Sálvame

28. ¿Quedan esperanzas?

Mamá tiene que estar bien, el tiempo que quede con vida acorde a su enfermedad solo quiero que se sienta tranquila y con la idea de que su hija está a salvo. En su momento opté por marcharme creyendo que le haría bien que yo pueda distanciarme y ella cuente con ayuda profesional de enfermería o algo similar, pero jamás podría haber estado más equivocada.

Hoy he tomado una decisión drástica que podría cambiarlo todo… Bueno, que efectivamente lo cambiará todo. Ver que la enfermera estaba drogando en demasía a mi madre me hace sentir una mezcla de bronca, de impotencia, de tristeza, de decepción de mí misma por haberla dejado a cargo de esa mujer. Y la situación ha sido específicamente luego del episodio en que mi madre encaró a Pawel el día de su cumpleños, hasta ese momento ella estaba “bien” o al menos más despierta al hecho de como se encuentra ahora, caramba ¡qué impotencia que tengo! Claramente Pawel fue quien tomó la determinación y no puedo hacer nada al respecto ya.

La opción de echar a la enfermera que Pawel impuso y encerrarnos ambas aquí, lejos de su control será la gota que rebalse el vaso. Sé que esto no va a terminar bien, pero no puedo seguir permitiendo que mi madre esté drogada y vigilada por alguien de su confianza. Necesito protegerla, a mi bebé y a mí misma.

El punto clave es el siguiente: yo creía que Pawel estaba cambiando, que todo iba bien, que nuestra relación mejoraría, pero todo era un error, uno muy grueso, estaba tan fuera de lugar mi idea que jamás podría haber entendido lo que en verdad él hacía. Pensando que existía una pizca de misericordia o comparecencia en su persona fue demasiado para mi manera de hacerme una idea con respecto a él.

Espero a que todo funcione según lo planeado. Sabíamos todos que más tarde o más temprano esto iba a suceder aún cuando Nikodem tuvo que armarse de hierro para decirme las cosas que me dijo, que podrían parecer palabras crueles, aunque justas. Fue exactamente lo que debía saber.

Me incorporo junto a mi madre en su habitación y lloro a su lado, tomando su mano, presa de la angustia.

—Mamá, vamos a estar bien—le digo, tratando de sonar segura. Ella me mira con ojos llenos de preocupación, pero asiente lentamente.

Lo mejor es que poseo mi computadora conmigo, el objeto más valioso que tengo aparte de mi embarazo y mi madre. Es mi herramienta para seguir escribiendo mi libro, mi escape y mi esperanza para un futuro mejor. He guardado todos mis archivos importantes en ella y he hecho copias de seguridad en la nube, por si acaso. No permitiré que me vuelva a suceder lo que pasó antes, que usó esto como excusa para manipularme y lo consiguió.

No tengo hambre, pero me dedico a cocinar algo para mi madre mientras intento estimularla y revisar sus remedios. Tras hacerle a ella un bistec cortado en trocitos pequeños y un puré de verduras, le acerco las cosas, pero está muy débil, medio ausente.

Nikodem llega poco después. Le pregunto respecto de los remedios de mi madre y su expresión lo dice todo:

—Estos medicamentos en las dosis que se lo dieron no auguraban esperanza óptima de mejoría ni de vida, tu madre no aguantaría por mucho esto si se lo han estado dando en las bombas que se lo puedan haber dado.

Suspiro, fastidiada.

—Lo sabía, era imposible que esto sucediera por las buenas o de casualidad. Todo fue por Pawel, por todos los cielos, la maldad que hay en él no tiene fin.

—Es bueno que ahora lo puedas ver, Madalina y no o justifiques—me dice Niko—. Es un avance enorme para ti. Vamos al cuarto de tu madre, voy a revisarla. Luego tenemos que movernos rápido porque la ONG ha preparado un lugar seguro donde podrán permanecer.

—¿Consguieron a un veedor externo?

Ese fue el plan cuando consultamos.

—Sí—me contesta—. Pero, para que esto funcione, tenemos que dejar que ellos actúen con todos los medios de protección posibles. Puede que tome estado público.

Le acompaño y me lo pienso mientras habla con mi madre y consigue reanimarla un poco del estado de la medicación.

No me importa si toma estado público, Pawel se ha metido con lo más valioso que tengo en mi vida.

Me ha dañado a mí.

Ha dañado a mi madre.

Y no tardará en dañar a nuestro hijo. Es una suerte que no haya perdido el embarazo sino que me lo hayan constatado luego de la golpiza que me propinó que casi me mató definitivamente.

Nos movemos con rapidez y precisión. La ONG ha dispuesto de una ruta de escape que debería llevarnos a salvo fuera del alcance de Pawel. Mi madre, aunque débil, entiende la gravedad de la situación y se esfuerza por mantenerse fuerte.

Nos subimos al coche y Nikodem se pone al volante. La tensión en el aire tiene una severidad alarmante y mi corazón late con fuerza mientras nos alejamos de la casa. Miro por la ventana, sintiendo una mezcla de alivio y miedo. Dejo atrás una vida de dolor, pero también me adentro en lo desconocido.

—Todo va a estar bien, Madalina—dice Nikodem, intentando tranquilizarme—. Tenemos un plan para actuar.

—Pawel. Es extraño que no haya aparecido aún.

—No importa, yo me quedaré con ustedes todo el tiempo que sea necesario.

—Niko, sé que tienes tu novia y no quiero traerte problemas…

—No. Ya no.

—¿Qué?

—He terminado con ella.

No pregunto, solo asiento y siento una suerte de… No, no puedo alegrarme por algo así, pero hay algo lindo que se genera en mi interior. Por respeto, me esfuerzo por no exteriorizarlo al menos.

Asiento, apretando la mano de mi madre. Ella me devuelve el apretón, su fuerza me da ánimos.




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