Me despierto con un dolor insoportable. Mis costillas arden, mi rostro está hinchado y siento el gusto metálico de la sangre en mi boca. Las luces parpadean y el silencio es abrumador. Pawel se ha ido, al menos por ahora. Intento levantarme, pero el dolor me mantiene pegada a la almohada de la cama en la habitación principal.
Tras un instante, aparece él con una bandeja con té caliente, comida y medicinas. Me mira con la expresión de un perro herido. Tiene puesta ropa de entrecasa y su rostro parece dulce, intenta ser bondadoso. Intento atraer a mi presente el contexto, pero sólo puedo pensar en una cosa. En sus golpes.
En cuanto lo tengo cerca, mi corazón late con fuerza y el miedo se apodera de mí nuevamente. Entra en la sala con una expresión de arrepentimiento y lágrimas en los ojos. Se arrodilla frente a mí y me toma las manos, sus dedos permanecen temblorosos y su rostro está empapado de lágrimas.
—Mira, te hice unos emparedados tostados con pan de semilla y tomate como a ti te gusta—me dice él e inspiro profundamente. El aroma a queso tostado me llegaría con deleite en otra ocasión, pero ahora se atora en mi tracto digestivo con el nudo que tengo en mi estómago.
Le miro con temor mientras me siento en la cama, lista para escapar. Aunque sé que no debería alejarme de él. Porque Pawel no es así. Pawel no es la clase de persona que me ha atacado, no debería de hacer esto una costumbre porque él nunca me haría lo que me hizo, debo asumir la responsabilidad como una persona adulta.
—Madalina, lo siento mucho. No sé qué me pasó. Por favor, perdóname. Te prometo que eso no volverá a suceder, por favor—su voz está rota, llena de desesperación.
—Pawel, no puedo más—respondo, sabiendo que es incómodo este momento, me duele inclusive rechazarle su bandeja que tiene en las manos, no se la recibo—. Algo aquí…no está bien… Llevo días sabiendo que algo no está bien… Quiero irme a casa de mi madre. Necesito estar lejos de aquí, lejos de ti.
Su expresión cambia instantáneamente.
—Le diré que me caí de la escalera, que me ayudaste, no le contaré del percance que tuvimos, es algo que pertenece a nuestra intimidad, solo entre nosotros dos y ya.
La furia vuelve a sus ojos y comienzo a prepararme. Me duelen las costillas, la espalda y el estómago al moverme. Saco una pierna de las sábanas e intento moverme con mi pijama puesto (que él debe haberme puesto).
—¿En serio vas a hacerme esto?—me pregunta—. ¿De verdad tengo que tolerar que te comportes así? Dices que solo es algo que atañe a los dos y metes a tu madre.
—No estamos bien, Pawel, lo menos sensato sería sostener esto.
—¡Puedes quedarte en otro cuarto!
—No resolvería las cosas seguir viviendo bajo el mismo techo.
—¡La pareja es de a dos, deja de meter a nadie en esto, caray!
—Es lo mejor—digo, buscando fuerzas para ponerme de pie y arroja la bandeja lejos, estallando contra la alfombra de la habitación y todo se desparrama.
—Pawel, por Dios, mira cómo te pones—le digo, consternada, de pie, buscando un escape a tientas.
—¡Mira cómo tú me pones a mí, por todos los cielos!
—No, basta, ya basta—le digo, sin dejar que esto pueda seguir y me muevo hasta la salida del cuarto—. ¿Dónde está mi móvil?
Se pone de pie como un torbellino.
—¡No puedes dejarme! ¡Eres mía!—me grita y el terror vuelve a inundarme.
Antes de que pueda reaccionar, se mueve en mi dirección y yo intento correr hasta la salida al pasillo, encuentro otro cuarto de la planta alta y me encierro aquí, mirando por el ventanal si alguien puede venir a ayudarme, sin embargo, él vence la puerta y entra.
—¡Pawel, no!—le suplico, a tientas dando con un perchero que le arrojo, pero lo sujeta y lo arroja contra la cama del cuarto de invitados.
—¡Por favor, no!
Me sujeta del cuello de la camiseta y me sacude.
—¡¿ACASO QUIERES MATARME, ESO QUIERES?! ¡¡NO DEJARÉ QUE ME MATES!! ¡¡NO PIENSO PERMITIRLO!!—Pewel me golpea de nuevo.
Esta vez no hay piedad.
Cada golpe es más brutal que el anterior. Mis gritos se mezclan con sus insultos, su odio ardiendo como un fuego implacable. Mi cuerpo se rinde bajo la tormenta de golpes. Mi visión se nubla y todo se vuelve un torbellino de dolor y sufrimiento.
De repente, un ruido ensordecedor rompe el caos.
Pawel se detiene, sorprendido.
Apenas consigo coordinar lo que sucede alrededor.
Antes de que pueda entender lo que está sucediendo, siento que la oscuridad me envuelve.
Mientras pierdo la consciencia, una figura borrosa se acerca. No puedo distinguir su rostro, solo siento una presencia protectora y cálida.
Inmediatamente, todo se vuelve negro.