Sálvame

36. ¿Perdonar? ¿Se perdona algo así?

El pasillo es oscuro, casi sofocante, se vuelve un túnel oscuro al avanzar y, con cada paso que doy, la sensación de peligro aumenta.

Me conducen dos agentes hasta una pequeña oficina donde el trato que me puedan ofrecer será injusto, pero puede que sea una llave a terminar con esto de una vez por todas y seguir adelante.

El silencio aquí es tan espeso que casi puedo sentirlo en la piel, como si las paredes estuvieran al tanto de lo que está por suceder. Cuando la puerta se cierra detrás de mí, levanto la vista para encontrarme con lo que tengo que enfrentar ahora y todo mi cuerpo se congela.

Pawel está allí, sentado con una calma que es casi una burla en el preciso instante que lo veo. Su rostro es… Ese rostro que tantas veces me ha aterrorizado en pesadillas recurrentes, me observa ahora en carne propia transitando una perturbadora serenidad que pendula también hacia la crueldad. Siento cómo las manos me tiemblan y una oleada de adrenalina recorre mi cuerpo, dejándome en un estado de alerta absoluta.

—Madalina—dice él, su voz es suave, casi melosa, como si realmente estuviera sorprendido de verme allí o como si nada de todo lo que alguna vez me hizo fuese real—. Por todos los cielos, estás aquí.

Quiero retroceder, correr, pero la puerta está cerrada y los policías que me trajeron hasta aquí permanecen firmes, como guardianes silenciosos de un oscuro secreto. De repente, lo entiendo todo: ellos también están bajo su control, peones en su juego macabro, como todo lo que él consigue a cada paso. Es difícil poner un freno a alguien que tiene la potestad vil de manipularte, pero lo es aún más si consigue hacerse de poder que tiene de manera irrefutable por las vías a través de las cuales le es dado.

—¿Qué haces aquí, Pawel? ¿P-por qué…?—logro preguntar, aunque mi voz apenas es un susurro, como si mi garganta estuviera cerrándose por el miedo.

No.

Basta.

No puedo tenerle miedo.

No debo hacerlo, él no me puede seguir reduciendo más.

Pawel se inclina hacia adelante con sus ojos que buscan intimidarme, persistentes en los míos.

Hay una frialdad en su mirada que me hiela la sangre, un lúgubre vacío que solo el poder absoluto puede generar.

—Solo quiero que terminemos de una vez con todas con la situación y que no le demos más injerencia de la que merece.

—¿Qué?—farfullo con la indignación cruzando mi garganta como púas—. ¿Lo dices en serio? ¿Vas a reducir de ese modo lo que hiciste?

—Vine a hacerte una oferta y estoy seguro de que es lo que también quieres porque te escuché y tendrás lo que quieras, ¿sí?—responde e intenta permanecer tan frío y duro como el acero—. Puedes terminar con todo esto ahora mismo. Retira las denuncias, haz que tus declaraciones desaparezcan y te prometo que podrás seguir adelante tanto tú como tu madre. Mi hijo… Mis abogados se encargarán de que no le falte nada y seré un padre presente para él.

—No. Tú no te acercarás al bebé.

—Madalina, tengo que ser honesto contigo. Me estás arruinando la vida y lo que más quiero es que esto acabe de una vez por todas.

¿En serio me está acusando a mí justamente de estarle arruinando la vida a él? Madre mía, qué hice para tener que tolerar escuchar todo esto.

Aún así, no me disgusta del todo lo que sea que haya decidido.

—Pawel, no puedes desentenderte de tu hijo, pero desde mi parte anular cualquier posibilidad contigo es la mejor manera de lograr que desaparezcas de mi vida.

—Por mí, te pediría que lo abortes.

—¿C-cómo…puedes siquiera…?

—Ceder mi responsabilidad parental no haría más que seguir arrastrando mi reputación y la de mi familia por tus problemas y tus asuntos así que no haré eso. Por el momento te propongo que retires tus denuncias, conservas la tenencia del niño, tendrás el dinero que mis abogados crean conveniente para su mantención y recibirás también una oferta para nuestro divorcio. ¿Okay?

—¿Oferta? ¿Es negociable acaso?

—Puedes renunciar a tu parte, si así deseas.

—Yo ya renuncié a todo en mi vida por ti… Y solo quiero que desaparezcas de ella para intentar forjar nuevamente algo viable con mi propia existencia.

El aire en la habitación se vuelve denso, casi irrespirable. Es como si las paredes estuvieran cerrándose sobre mí, aplastándome con su peso invisible.

—Acepta el trato entonces. Habla con tu abogado y terminemos con esto de una buena vez, necesito seguir con mi vida y también que mi familia pueda hacerlo, porque si nos hundes financieramente lo harás también contigo misma y con el bebé. No creo que sea eso lo que deseas.

Caray, en cierto modo siento que es verdad. Puede que sea una treta para manipularme, pero ahora mismo siento que puedo y debo creer en sus palabras.

Pawel se pone de pie y retrocedo, tragando grueso con el corazón en un puño.

Entonces lo veo.

Sus ojos.

Tienen lágrimas.

¿En serio…?

Parece que algo se ha quebrado en él al menos por un instante.

Pawel separa los labios al intentar hablar y es casi como si exorcizara sus demonios. Nunca antes le escuché decir algo así.

—Buscaré ayuda, Madalina. Tú ya la tienes, tienes la contención necesaria. Sé que lo que hice estuvo mal y sé que merece cierto… Castigo. Pero te pido piedad, Madalina. Tengo la posibilidad de que hagan la vista gorda, sí, lo harán, yo… Buscaré ayuda porque sé que no estuvo bien, sé que soy una porquería de persona, no sé qué clase de basura salió desde dentro de mí cuando hice lo que hice. Solo quiero que ambos sigamos adelante con nuestras vidas. Solo quiero que… No puedo. No puedo pedirte perdón. Solo puedo agradecerte por todo lo que hiciste. No merezco a ese hijo que está por venir al mundo, intentaré que tengas la mejor compensación por ello y me encargaré de que tu y ese bebé no tengan nada en falta. Te amo o…te amé. Pero no te merezco. Y gracias. Gracias en verdad por aceptar mi intento de redención.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.