Sálvame

12. El arte del engaño

¿Por qué aún no lo he bloqueado? Debería hacerlo. Me pone a temblar cada vez que recibo un mensaje suyo, intento mantenerme fuerte, pero no sirve de mucho que quiera endurecer mi carácter sabiendo que aún debo regresar por mis cosas a casa, además es extraño, pero solo quiero dejar de entorpecer la vida de los demás, me siento acorralada, ni la seguridad del barrio ni la policía o el poder judicial hará nada para salvarme ante el poderío que maneja Pawel y su familia.

¿Y si tiene razón? ¿Y si todo fue un error que se puede subsanar? 

Su chat brilla en la pantalla de mi celular mientras me mantengo al borde de querer bloquearlo:

“Madalina, lo que hiciste hoy fue grotesco e innecesario. No huyas de mí como si fuese un monstruo, por todos los cielos, sabes que no soy así y que nadie te ha dado tanto como yo, sabes lo que soy capaz por ti.”

Me lo pienso y niego con la cabeza, no puedo caer en esto, no puedo.

Sus mensajes continúan apareciendo en la pantalla, cada uno más suplicante que el anterior.

“Este tiempo estuve pensando y puede que tengas razón: me porté mal. Pero ambos cometimos errores, esto nos complica a ambos y solo quiero que sigamos adelante con nuestros planes, con nuestra vida, quiero que estemos juntos, que formemos una familia, eres la mujer de mi vida, por todos los cielos, no estoy dispuesto a perderte porque ambos cometimos nuestros errores y eso no descarta que los podamos subsanar de aquí en más. Sé que las cosas pueden cambiar para bien.”

Una familia.

Dios santo, no me lo puedo imaginar con Pawel, ¡una familia! Pero de nada sirve imaginarlo cuando la realidad es mucho más cruel.

Entonces se me hiela la sangre.

¿Es posible que se haya enterado de alguna manera sobre mi embarazo? Tiene nexos, contactos, puede haber accedido a mi historial médico de la clínica.

Me siento sumamente paranoica con todo, quizá tenga razón y yo también sea la del problema haciendo caos donde no lo hay.

“Por favor, ambos podemos mejorar, ambos podemos subsanar nuestros errores, ¿qué dices, mi amor?”

Madre mía…

“Estás ahí, sé que estás ahí, Madalina. Te amo. Te amo con todo mi corazón, démonos una oportunidad para ser felices. Es lo que siempre quisimos los dos, mi vida.”

Me quedo mirando la pantalla, sintiendo una mezcla de furia y tristeza. Mis dedos se mueven sobre el teclado, indecisos. Finalmente, decido responder.

“No sé si pueda confiar en ti otra vez. Lo que hiciste fue imperdonable, no puedo aceptar de ningún modo seguir adelante con lo que ha sucedido entre nosotros.”

Me contesta: “Lo sé, y lo siento mucho. Haré lo que sea necesario para demostrarte que puedo cambiar. Por favor, déjame verte, hablaremos, tomaremos alguna decisión y ya luego me dices lo que piensas, ninguno de los dos está obligado a nada, yo también necesito seguir adelante con mi vida y cerrar este capítulo si así lo quieres, pero debemos resolverlo como adultos.”

Respiro hondo y finalmente cedo.

“De acuerdo, pero nos encontraremos en un lugar público. Vamos al café en el centro, a las tres. El que tiene la librería y la exposición de pinturas.”

A las tres aún Nikodem está en su trabajo y mi madre estará descansando en su siesta necesaria de todos los días así que me parece un buen momento.

“Nos vemos ahí, Madalina. Gracias. ¡Gracias, gracias, gracias, mi amor!”


 

El nudo en mi estómago se aprieta aún más. Decido no maquillarme hoy, quiero que vea las marcas que dejó en mi rostro. Mientras me preparo, me miro en el espejo y veo reflejada a una mujer que ha pasado por mucho, pero que aún está de pie. Me pongo un pañuelo alrededor del cuello para cubrir las cicatrices más visibles y salgo de mi apartamento, tratando de mantener la calma.

Cuando llego al café, veo a Pawel sentado en una mesa cerca de la ventana. Sus rulos dorados contra el sol es imposible de negar. Está mirando alrededor, nervioso, hasta que sus ojos se encuentran con los míos. Me acerco lentamente, sintiendo cada mirada de los clientes sobre mí. Él se levanta al verme y su expresión se endurece al notar las marcas en mi rostro. Nos sentamos en silencio, con la tensión entre ambos a flor de piel.

—Madalina, gracias por venir—comienza, su voz es suave, casi temblorosa—. Te…te traje esto—. Me extiende una caja diminuta. No la abro, él lo hace y me enseña un resplandeciente collar que no vería ocasión de usarlo más que para acompañarlo en sus eventos importantes, pero la caja tiene un compartimento lateral y descubro un bolígrafo dorado también.

Parpadeo, confusa.

—Vaya—murmuro—, no era necesario esto, Pawel, te agradezco, deberías devolverlo.

—No. No lo entiendes, sí que es necesario. Es especialmente hecho para ti, mira.

—¿Qué?

—Examina.

Me decido a tomar el collar entre mis dedos y veo que tiene grabada la palabra “Escritora”.

—¿Qué significa esto, Pawel?—le pregunto, confusa.

Y se toma el trabajo de dar vuelta el bolígrafo, mostrando mi nombre.

—¿Qué?—murmuro.

—Las escritoras top lucen collares elegantes para sus fotos mientras firman libros.

—¿Y qué collar sería este? No veo al finalidad.

—Tu bolígrafo es para que firmes, además de libros, tu primer contrato editorial. Mi padre contactó con RomCom WorldBooks y está interesados en tu obra.

—¿Pero…de qué hablas…? Ni siquiera tengo un libro terminado… Pawel, tú mismo me decías que eso era jugar, que debería ocuparme de limpiar la casa y mantener todo en orden. Además, ¿cómo podrían aceptar la publicación de un libro que, aunque empezado, ni siquiera lo han leído?

—Espero que no te moleste, pero envié el manuscrito que tenías en tu computador.

—¿Qué? Pawel, ¿entraste en mi computador?

—Tengo un ingeniero en sistemas que pudo hacerlo con facilidad y lo envié. Lo aceptaron casi de inmediato. Dicen que es maravilloso.




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