La tensión en la casa está in crescendo. Mi madre y Nikodem me miran con incredulidad y preocupación, llenos de preguntas que no quiero responder mientras permanecemos encerrados en la cocina luego de que se ha ido la policía tras hacer una exposición porque Pawel ha violado la restricción perimetral que tiene conmigo, pero ha terminado por meterme en problemas a mí por ser quien se encontró voluntariamente con él. Sabía que no podría ser para nada bueno que Pawel y Nikodem se terminen cruzado, ahora estoy metida en un círculo de problemas del cual me costará mucho salir.
—¿Cómo se te ocurre ir a ver a Pawel, Madalina?—me pregunta mi madre, su voz tiembla de emoción y dolor, aunque posiblemente también sea por su enfermedad—. ¡Y sin avisar a nadie! Podrías haberte hecho daño, él podría haberte hecho daño.
—Mamá, basta…
—¡Traía un cuchillo, ¿entiendes?!
—¡No tenía idea, no lo había visto antes! ¡Posiblemente es algo que lleva como un elemento de seguridad propia!
—¡Por favor, Madalina, ni tú te crees eso!
—¡Mamá, no lo hubiera hecho si no hubiera creído que sería importante!
—¡¿Más importante que cuidarte a ti misma, por Dios?!
—¡Mi computadora es importante!
—¡Por favor, Madalina!—. Entonces lo suelta, lo dice sin más y la imagen me atraviesa con fiereza—: ¡No quiero tener que ir a verte la próxima vez a un cementerio! ¡Porque entonces no habrá valido la pena nada de nada, no habrá computadora que valga lo que vale tu vida, santo Dios!
Rompe en llanto y se intenta levantar con severa dificultad de la silla donde está mientras aún llora desconsolada.
Yo he quedado perpleja.
¿Cómo se atreve a decirme eso? ¿Y por qué me lo estoy tomando personal si no es algo por fuera de la realidad? ¿Pawel podría haberme matado a mí si no cedía a sus intentos de seducción? ¿Podría haber usado conmigo el cortaplumas si le decía que no, que no consideraría regresar con él?
Nikodem me mira con una mezcla de desaprobación y preocupación para luego ayudar a mi madre a levantarse, le pasa sus medicinas y la ayuda a moverse hasta su cuarto mientras quedo devastada con la cabeza afirmada en la alacena mientras mi propio cuerpo está descansando el peso contra la encimera, mis pensamientos a mil por hora considerando lo que acaba de suceder. O no, quizá van tan rápido que han intentado pasar por un embudo y solo hicieron un cuello de botella.
Y es que he visto demasiado real la posibilidad de que mi madre me vea en un cementerio bajo tierra y me ha puesto la sangre gélida la sola idea de considerarlo.
Una vez que Pawel regresa, me observa fijamente y niega con un movimiento de cabeza y un suspiro.
—Madalina, sabes lo que hiciste y saber que eso no justifica que te pongas en peligro así. Debiste habernos dicho al menos, si necesitabas algo podríamos haber encontrado otras alternativas—dice, su voz es dura pero tiene un tono de desesperación contenida.
—No quise que te lastimara—digo, con lágrimas en los ojos, observando su camisa rasgada y su herida con una venda—. Pudo haber sido peor, por todos los cielos.
—Apenas fue un roce.
—Retrocediste a tiempo sino…
—Olvídate de mí, ahora lo importante es protegerte a ti, Madalina.
—No quiero que te suceda nada, de verdad, Nikodem.
Él se acerca a mí y me abraza. Acuna mi rostro contra su pecho, pero busco no tocarle la herida que él dice que solo ha sido un rasguño, pero que de verdad le ha escapado por una milésima de segundo de que no sea algo muchísimo peor.
La verdad es que…
…estoy planeando volver con Pawel.
Sé que es una locura, pero la idea de que esta pesadilla termine de alguna manera, de que él deje en paz a los demás, parece la única solución. Me siento como una carga, entorpeciendo la vida de quienes me rodean y además poniendo en peligro a las únicas personas que parecen estar dispuestas a protegerme, porque las fuerzas de seguridad no harán nada considerando el peso del apellido de Pawel y los suyos.
No puedo soportar ver a Nikodem herido por mi culpa, o a mi madre sufriendo. Quizás, si vuelvo con él, todo se calme.
—Niko—dice él, sacándome un poco del pozo sin fondo en el que se han convertido mis pensamientos.
—¿E-eh…?
—Niko llámame. Nikodem es muy largo y muy formal.
—Bueno… Niko—. Me aparto un poco de él y lo miro a los ojos. Me siento muy bien con su proximidad y su calor, pero la cercanía de este momento es demasiado bella. Siento como si chispazos de emoción surgieran entre los dos, pero termina por acariciarme los brazos como si me diera calor y se aparta.
—No es tu culpa, Madalina. No puedes cargar con la responsabilidad de las acciones de Pawel. Tienes que dejar que te ayudemos—dice Nikodem—. No estás sola en esto. Pero tienes que permitir que te protejamos, que encontremos una solución juntos.
Las lágrimas corren por mis mejillas y me las quito con un poco de vergüenza. La realidad de mi situación es abrumadora y no veo una salida clara. Nikodem me toma las manos provocando una vez más los chispazos de magia que brotan dentro de mi cuerpo, su agarre es firme y reconfortante.
—Prométeme que no volverás a ver a Pawel sola—me pide, su mirada está fija en la mía—. Prométeme que nos dejarás ayudarte.
Asiento lentamente, aunque por dentro siento que estoy al borde del colapso por sentirme una mentirosa.
Y tengo miedo.
Temo que Pawel le haga algo cuando intente regresar a su casa por mucha seguridad privada que haya contratado.
—¿Puedes…quedarte esta noche, Niko?—le pregunto con la voz temblorosa—. Si es que no tienes que trabajar de noche.
—No, no tengo guardia nocturna. Y sí, me quedaría aunque no me lo permitieras o aunque me eches, montaría guardia en tu vereda vigilando que el idiota ese no se aparezca por esta casa de nuevo.
Le sonrío y asiento.