El aroma del matcha favorito de Nia llenaba el estudio mientras ajustaba el micrófono. La música de fondo—un blues ácido con un riff de guitarra que sonaba como una burla—establecía el tono perfecto para lo que venía.
—¿Encendieron su sarcasmo, Mis Salvajes? —dije, tomando un sorbo del batido verde con un gesto satisfecho—. Porque hoy es un día especial. Un día de celebración. Hoy no les voy a hablar de hombres inútiles, ni de amigas tóxicas… hoy vamos a honrar a una parte fundamental de mi éxito: mis queridos haters.
Se escuchó el clic de un mouse, el sonido de scroll en una pantalla.
—Sí, hoy decidí echar un vistazo a los comentarios que gente muy valiente desde el anonimato me dedica. Y créanme, encontré joyitas que merecen ser enmarcadas. Como esta perla:
Leí el comentario con una voz que exageraba el drama:
—“Intentas sonar profunda, pero lo único profundo es tu necesidad de atención.”
Me reí, pero no era una risa incómoda. Era genuina, deleitada.
—¡Carajo! ¡Me descubrieron! Toda esta operación multimillonaria de grabar en un estudio, editar, promocionar… todo para ocultar mi desesperada necesidad de que tú, sí TÚ, humano aleatorio que escribe con foto de perfil de un meme, me prestes atención. Mi vida estaba vacía hasta que llegaste a iluminarme con tu comentario de tres líneas. ¡Gracias, sensei!
Acto I: Análisis del hater promedio
—Vamos a analizar científicamente al Haterus Anonymus, una subespecie que merodea en las profundidades de Internet —continué, adoptando un tono de documentalista burlón—. Síntomas: Proyección Aguda. Te acusan de buscar atención porque ellos gritarían hasta por un like.
—Frustración Existencial: Su vida es tan plana que deben criticar la tuya para sentir que existen.
—Complejo de Mesías: Creen tener la misión divina de “bajarte los humos”.
Tomé otro sorbo de matcha.
—Ejemplo A: El Iluminado. Un comentario dice: “Hay gente estudiando psicología y tú vienes con tus podcasts de autoayuda barata.”
Mi tono cambió a uno de falsa preocupación:
—Ay, cielo… ¿te molesta que una mujer con un micrófono ayude más que tus cinco años de carrera que no ejerces? Lo siento, no sabía que necesitaba un título para decirle a la gente que no aguante mierda. ¿Quieres que te firme un diploma?
Acto II: Lo que los haters realmente dicen
—Cuando un hater escribe, en realidad está gritando otra cosa. Déjeme traducir para ustedes —dije, bajando mi voz a algo más confessional—. “Eres una cualquiera” realmente significa “Me asusta tu libertad”. “Nadie te toma en serio” significa “Ojalá yo pudiera tomarme tan en serio como para perseguir mis sueños”. Y “Vas a fracasar” significa “Temo fracasar yo y necesito compañía en mi miseria”.
Hice una pausa para otro trago.
—El odio no es más que admiración torcida. Me odian porque hablo, porque existo, porque ocupo un espacio que ellos creen que no merezco. Y eso, mis salvajes, es música para mis oídos. Es la confirmación de que algo estoy haciendo bien.
Acto III: Por qué los haters son mi combustible
—¿Saben qué hago cuando leo estos comentarios? —pregunté retóricamente—. Los considero como evidencia de que he llegado a un punto donde mi existencia es lo suficientemente notable como para ofender. Si fuera invisible, ni se molestaban.
Me incliné hacia el micrófono.
—Cada comentario de hater es una confirmación de que estoy haciendo algo bien. Si no les importaras, ni te mencionarían. El silencio es el olvido. El odio es reconocimiento.
Conté en mis dedos:
—Mis reglas con los haters: Uno, nunca responder en serio. El sarcasmo está permitido, pero no la defensa sincera. Dos, guardar los mejores para episodios como este. Tres, agradecer mentalmente por el engagement que generan.
Acto IV: Cómo transformar veneno en abono
—Para todas las que reciben hate, aquí su manual de supervivencia —anuncié, adoptando nuevamente ese tono de consejera cínica—. Paso Uno: El “Examen de Espejo”. Pregúntate: ¿Esta persona me conoce? ¿Paga mis cuentas? ¿Me quiere? Si la respuesta es no a todo, su opinión vale menos que un bitcoin de Venezuela.
—Paso Dos: La “Técnica del Arroz”. Imagina que cada comentario de hater es un grano de arroz. ¿Dejarías que un grano de arroz arruinara tu cena? No. Pues no dejes que un comentario arruine tu día.
—Paso Tres: La “Ley del Eco”. El odio es como gritar en un valle: siempre regresa al que lo emite. Tú sigue caminando mientras ellos se ahogan en su propio ruido.
Terminé mi matcha.
—Paso Cuatro: Convierte el odio en energía. Cada “eres una basura” es un ejercicio más. Cada “nadie te quiere” es un episodio más grabado. Cada “vas a fracasar” es una razón más para no fracasar.
Mi carta de amor a los haters
—Queridos haters —dije, mi voz volviéndose casi melancólica en su sinceridad—. Gracias por las risas. Gracias por hacer que mi algoritmo crezca. Gracias por confirmar que mi luz es tan brillante que les lastima los ojos.
Respiré profundamente.
—Sigan comentando, que cada insulto es una monedita en mi alcancía de éxito. Cada uno de ustedes es un voto de confianza de que lo que hago importa lo suficiente como para merecer su atención negativa.
—Y a ustedes, Mis Salvajes, les pregunto: ¿Cuál es el comentario más absurdo que han recibido? ¿Cómo lidian con la energía tóxica de quienes intentan bajarte? ¿Tienen alguna técnica propia para transformar el veneno?
Puse la taza de matcha vacía sobre la mesa.
—Envíenme sus historias de haters épicos. Las leeré en el próximo episodio. Porque la verdad es que los haters son nuestro mayor regalo nos enseñan que estamos vivas, que somos notables, y que nuestro éxito les molesta.
Respiré hondo, preparándome para mis palabras finales.
—Recuerden “Aprendiendo a nadar en este mar de mierda, una carcajada a la vez.” Y hoy, nos reímos de quienes creen que su odio puede hundirnos. Spoiler: No puede. Somos demasiado ocupadas construyendo cosas.