Sálvame

23. Noticia urgente

La noche que parecía salir de maravilla, finalmente ha sido un infierno. Después del incidente con mi madre, los invitados se han ido, dejando la casa en un silencio sepulcral que resulta aún más inquietante que el bullicio de la fiesta que no fue.

Pawel y yo estamos solos ahora y sé que el verdadero enfrentamiento está por comenzar tras la orden de entrar a la casa. Siento una mezcla de miedo y determinación mientras espero el momento inevitable.

Me he quedado un rato en la cocina, pensando y pensando, pero Pawel se ha encerrado en su estudio. No sé cuánto tiempo deba permanecer aquí, pero debo admitir que no considero una alternativa el irme a dormir, ¿me tomaría por sorpresa y me mataría? ¿Cuánto del Pawel que prometía cambiar ha quedado y cuánto realmente es otra persona? Su advertencia frente a lo que pasó con mi madre me ha dejado el corazón en un puño y ni siquiera me parece buena idea escribirle a Nikodem luego de lo que nos ha sucedido, es decir, de lo que yo le hice al cortarle en seco sus intentos de ayudarme que tuve que rechazar porque no tenía opción alguna.

Lo que realmente no entiendo es en qué estaba pensando mi madre al exponer a Pawel de esa manera, ¿creía que alguna de esas lacras iba a detenerse a ver qué sucedía y qué decía ella? Solo ha pasado por vieja, por loca y, en todo caso, por un secreto a voces que todos saben cómo ha sucedido, sobre todo los familiares directos de él que le salvarán siempre las papas calientes.

No puedo irme a dormir, no así, necesito saber cómo está él.

Me hice una taza de té que ya está fría y la guardo en la nevera para calentarla mañana quizás (no me gusta tirar el té o el café que dejo sin beberme) y me muevo hasta el despacho de mi marido a quien deseo no molestar, pero una parte de mí desea que se haya quedado dormido.

Una vez aquí, golpeo su puerta con suavidad y la empujo, sintiendo olor a tabaco lo cual me hace pensar que no se ha quedado dormido en efecto.

—¿Pawel?—mi voz es un susurro tembloroso mientras me acerco—. ¿Puedo hablar contigo?

—Entra—responde con su tono glacial.

Abro la puerta y lo encuentro sentado detrás de su escritorio, una copa de whisky en la mano y un puro a medio consumir en el cenicero. Sus ojos, normalmente fríos, están ahora llenos de una furia contenida que me hace temblar.

 

—Quería disculparme por lo que pasó con mi madre—digo, tratando de mantener la calma—. No fue su intención arruinar tu fiesta, sabes que está enferma y eso puede que le afecte en otros sentidos, te pido también que la disculpes a ella, por la mañana estará más lúcida luego de su medicación y…

Pawel se pone de pie de repente, su copa choca contra la madera del escritorio con un sonido que hace eco en la habitación, pero no llega a romper el cristal.

—¿No fue su intención?—dice con un tono afilado mientras avanza hacia mí—. Tu madre me humilló delante de todos mis amigos, de mi familia. ¡Delante de toda esa gente! ¿No se da cuenta que son los míos y que ella ni siquiera tendría que haber estado aquí? ¿No le basta con que le pago el seguro médico, las enfermeras, todo?

—S-sí, Pawel, por eso te digo que…

Retrocedo instintivamente, con el miedo paralizándome. Trato de encontrar las palabras adecuadas, pero todo lo que sale de mi boca son súplicas entrecortadas.

—Lo siento, Pawel. Ella no está bien. No sabía lo que estaba haciendo—intento explicarme, pero sé que mis palabras no significan nada para él en este momento—. Nadie le…le pasó importancia… Porque saben que ella está enferma, claramente.

—Siempre tienes una excusa para todo, ¿verdad, Madalina?—dice él, con su voz cargada de desprecio—. Estoy harto de tus problemas y de los problemas de tu madre. Lo hago todo por ti. ¡TODO EN ABSOLUTO! Pero vaya uno a saber con qué mierdas fuiste a tu madre a decirle todo este tiempo, ¡tú le llenaste la cabeza y ahora tengo que soportar yo que venga a hacerme estas escenas de mierda en mi propia casa!

—Por favor, Pawel, no quiero que esto termine mal. Solo quiero que entiendas...—empiezo a decir, pero él me interrumpe.

—¿Que entienda qué? ¿Que soy el villano en esta historia? ¿Que soy yo el que siempre está equivocado?—se burla, sus ojos chispeando de ira—. ¡¿Que entienda que siempre vas a ser la pobrecita que no hace nada haciéndome quedar a mí como el que está mal entre los dos, el que siempre va a tener que ceder, el que siempre tiene que cambiar?!

Avanza hacia mí con una intención clara en sus ojos, y mi corazón late con fuerza, temiendo lo que está a punto de suceder.

—¡Lo siento, por favor, lo siento!

Levanta una mano, y sé que está a punto de golpearme. En un acto desesperado, grito aún más fuerte:

—¡No, Pawel! ¡Por favor, no me pegues! ¡Estoy embarazada!

Las palabras salen antes de que pueda detenerlas y el impacto de mi confesión es inmediato. Pawel se detiene, con su mano aún en el aire y sus ojos abiertos de par en par. La sorpresa y la confusión pasan por su rostro, reemplazando momentáneamente la furia que parece estarle consumiendo.

—¿Qué dijiste?—pregunta, con su voz más baja pero cargada de incredulidad.

—Que… Que yo… Estoy embarazada—repito, sintiendo las lágrimas correr por mis mejillas ante la idea de que esto pueda enojarlo aún más, pero no puedo defenderme de otra manera más que esta ahora—. Iba a decírtelo, pero no sabía cómo. Por favor, Pawel, no me hagas daño.

Baja la mano lentamente, mirándome con una mezcla de emociones que no puedo descifrar. El silencio en la habitación es ensordecedor y cada segundo que pasa parece estirarse eternamente. Cada milésima de segundo.

Acto seguido se da la vuelta y vuelve a su escritorio, dejándose caer en la silla. Toma un trago largo de su whisky, con su mirada perdida en algún punto del espacio.

—E…embara…zada…

—Lamento que te tengas que enterar así—le digo entre lágrimas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.