Sálvame

17. La paz y la guerra

Narrado por Nikodem

La noche está fresca y la brisa suave acaricia mi rostro mientras camino hacia el restaurante. Esta noche tengo una cita con Nastia, una mujer con la que he estado saliendo desde hace un tiempo. No somos oficialmente novios, pero hay una conexión entre nosotros que hemos estado explorando, si es que cabe la palabra, nos vemos, cenamos y a veces nos acostamos, me agrada y nos llevamos bien, pero no estoy seguro de si sea la clase de persona con la que formalizaría una relación a mediano plazo.

¿Quizá sí? Quién sabe. Sin embargo, mi mente está en otra parte. La imagen de Madalina, su vulnerabilidad y la constante idea de que Pawel se acerca a ella o a su madre, no me deja en paz.

Llego al restaurante y encuentro a Nastia ya sentada en una mesa, esperándome. Su sonrisa cálida y su belleza son innegables. Por un momento, trato de sumergirme en el presente y disfrutar de su compañía.

—Niko, qué bueno verte—dice ella, levantándose para darme un beso en la mejilla. Su perfume es suave y familiar, está tan atractiva como siempre con sus ondas de cabello sobre los hombros y un vestido ceñido al cuerpo, es una mujer preciosa, pero no me concentro del todo, de hecho me esfuerzo por devolverle la sonrisa.

—Hola, Nastia. Te ves hermosa—respondo, intentando sonar entusiasta.

—Tu también, tan viril y magnífico como siempre, bombón—me dice, mirándome de arriba a abajo. Lo cierto es que mis casi nulos esfuerzos por parecer atractivo se acercan siquiera a su elegancia y magnificencia, es la envidia de cualquier mujer y se roba unas cuántas miradas en el local.

La cena transcurre con una conversación ligera sobre el trabajo, amigos comunes y planes futuros que trato de evitar porque no es un terreno en el que me sienta cómodo de hablar con ella dadas las circunstancias. Ella es economista, un par de años menor que yo, se graduó hace unos años en ciencias económicas y trabaja para una compañía de inversión de capitales desde entonces lo cual siempre le atribuye un aura de importancia a todo de lo que habla, me ha recomendado el contacto de su compañía y ha sido una grata experiencia en rendimientos óptimos para mis ingresos, pero nada que vaya más allá de eso.

A medida que la noche avanza, siento una creciente inquietud que me tiene intranquilo, caray. Mi mente sigue regresando a Madalina y a su madre. La sensación de que algo podría salir mal en cualquier momento me mantiene distraído y no es que me esté poniendo paranoico sino que me siento un tanto ¿culpable quizá? Por haberlas dejado solas. Mi voz consciente me advierte que no puedo anclarme a ellas día y noche, que no hay ninguna obligatoriedad de ningún tipo al respecto, pero sí hay algo en mi interior que conduce mi mente y mi corazón a esa casa.

—¿Nikodem, estás bien?—pregunta Nastia, con un tono de preocupación en su voz, creo que me he quedado tildado pensando en ello y no sé hasta qué punto he escuchado lo que me estaba diciendo—. Pareces distante.

—Sí, lo siento. Solo tengo muchas cosas en la cabeza—respondo, sin querer entrar en detalles.

—¿Algún paciente problemático?

—Casi, no te preocupes, nada que se interponga esta noche entre nosotros. Me decías, entonces, de los nuevos clientes que atrajiste a la compañía.

—¡Ah! Sí, son excelentes, muy cumplidores y saben sobre riesgos, inversores agresivos que van por todo y saben muy bien cómo gestionar sus recursos.

Terminamos de cenar y caminamos juntos hacia mi coche. Seguimos conversando de camino a llevarla a su casa, pero ella pone un gesto extraño cuando se da cuenta de que al dejarlo no detengo el motor. Rayos me siento pésimo, pero esta noche algo está mal. Llegamos a su apartamento y, cuando es evidente que ella espera que me quede, me encuentro retrocediendo en la alternativa.

—¿Te bajas? Tengo un vino nuevo delicioso que compré, puedes quedarte a dormir, claro—me ofrece, seductora.

—Nastia—suspiro, sabiendo que esto le va a decepcionar—, no puedo quedarme esta noche—digo con mi voz cargada de una culpa que no puedo ocultar.

—¿Qué? ¿Por qué?—pregunta, claramente herida y sorprendida—. Siempre te quedas, Niko, ¿pasa algo?

—Es complicado—respondo, intentando encontrar las palabras adecuadas—. Hay alguien que necesita mi ayuda. No puedo dejarla sola ahora.

—¿De…jarla?—su tono cambia y puedo ver la chispa de celos en sus ojos—. Ya me parecía a mí que te notaba con la cabeza en otra parte, no eras el mismo de siempre durante la noche de hoy.

—Es algo serio, tienes razón, no he podido comentarte al respecto.

—Por favor, Niko, dime si hay algo en lo que pueda ayudarte. Sabes mejor que nadie, en tanto psiquiatra que hablar aliviana las cosas.

—Nastia… —Detesto cuando la gente saca ese tipo de comentarios como si pudiesen decirme de qué manera debo ejercer correctamente mi profesión, pero en el caso de ella decido dejarlo pasar y culparme a mí mismo por haberle generado ilusiones—. Solo…es alguien que necesita protección y no puedo abandonarla ahora.

—¿Protección? ¿Y qué hay de nosotros?—su voz se eleva, su enojo evidente al evidenciar su herida—. Entonces hay otra, eh. ¿Qué soy yo para ti, Nikodem? ¿Un segundo plato?

—No es así, por favor. Sabes lo importante que eres para mí, lo mucho que además valoro tu compañía, pero esto es una emergencia. No puedo explicarlo bien, porque no deseo faltar a la privacidad de nadie, pero tienes que confiar en mí.

—No puedo creerlo. Es la peor excusa que he escuchado en mi vida—dice, su voz llena de frustración—. Hay otra, no me lo puedes negar, tienes a otra tipa, ahora dime ¿siempre he sido tu segundo plato? Dime la verdad.

—¿Segundo qué? ¿De qué hablas, por Dios?

—¡Si te vas ahora, no vuelvas!

Me duele escuchar sus palabras, pero sé que no puedo quedarme. Tengo que irme.

No respondo.

Ella entiende cuál es mi decisión.

—Impresionante—dice, con lágrimas en los ojos. ¿En serio va a montarse esta escena en mi coche ahora? ¿Dónde quedó la Nastia fuerte, sólida e independiente en la que siempre creí—. ¡Me lo esperaba de cualquiera, pero no de ti! ¡Esta decepción es horrible!




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