Sálvame

32. Final

Estoy en el refugio, frente a la pantalla del móvil con las noticias puestas, viendo cómo mi vida se desmorona en tiempo real.

La noticia de la denuncia penal en mi contra ha salido en todos los noticieros y portales de redes sociales, la defensa del escándalo en el que mi vida se ha convertido por atacar a un hijo del poder me ha devenido en contra con una repulsión absoluta.

Las imágenes de mi rostro, acompañadas por titulares sensacionalistas, se repiten una y otra vez junto a la de Pawel o incluso con la de su padre quien es el referente de la justicia que está aquí en juego y quien es en verdad mi enemigo ya que es quien defiende a su hijo atacándome de manera brutal, ambos por su parte

Me siento atrapada en una pesadilla de la que no puedo despertar.

—Madalina, vamos a salir de esta—dice Nikodem, acercándose a mí.

Una de las voluntarias se acerca para proponerme hablar, pero no he podido cuando la voluntaria anterior me ha atrapado descompuesta en llanto intentando escribir mi propia historia como una narrativa de ficción.

Decido no emitir palabra y salgo, mirando hacia el horizonte. Aunque otros intenten ayudarme, siento que los hundo. Siento que cuanto más cerca de mí intentan estar, peor les hago y no quiero seguir siendo un clavo económico ni emocional, sé cuánto esta situación puede perjudicar a los demás y me siento un desastre de persona por haber hecho esta porquería de vida que llevo ahora. Porque siento que aunque lo tuve todo, ahora soy una miserable que ya no solo no tiene nada sino que todo está a punto de deshacerse en sus manos y detesto ser una basura, una basura, ¡una basura!

Me echo a caminar por el parque detrás del refugio de la ONG y agradezco que me dejen a solas. Sigo andando, con el corazón en un puño.

Me estoy desmoronando, me estoy destrozando, estoy destrozando a todos a mi alrededor.

¿Puedo juzgar a Pawel?

Mi mente divaga en las palabras del jodido abogado de Pawel cuya voz resuena en mi cabeza aún.

“Esta denuncia penal contra Madalina es un paso necesario para proteger la reputación y la integridad de mi cliente. Las acusaciones de calumnias y falso testimonio son graves, y confiamos en que la justicia prevalecerá.”

Me siento como si el suelo se abriera bajo mis pies. Pawel está usando todos sus recursos para destruirme y las probabilidades están en mi contra. La presión es insoportable, y no puedo dejar de llorar. Me siento con una adrenalina extraña y me echo a correr en el bosque, entre los árboles, no sé bien dónde voy, solo corro, las lágrimas caen, mi cabeza no para, mi corazón es un agujero negro que lo arrastra todo.

“La acusación no terminará contra la esposa mi cliente, pronto a convertirse en ex esposa tras el juicio por el divorcio y las calumnias iniciado sino que iremos contra su psiquiatra, Nikodem, quien además de haber brindado su aval en algún momento respecto del sensible estado mental de Madalina, ahora vierte acusaciones injustas para extorsionar a mi cliente por lo que se ha solicitado revertir de manera inmediata su matrícula hasta que la situación compruebe lo contrario.”

Me echo a andar cuesta arriba, encontrando una montaña mientras el bosque me eleva cuesta arriba. Un monte de hecho, que rompe en una quebrada. No sé cuanto tiempo consigo andar así, solo sé que me arden los pulmones de tanto andar y la garganta de tanto llorar y sentirme el desastre sin arreglo que siento que soy ahora.

No, desastre sin arreglo no porque eso al menos implica haberme arruinado la vida a mí y también se lo hice a mi madre y a Niko.

La rabia y el asco se mezclan con el miedo.

Ya no es contra Pawel.

Es contra mí misma.

Porque quizá él siempre tuvo la razón y la actualidad no hace más que darle la derecha en que estoy completamente perdida.

En que soy un asco.

Soy una basura.

Soy un fracaso.

No he hecho nada con mi vida.

No sé cómo llevar un embarazo siquiera.

No puedo traer un hijo al mundo y darle esta porquería de madre desastrosa, no sé llevar mi vida ni protegerme a mí misma y pretendo proteger a un bebé, pero qué clase de estupidez es esa.

No pienso seguir así, seguirle arruinando la vida a otros, ¡NO MÁS!

Estoy fundida, destrozada, estoy harta de trastocar la buena realidad de otros y no puedo darles más esto.

Miseria y dolor.

Porque todos los que se acercan a mí quedan como yo: destrozados, arruinado. No sé hacer otra cosa conmigo misma que no sea esto.

Me detengo.

Mis pies derrapan contra el borde de un acantilado en la quebrada e inhalo y exhalo con desesperación.

Una vez y otra.

Y otra.

Y otra.

Y miro el precipicio.

Y miro el vacío.

Y miro las rocas.

Y miro el cielo.

E intento inhalar.

E intento respirar.

E intento dejarme llevar por el momento.

El aire acaricia mis oídos como un susurro que me atrae a dar un paso más.

Solo un paso más.

¿Puedo hacerlo?

Un poco más.

No haré mal a nadie.

Al contrario.

¿Será así o terminaré de arruinarle la vida a otros?

Considero la opción de que mi madre pueda quedar devastada o cuál podría ser su devenir sin mí. Peor de lo que ya le ha ido, no lo sé, porque si no hubiese sido por mi culpa ahora no estaría drogada hasta la médula.

¿Complicaré en algo a Nikodem o habrá significado el final de sus compromisos conmigo luego de los problemas que he acarreado para él? Todo parece indicar que en una balanza lo bueno que podría sucederle tiene mayor incidencia que lo bueno.

Mi bebé es otro punto, no puedo solucionar su vida considerado el contexto en el que llegaría, pero sí puedo evitarnos mayor sufrimiento. Habrá luego otra oportunidad, no lo sé a ciencia cierta, pero ya está todo perdido.

¿Puedo hacerlo?

Es un paso.

Es solo un paso.

Y ya todo habrá terminado.

Por fin habrá terminado.




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