Sálvame

26. Botón del pánico

NARRADO POR MADALINA

Escucho los movimientos en el garage y me levanto de mi computador para calentar la comida y servir la cena.

Me preocupa que esté llegando más tarde que de lo común, dice que estuvo trabajando hasta tarde y que algunos problemas le mantuvieron ocupado. No lo sé, realmente. A decir verdad, lo único que tengo en mente es que él no haya tomado cartas en el asunto tras mi acto de buscar alternativas para salvarme a mí misma en caso de que las cosas se pongan peligrosas. Mi propia consciencia no me deja en paz y no puedo culparle de nada, solo me siento culpable yo, en primer lugar porque siento que no soy quién para “castigarle” por sus errores, en segundo lugar porque también me siento culpable de lo que sea que haya sucedido para despertar sus actos de violencia y, por último, en relación al dolor que me provoca tener que activar los protocolos de emergencia justamente contra el padre de mi hijo. Aunque es por mi hijo que decido tomar cartas en el asunto.

De un momento a otro escucho el chirrido familiar de la puerta principal abriéndose y, al instante, cierro los ojos, tratando de calmar el temblor incontrolable en mis manos.

—¿Amor? Madalina, ya estoy en casa—anuncia Pawel. Su voz resuena a lo largo del pasillo y llega hasta la cocina, haciendo eco en mi mente.

Me giro lentamente y lo veo aparecer en la cocina, tras de mí. Ya ha abandonado sus cosas en la sala. Su rostro está marcado por el agotamiento, pero también hay una dureza inquebrantable en sus ojos que nunca desaparece del todo. Se acerca a mí y me besa en los labios, un gesto que debería brindarme consuelo, pero que, en cambio, solo aumenta mi ansiedad. Intento ocultar mi miedo detrás de una sonrisa débil mientras le devuelvo el beso y retomo mi labor con los platos.

—Hola, Pawel. ¿Cómo fue tu día?—pregunto, esforzándome por mantener mi voz tranquila y neutral.

—Agotador, como siempre, bueno…quizás hoy un poco más que de lo común—responde él, dejándose caer pesadamente en una silla—. Pero está bien. Aquí huele delicioso. ¿Qué has preparado?

Le sirvo un plato de bigos braseado tras cierto tiempo, es una comida que le gusta así que pienso que no le va a enojar. Procedo mientras mi mente sigue funcionando a toda velocidad, intentando no dejarse atrapar por el miedo. La angustia entre mis sentimientos yaciente en plena colisión es brutal.

Hoy me he reunido con Nikodem para discutir nuestras opciones. La ONG a la que hemos contactado nos está brindando ayuda confidencial, y aunque no he revelado mi identidad por temor a represalias, hemos avanzado en algunos planes de escape manteniendo mi anonimato por mi propio pedido y lo han aceptado.

Mantengo el botón de pánico, disfrazado como un simple llavero, cerca de mí. No me atrevo a llevarlo como colgante, ya que Pawel lo notaría de inmediato.

Nos sentamos a cenar y tratamos de mantener la conversación en temas vagos, intentando sostener una apariencia de normalidad. Pawel parece relajarse un poco a medida que avanza la noche y la cena, pero yo sigo midiendo cada palabra y cada gesto con extremo cuidado.

Decido avanzar, esta vez con cierto sentimiento de seguridad para comentarle aquello que me tiene dando vueltas desde hace rato.

—Pawel, estaba pensando en ir a ver a mi madre mañana—digo, esforzándome por mantener un tono casual—. No la he visto desde tu cumpleaños y me gustaría asegurarme de que está bien.

—Ella está bien, está cuidada.

—Sabes que no es lo mismo si yo tengo oportunidad de verla.

El silencio que sigue a mis palabras es denso y opresivo. Pawel me mira fijamente, y siento cómo mi corazón late con fuerza descontrolada. ¿Sospecha algo? ¿Ha notado mi nerviosismo? ¿Es posible que tenga contactos en la ONG como los tiene en todas partes y finalmente se haya enterado?

Le miro.

Intento tragar comida, pero el bocado parece esforzarse por atorarse y bebo un trago de soda para dejarlo pasar.

—Está bien—responde finalmente, para mi sorpresa—. Puedes ir a verla, por supuesto, es tu madre. Pero recuerda que está enferma y que muchas de las cosas que dice o piensa son un poco…ya sabes, a veces a las personas de su edad se les va un poco el carro para un costado y más si una enfermedad le aqueja.

¿Valdría la pena contraponerme a ello o discutir la lucidez mental de mi madre pese a su edad y a su enfermedad?

Ella lo ha dejado expuesto y mejor conviene disfrazar la situación como de que está loca, ¿cierto? Cabronzuelo. Pero lo acepto. Simplemente…acepto, asiento y le dedico una sonrisa ligera en mis labios.

—Sí, claro—digo, sintiendo un alivio fugaz—. Será solo una visita rápida. Cuéntame un poco más de ti y de tu jornada. ¿Viste a tu padre?

—Oh, sí, lo de siempre. Estuvo terrible…

La cena transcurre sin mayores incidentes, pero mantengo el botón de pánico cerca de mí en todo momento. Mi mente sigue repasando frenéticamente los planes de escape y contingencia que Nikodem y yo hemos discutido. Aún no hemos llegado a una solución definitiva, pero tenemos varias opciones en marcha.

Cuando terminamos de cenar, Pawel se dirige a su estudio para revisar algunos documentos y yo aprovecho para enviar un mensaje rápido a Nikodem mediante el sistema de códigos que nos han sugerido en la ONG el cual consta de un tweet alegre, el cual deja constancia de que esta noche todo está bien. Él adhiere desde una cuenta falsa colocando la respuesta en tres palitos que significa que lo ha recepcionado. Nos mantendremos en contacto por si algo sale mal mañana.

La metodología está por fuera de cualquier chat que Pawel o cualquier persona externa pueda descubrir, inclusive la…novia de Nikodem. Solo pretendo mantenerme a salvo y a él, no quiero más problemas para los dos así que la alternativa del sistema de código fue una buena sugerencia de parte de la profesional que nos indicó su mejor protocolo para esta situación de extrema gravedad.




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