te guardo, mamacita?”. Ahora, de adulta, es como si llevara un letrero que dice: “Atención, porque aquí hay curvas”.
Tomé otro sorbo de café, sintiendo la ironía de todo.
—Pero la moda cambió, y de repente, mi trasero, que era motivo de burla, se convirtió en objeto de deseo. ¡Qué casualidad! Ahora todas quieren lo que a mí me hicieron bullying por tener.
La obsesión por el cuerpo perfecto
—Vivimos en la era de la esquizofrenia estética —dije, adoptando ese tono analítico que me gustaba usar—. Por un lado, el movimiento body positive nos dice que nos amemos tal cual somos. Por otro, los algoritmos nos muestran OnlyFans de mujeres con cuerpos imposibles que ganan más que nosotras con nuestros títulos universitarios.
Golpeé la mesa suavemente.
—¿El resultado? Crisis nerviosas colectivas y una obsesión enfermiza por moldearnos para un ideal que cambia cada cinco años.
Me incliné hacia el micrófono.
—Hablemos de los pecados capitales del cuerpo moderno:
—Primero: El Pecado de la Celulitis. ¿Esa textura de piel que tiene el noventa por ciento de las mujeres después de la pubertad? ¡A la hoguera! La celulitis se ha convertido en el enemigo público número uno, peor que el cambio climático. Gastamos fortunas en cremas, masajes, tratamientos… para combatir algo totalmente normal.
Me reí de mí misma.
—Yo le di nombre a la mía. Se llaman Carmen y Lola. Cuando me siento, ellas se sientan conmigo. Cuando camino, ellas me siguen. Son mis compañeras de viaje. ¿Que a algún idiota le molesta? Que mire para otro lado.
—Segundo: El Pecado de las Estrías. Esas cicatrices que nos recuerdan que crecimos, que cambiamos, que vivimos. Las llaman “estrías” como si fueran fallas geológicas. Yo las llamo “mis rayos de tigresa”. Cada una tiene una historia: esta es de cuando crecí de golpe a los catorce, esta otra es de cuando subí de peso durante esa relación tóxica, esta de cuando bajé de peso después de terminar esa relación tóxica.
Mi voz se volvió más suave, más personal.
—Mis estrías son mi mapa personal. Y no, no voy a gastarme doscientos euros en una crema para borrar mi propia historia.
—Tercero: El Pecado de No Tener el Cuerpo de Instagram. Ah, el gran fraude. Esas fotos donde todas tienen la cintura de avispa, el culo redondo como melones y la piel más lisa que un filtro de realidad virtual. ¿Saben el secreto? Mentiras. Poses imposibles, luces estratégicas, edición, y en muchos casos, cirugías que cuestan más que mi coche.
Tomé otro sorbo de café.
—Y nosotras, pobres mortales, nos comparamos con eso. Es como comparar un dibujo de un niño de cinco años con la Mona Lisa.
Los tipos de obsesión corporal
—He identificado varias categorías de locura corporal —anuncié, preparándome para mi análisis.
—Primera: La Gym Rat Obsesiva. Características: Vive en el gimnasio, cuenta macros, bebe proteína hasta en los sueños. Frase típica: “No puedo salir hoy, es día de pierna.” Problema: Confunde salud con obsesión. Su vida gira en torno a su físico.
—Segunda: La Víctima de la Moda. Características: Se viste según lo que “debe” usar para su tipo de cuerpo, no según lo que le gusta. Frase típica: “No puedo usar eso, me hace ver gorda.” Problema: Deja que un trozo de tela dicte su autoestima.
—Tercera: La Cirugía Viva. Características: Su meta de ahorro es la siguiente operación. Frase típica: “Cuando me haga la lipo, mi vida cambiará.” Problema: Busca soluciones externas para problemas internos.
—Y cuarta: La Que Se Cree La Policía del Cuerpo Ajeno. Características: Opina sobre lo que los demás deberían hacer con sus cuerpos. Frase típica: “Deberías hacer ejercicio, comer menos, usar otra talla.” Problema: No tiene suficiente problema con el suyo y necesita meterse en el de los demás.
Humor negro vs. inseguridades
—Ahora, mi terapia de shock. Cómo usar el humor negro para combatir estas estupideces —dije, sintiendo cómo mi energía se elevaba.
—Cuando te digan que te vistas para “tu tipo de cuerpo”, respuesta Nia: “Prefiero vestir para mi tipo de personalidad: sarcástica y cómoda.”
—Cuando te pregunten por qué no haces dieta, respuesta Nia: “Porque la pizza no se come sola, hay que acompañarla.”
—Cuando te critiquen por no ir al gimnasio, respuesta Nia: “Mi ejercicio es cargar con las expectativas absurdas de la sociedad. Eso quema más calorías que el spinning.”
—Cuando te señalen una estría, respuesta Nia: “Cada una de estas rayas representa una empanada que valió totalmente la pena.”
Me reí con ganas, disfrutando de mi propio humor.
La realidad que nadie quiere admitir