― ¡Hasta que te decidiste a venir! ―exclamó Carla al verla entrar.
―Perdón, tía ―se disculpó la joven―. Tyler me necesitaba y no dudé un instante en ir a su encuentro.
―Me contó. No te preocupes. Sólo que esta madrugada me levanté a orar, veo tu habitación abierta y cuando entro no estabas. Me asusté mucho.
―Y me imagino que más al no responderte las llamadas ―se lamentó.
―Ni lo digas ―murmuró―. Lo importante es que estás bien. De todos modos, necesito que hablemos. Hace rato que no tenemos una de nuestras profundas charlas y siento que estos días se me han escapado cuerdas que necesito atar.
―Tomemos unos mates mientras tanto ―dijo entre risas y se dirigieron a la cocina.
Andrexa preparó el equipo de mate y se sentó junto a su tía dispuesta a tener esa tan ansiada charla que le debía.
― ¿Hay algo que quieras contarme?
―En realidad hay algo que quiero preguntarte ―dijo la joven―. ¿Por qué no me contaste que eras la psicóloga de Tyler?
― No te conté porque él me pidió que no lo hiciera. Ahora si tú sabes eso es porque también sabes el resto ¿Verdad?
―Sí, él me confió su pasado. Estaba muy mal ―contó apenada―. Pero Dios lo hizo libre. Quizás era eso lo que le faltaba, confesarlo.
―Exacto. Me alegro que lo haya hecho ―continuó Carla con una sonrisa―. Lo que me sorprende es lo que tú hiciste. Salir con urgencia ante su llamado.
― ¿Tú no lo habrías hecho?
―Una noche me llamó angustiado y pedía con urgencia hablar conmigo y lo que hice fue adelantarle la cita del viernes a un lunes, pero no salí con esa urgencia ―dijo con tranquilidad―. Tiene que importarte mucho para que hicieras eso.
Andrexa suspiro y agacho la cabeza ante el comentario de su tía. ¿Cómo no iba a importarle? Estaría siempre que la necesitara.
― ¿Hace cuánto estás enamorada de Tyler? ―preguntó la mujer rompiendo el incómodo silencio.
―Hoy puedo decir que, desde el primer día, sólo que no podía verlo.
― ¿Por qué no?
―Porque él era mala onda y no nos llevábamos bien. Además, siempre me fui negando a mí misma porque nunca podría funcionar algo con él. Sería un yugo desigual.
―Pero ahora es como tú.
―Lo sé y me pone feliz, como también me pone feliz ser su amiga y que haya confiado en mí. Sus cambios desde que se entregó a Dios son muy grandes, pero no creo que me vea como algo más que una amiga.
― ¿Por qué dices eso? ―exclamó Carla.
―Porque él mismo reconoce ser un chico que tenía a todas las chicas a sus pies y yo no quiero ser una más en su lista ―expresó dolida―. Otra de las razones es porque recién se inicia en el camino de Dios y es un proceso el cambio, por ende, creo que si le importara ya lo habría demostrado o me habría dado algún indicio, pero me confunde.
― ¿Acaso crees que porque el recién se inicia no puede cambiar de un día al otro?
―Dios puede hacer todas las cosas, pero una persona que está enamorada de otra, aunque no lo diga con palabras lo demuestra con actitudes y no lo hace.
― ¿Te da miedo de que no sienta lo mismo que vos? ¿Tú se lo demuestras? ―preguntó divertida aguantando la risa.
― ¡Nooo! ―exclamó Andrexa―. Quedaría muy obvia ¿Qué pasa si me rechaza? Perdería su amistad y es lo que menos quiero.
― ¿Y sí el siente los mismos temores que vos? ―largó una carcajada―. Si ese es tu miedo, tranquila. Dios ordena todo. No hace falta que se demuestren nada, Dios pone todo en su lugar en el momento que sea el correcto.
―Ahí viene mi miedo mayor ―comentó agarrándose los pelos con frustración―. ¿Si no es voluntad de Dios lo que yo quiero?
― ¿Por qué crees que no sería voluntad de Dios?
―Porque yo soy cristiana de cuna y él recién está en el camino y tiene mucho que conocer y aprender. Siempre me dijeron que a la hora de escoger esposo debería conocer su llamado para no terminar en un matrimonio donde vayamos por lugares distintos.
― Andrexa, todos tenemos un llamado desde que Dios nos crea en el vientre de nuestra madre. Somos nosotros los que decidimos hacer su voluntad o la nuestra. Que Tyler camine de nuestra vereda hace poco no significa que no tiene llamado, sino que no conocía a Dios antes y tuvo que vivir lo que el mundo le ofreció, pero ahora el cielo activó el propósito en su vida y se va a cumplir. Eso no lo hace menor a vos. Me sorprende que pienses de esa manera tan egoísta ―la exhortó―. Hay una parábola que usó Jesús para hablarle a los discípulos. Les contó que un propietario en el día encontró personas sin hacer nada y los mandó a trabajar en su viña. Al finalizar la jornada a todos les pagó un denario y los que trabajaron por más horas se quejaron porque recibieron lo mismo que los que habían trabajado una hora. Jesús con esto les quería decir que no importa quién llega antes o después al reino de Dios todos van a recibir el mismo amor, la misma misericordia y la misma salvación. Los primeros serán los últimos y los últimos serán primeros.