El teléfono suena despertando a Andrexa a las 7 de la mañana. Cuando sus ojos achinados visualizan al emisor de la misma se abren cómo platos. Aclara su garganta, aunque no le sirve de nada y atiende.
Andrexa: ¿Hola?
Tyler: ¿Estás durmiendo?
Andrexa: Hay un proverbio que dice que el que bendice a su amigo de madrugada se le contará por maldición.
Tyler: Todavía no te bendije. Así que pasa de mi ese palo. Levántate no seas vaga.
Andrexa: Estamos en vacaciones y aún es de noche.
Tyler: No hay oscuridad para los que estamos en Cristo.
Andrexa: Tienes razón. Ya me desperté ¿Pasó algo?
Tyler: Si, primero quiero disculparme por no hablarte ayer. No quería molestarte.
Andrexa: Sabes que no molestas. Me parecía raro que no escribieras, pero ya ves que pensamos igual porque yo tampoco te escribí por la misma razón.
Tyler: Te extraño. Quiero verte. En una hora y media clavada te paso a buscar. Acompáñame a desayunar y luego tengo que comprarle un regalo a mi mamá que cumple años y no sé qué regalarle.
Andrexa: Está bien. Te espero.
Tyler: Dale, mi loca. Nos vemos.
Por unos largos segundos trató de reaccionar a lo que había pasado. No había sido un sueño porque la llamada estaba en los registros. En un rato Tyler la pasaría a buscar. Quiere que lo ayude en algo tan particular cómo elegir un regalo para su madre y lo más loco de todo, le dijo que la extrañaba. Una sonrisa enorme dibujó sus labios y no le importó el frío al sacarse el edredón de un tirón. Todo comenzaba de nuevo. La locura de no saber qué ponerse. Era martes así que eligió vestirse deportiva, pero por las dudas dejó separado algo más formal por si aparecía de traje. Tyler era una caja de sorpresas y esta era una de las más tierna de todas.
Se alistó y bajó al comedor. Sus tíos estaban desayunando aún.
― ¿Te preparo café?
―No, tía, gracias ―se disculpó―, pero me invitaron a desayunar
― ¿Tomás? ―preguntó Roberto quitándose el periódico del frente.
―No, Tyler.
Sus tíos se miraron y asintieron. No pudieron decir nada más porque desde afuera el joven estaba avisando que había llegado.
―Que te diviertas ―dijo Carla dándole un sonoro beso en la mejilla.
―Ustedes también.
―Saluda a Tyler de nuestra parte.
―Serán dados.
El frío era evidente en las calles no sólo porque se sentía sino porque esta vez Tyler no la esperaba fuera del auto. No podía pretender que todas las veces haga de caballero, aunque le gustaba esa forma de ser tan tierna. Se fue acercando al auto y empezó a notar que no había nadie en el asiento del conductor.
«¿Dónde está? » pensó. La duda se resolvió en cuestión de segundos cuando notó que alguien le colocaba un abrigo en su espalda. Se da la vuelta y sus ojos se encuentran electrizantes.
―Buen día niña.
―Casi me infartas.
―Sé que sufres el frío por eso me pareció un buen gesto escoltarte al auto abrigada. ¿Vamos?
Caballerosamente tierno. Notaba que le temblaban las piernas y no era por frío. Su cercanía la ponía nerviosa, no sabía cómo actuar ni que decir, pero él se encargaba de hacerla sentir bien en todo momento.
Llegaron al centro y buscaron un buen lugar para desayunar. Pidieron café con tostados. Los favoritos de ella. En estos días se había encargado de observar cada detalle para poder estar a la altura de sus gustos. Y aunque algunos no eran compatibles no le afectaba compartirlos. Además, al final terminaba sintiéndose a gusto.
Una vez en la calle de nuevo caminaron por la peatonal mirando vidrieras. Entraron al shopping, salieron y volvieron a entrar. Tyler estaba pasando por un momento muy importante de indecisión. No sabía que comprarle. Miraba todo y por más que ella opinara terminaba inseguro y no compraba nada. Esa actitud tan perdida hacía divertir a la joven que muy gustosa estaba acompañándolo.
Miró la hora y se dio con que faltaba poco para el mediodía. Aun no estaba seguro en que comprarle a su mamá.
―Perdón por tenerte a las vueltas. Es que soy muy indeciso.
―Está todo bien, en normal que pase. Perdóname a mí que mis opiniones no valieron de tanto.
―Eres de gran ayuda. Yo ya me habría frustrado y estaría en casa.
―Sólo hay que seguir buscando ―lo incentivó Andrexa―. Ya vamos a encontrar algo que te de la paz que estás buscando con un moño.
―Eres una payasa tierna ―dijo entre risas― ¿Tienes que volver o almorzamos y me sigues ayudado?
―Me sentiría mal dejándote solo en esta.
―Esa es mi niña ―exclamó Tyler dándole un pequeño empujón jugando―. Vamos al Burger King.
Caminaron hasta el local y pidieron un combo cada uno. El silencio con el que Tyler comía y los gestos que hacía mostraban que seguía pensando en qué regalarle.
―Yo creo que deberíamos analizar esta situación tan complicada ―comentó Andrexa para romper el silencio.