Sálvame

21. Fuego contra fuego

 

Narrado por PAWEL

 

La sensación de libertad es agridulce al día siguiente que he conseguido salir de la comisaría tras haber entrad ahí por obra del idiota de Pawel, sabiendo que Madalina sigue prisionera en esa casa.

Me dirijo directamente a mi consultorio, donde algunos colegas me esperan. He estado en contacto con ellos, buscando consejo y apoyo. La situación es crítica y necesito todas las orientaciones posibles, ideas en frío ante este asunto.

—Nikodem, esto es muy grave—dice el doctor Kovacs quien es un amigo cercano y un experto en derecho médico—. Pawel tiene mucha influencia, amigo. Hacer pública esta situación podría tener consecuencias devastadoras para Madalina.

—Lo sé, Kovacs—respondo, cargado de frustración—. Pero no puedo quedarme de brazos cruzados. Necesitamos encontrar una manera de ayudarla sin exponerla aún más.

—Podemos intentar obtener una orden de restricción más severa, pero con la influencia de Pawel, no será fácil—dice el doctor Sztaba, otro colega.

—La única alternativa posible es combatir fuego contra fuego—señala Kovacs y esto ya me resulta a un plan de guerra—. Pawel tiene allegados de alto rango en la justicia, quienes tendrán sus enemigos y superiores a quienes hay que llegar.

—Pero, ¿cómo? ¿Conocen a alguien?

Está clara la respuesta a eso.

Pasamos horas discutiendo opciones, pero cada camino parece llevar a un callejón sin salida. La desesperación comienza a hundirse en mi corazón cuando finalmente decidimos tomar un descanso y pensar con más claridad.

Al regresar a casa, mi mente sigue trabajando frenéticamente, cuando suena el portero de ingreso al predio.

Me anuncian lo que veo por las cámaras y doy mi permiso. Un minuto más tarde, abro la puerta y me encuentro con Nastia lo que me hace caer en la cuenta de que la última vez que la vi, las cosas terminaron mal. Ella está parada ahí, con una caja de pizza y una botella de vino en las manos, su expresión es una mezcla de preocupación y algo más.

—Hola, Nikodem. ¿Puedo pasar?—pregunta suavemente.

—Por todos los cielos, Nastia, sí.

Asiento y la dejo entrar. Nos sentamos en la sala y la familiaridad de su presencia trae un pequeño consuelo a mi mente agitada. Abrimos la pizza y servimos el vino, tratando de crear un ambiente de normalidad en medio del caos.

—¿Vas a hablar conmigo al final de lo que te preocupa, Niko?—dice ella con genuina preocupación y yo suelto suspiros sin evitar que mi mirada arroje vistazos directos en dirección a casa de Pawel. No puedo vivir pensando que cada minuto que pasa puede ser señal de que Madalina esté en peligro.

—Tengo una paciente que está en una situación terrible. No puedo entrar en mucho detalle por secreto profesional, pero… Su marido es un golpeador y ella está atrapada con él. No sé cómo ayudarla sin ponerla en más peligro—respondo, tratando de mantener la calma.

Nastia me mira, sus ojos llenos de comprensión—. La justicia no nos colabora en absoluto porque es de pesos altos en jerarquía.

—¿En la justicia?

—Sí, cualquier restricción la viola y hace lo que quiere. Total desde dentro le limpian absolutamente todo.

—P-pero… Niko, yo puedo ayudarte. Mi padre es Ministro de la Corte. Tal vez podamos investigar un poco más sobre este hombre y encontrar una manera de enfrentarlo con mayor presión que pueda hacer valer un punto de vista objetivo—me ofrece ella y sus palabras traen iluminación necesaria.

—Eso podría ser nuestra mejor opción—respondo, sintiendo una chispa de esperanza—. Cada minuto que pasa, mi paciente está en serio peligro y todos sabemos cómo acaban estas cosas.

—Niko, tienes un corazón enorme. Tú con esta situación y yo haciéndote desplantes tan fuera de lugar, me siento sumamente avergonzada.

—Nada de qué avergonzarte—. Tomo sus manos y busco su mirada—. Sé que no puedo involucrarme personalmente en un caso laboral, pero…

—La vida de una mujer está en peligro, puedes, claro que sí. Y yo te voy a ayudar.

Se acerca y me besa en los labios.

Le sonrío en cuanto se aparta y terminamos de cenar para pasar a la cama.

Pero mi cabeza no logra sacarse de encima la sonrisa de Madalina y la horrible idea de que el imbécil de Pawel sea quien borra esa sonrisa maravillosa de su rostro.

 




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