Sálvame de mí

Capítulo 29

Si no dejaba de sonreír como idiota en cualquier momento le iba a comenzar a doler la cara. Era una locura todo lo que pasó hace unas horas. Las personas que más estimaba estaban todas en un mismo lugar. Sus padres, su psicóloga, Andrexa y ahora se sumaba el Señor Jesús que lo amaba con todos sus defectos, pero más allá de todas las cosas el conocer a Dios lo acercaba más a su hermano. Era increíble, Josué se había salvado, estaba con Jesús y viviría eternamente. Esa era una razón más que le daba fuerzas. Tenía una oportunidad de soltar sus culpas y perdonarse y quien dice quizás cuando llegue el tiempo en que se encuentren pueda pedirle perdón. Nada estaba perdido.

Ya eran las nueve de la noche y aún no se había bañado. Estaba en estado de shock pensando en todo y a la vez en nada. Entró al baño y en quince minutos estaba listo. Se dirigió al garaje y subió a su auto. Tenía media hora para llegar a su cita.

Andrexa ya estaba lista, esperando. No quería creerlo hasta que no llegara. Tantas veces entraron en un tire y afloje que esta vez estaba curada de espanto. Lo creería cuando tocara a su puerta.

Y así fue. El timbre retumbó en la casa y ella tuvo que tragar saliva contener la respiración de la emoción que sintió al ver que no estaba soñando, que no fue una mentira. Tras esa puerta estaba esa criatura nueva que quería conocer con todas sus fuerzas. No lo podía creer. Hace unas horas en su casa estaba entregando su corazón a Jesús el chico del cual se había enamorado. Si Tomás estuviera con ella le habría dicho «Te lo dije. Que hoy no conozca a Jesús no significa que no lo conozca más adelante». Cuánta razón tenía, pero no era bueno contar los patos antes de que nazcan. «Dios primero y que el resto haga fila»

―Hola ―saludó tímidamente al abrir la puerta.

Tyler le devolvió el saludo seguido con un sonoro beso en su mejilla. Ella sintió que le pesaban las piernas. Ni dos minutos y ya notaba cambios extremos. Respiró hondo y sonrió.

― ¿Vamos? Se me antojaron esas pizzas.

―A mi también. Así que vamos a por ellas ―le dijo entre risas tomándola de la mano y conduciéndola hasta el auto que tenía estacionado en la calle.

Le abrió la puerta como un caballero y luego rodeó el auto para sentarse del lado del conductor. Ella observaba admirada este nuevo Tyler que tenía al frente y se lamentaba por dejar de sentir el calor de su contacto tan rápido. Que la haya llevado de la mano la hizo sentir segura.

―Cinturón, listo. ¡A la pizzería! ―exclamó Tyler.

―Es la primera vez que te veo así tan… ―comentó ella.

―Tan payaso ―terminó por ella.

―No, por favor. No dije eso ―se apresuró a corregirse―. Sino que estás feliz. Eso es bueno.

―Yo también me sorprendí de lo feliz que estoy. Sobre todo, cuando me encontré cantando en la ducha ―dijo entre risas.

Andrexa reprimió una carcajada y se limitó a admirar las calles a rebosar de tráfico y gente caminando por las veredas. No podía soportar mirarlo tanto tiempo sin sonrojarse. No sé qué obra hizo Dios con él, pero fue una de las más grandes obras que haya visto jamás. Por un momento se preguntó si antes era así y cambio respecto a lo que le había contado una vez Tomás sobre su hermano fallecido. Negó con la cabeza para correr sus pensamientos lejos. No era momento ni lugar para hurgar un pasado tan oscuro. Pasado que el Señor se encargó de iluminar con su presencia.

―Llegamos ―dijo Tyler señalando un local.

―” Pizzería Zeta” ―leyó en voz alta el cartel.

―Las mejores pizzas después de las de “Don Luis”

―Sí, las probé. Pero entremos y déjame ver si es cierto.

Entraron al local y se ubicaron en una de las mesas vacías. El lugar estaba repleto. Una de las camareras se acercó y les dejó la carta.

― ¿Qué elegimos?

―Yo me tiraría por una común, especial o muzzarella.

― ¿De cebollas? ¿Por qué no ponen directamente fugazzeta? Que encima les pegaría bien con el local.

―Quiero la pizza fugaz de la casa―dijo Andrexa divertida por las ocurrencias de su compañero.

― ¿Cuál es la pizza fugaz? ―preguntó buscando en la carta.

―La fugazzeta ―dijo entre risas.

Tyler la miró entrecerrando los ojos hasta que cayó en chiste y no pudo contener la risa. Andrexa se contagió de ella y por un rato hablaron sin mirarse para no tentarse.

―Bueno, elijamos rápido porque va a venir la chica y vamos a quedar en “veremos”

―Yo te dije entre cuales estoy.

― ¿Si pedimos una calabresa?

― ¿Cuál sería esa?

―La que tiene salame.

―Nunca la probé.

―No me digas que nunca probaste una calabresa. Eres única ―dijo en tono burlón. Andrexa se encogió de hombros―. Bueno pidamos una muzzarella y media calabresa así hoy rompemos la racha de la pizza y la probas.

―Dale, me parece bien. ¿Qué tomamos?

― ¿Cerveza?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.