Andrexa: Hola, buenos días. Bendiciones. Acá en casa desayunando con Tomás ¿Y tú? ¿Qué cuentas?
«Acá sintiendo como me hierve la sangre» pensó. Tomás y Andrexa eran amigos desde que se conocieron. Pese a lo que sentía nunca lo vio como un obstáculo, pero esta vez era diferente. Estaba celoso y tranquilo a la vez. Quizás los celos no sean porque ella esté con un amigo en su casa desayunando si no porque ese amigo debería ser él y no Tomás. Sea como sea no tenía derecho a molestarse.
Tyler: Mándale saludos. Yo estoy en casa un poco aburrido. ¿Haces algo por la tarde?
Puede que se haya apresurado al preguntarle si tenía planes porque era obvio que es el inicio de una invitación a hacer algo que no había organizado. Surgió en el momento. Quería verla y hablar con ella. Le daba paz tenerla cerca. Necesitaba recuperar el tiempo que había perdido sumido en sus locuras haciéndole daño. Mostrándole su peor parte. Tenía que aprovechar la oportunidad que le dio Dios para hacer las cosas bien.
Prepara su café y se dirige al living. Lo deja sobre la mesa ratona y se vuelve hasta la biblioteca. La tarde anterior pasó por una librería a comprar el libro más importante. Sacó la biblia de una de las estanterías y se sentó en uno de los sillones. Sin saber qué leer para ser su primera vez manipulando la palabra de Dios la abrió y miró en la página que le había tocado. Sus ojos se posaron en el Salmos 139. Lo leyó concentrándose en cada versículo y no se dio cuenta que su teléfono había vibrado a su lado. Impactado por ese capítulo tuvo una inmensa necesidad de hablar con Dios. Nunca había orado, pero Carla le dijo que no se necesitaba ser una persona con mucha sabiduría para hablar con Jesús porque él te escuchaba igual ya que miraba tu corazón.
«Señor Jesús. Es la primera vez que hago algo así. Nunca hablé contigo y debo decir que nunca creí que se podía hacer. Esto es nuevo para mí, pero como dice la palabra que he leído, tú me conoces. Sabes que en este momento estoy luchando en contra de mis propios prejuicios. Siento que hablo al aire. Que no hay nadie escuchándome y que parezco un loco, pero eso es lo que mi personalidad me hace ver. Ahora, aunque esos pensamientos estén, yo decido creer que no estoy solo, que tú estás aquí escuchándome y que si estoy loco por hacerlo seré un loco, pero feliz. Recién acabo de leer el Salmos 139. Dice que tú lo sabes todo. Que tú me conoces. Que estás conmigo en todo momento. Gracias Señor. Sólo puedo darte las gracias por estar, aunque yo no te mirara, aunque yo te fallara. Y también te pido perdón por todo lo he hecho mal tanto de lo que estoy consciente cómo no. Esto recién arranca y sé que tengo mucho que aprender. Mucho que cambiar. Lo anhelo. Quiero hacerlo, pero también quiero enamorarme de ti. Quiero depender de ti en todo momento. Por esas razones decidí poner mi confianza en ti y dejar que seas tú el que marques mi camino. Enséñame que es lo que no te agrada, que es lo que me aleja de ti y enséñame a cambiarlo. Amen.»
Abrió los ojos y siguió pensando que era una locura lo que acababa de hacer, pero sabía que no había sido en vano. Tenía paz, eso era más importante. Valió la pena el par de minutos en que su intimidad se volvió una con ese ser para muchos invisible pero que con sólo creer que le hay ya lo podía sentir en su interior.
Tomó su teléfono y al deslizar la pantalla se encontró con un mensaje que hizo brillar sus ojos de emoción.
Andrexa: No, no tengo nada para hacer por la tarde. ¿Qué quieres hacer?
Tan tierna y frágil, pero a la vez tan atenta y amigable. Así era Andrexa. Su personalidad lo volvía loco. Su sonrisa tímida y cómo sus pómulos se elevaban achicándole los ojos lo derretían. Era una chica especial. Linda, inteligente, buena, pero con carácter. La ha visto molesta con él, pero nunca le faltó el respecto. Hoy podía entender que sólo Dios puede mantener el orden en las emociones de una persona. Igual no podía evitar pensar cómo se vería enojada. Quizás tierna o sensual. No importa el cómo. Se había enamorado de ella por lo que era.
Tyler: Te va a parecer loco, pero tengo ganas de tomar helado. ¿Quieres?
Andrexa: Estamos en invierno.
Tyler: Es una lastima que no vendan helados calientes.
Andrexa: Jajaja. Sólo lo digo por el frío. Caminar por un helado que ya de por sí es frío bajo el clima pésimo que hay. Me quedo dura a mitad de cuadra. Soy muy friolenta. Pero si te interesa lo que pienso. Tengo una idea mejor.
Tyler: Soy todo ojos. Jajaja. Porque te leo.
Andrexa: Podrías traer helado a casa. Yo pongo la peli. Helado con calefacción me parece el re plan.
Tyler: Me parece excelente idea. Dale yo llevo el helado y tú eliges la peli.
Andrexa: Tenemos una cita.
«Una cita» pensó encantado. Que hermoso era saber que ella lo veía cómo una cita. O quizás sólo sea una expresión. No importa. Ya no quería seguir haciéndose un lio de pensamientos positivos y negativos. Los días pasan y este tiempo lo disfrutaría al máximo. Tanto tiempo reprimiéndose de sentir por la culpa. La frustración que lo tenía atado sin dejarle ver la vida más allá de su pasado. Este era un tiempo nuevo y esta vez no iba a fallar.