La cena culminaba a la perfección tal cual lo habían planeado con su tío. Carla cumplía años y reservaron una mesa en el restaurante favorito de ella para festejar su gran día. Hacía tiempo que no salían los tres juntos. Esa noche no hablaron de trabajo ni de problemas. Eran más las cosas que tenían para agradecer, como estar juntos para vencer las pruebas y ver la mano de Dios en cada paso que daban.
Salieron del local a gusto después de tomar un café y se dirigieron a la casa. Al llegar visualizaron el auto de Tyler parado al frente. Carla y Roberto hicieron todo tipo de chistes a su sobrina y esta se ponía colorada como un tomate. Nunca se imaginó que ellos que eran como sus padres aplaudieran la decisión que había tomado al ponerse de novia y menos imaginó que fuera razón para infinitas bromas que la avergonzaban.
Se acercó al auto y se encontró con una nota pegada en la ventanilla.
“Te dejo el auto para que no vayas a casa de Juan caminando ni gastes en un taxi. Además, es nuestro auto. Yo caminaré hasta allá. Te quiero mucho mi niña”
― ¿Nuestro auto? ―preguntó divertido Roberto―. ¿Y las llaves?
―Las tengo en un cajón de mi escritorio ―respondió con timidez―. Me dio una copia hace un tiempo, pero era por si se le perdía ―se apresuró a decir.
Roberto estalló en una carcajada y rodeándola con un brazo entraron a la casa. Sus tíos se acomodaron en el living dispuestos a ver una película y Andrexa subió hasta su cuarto para ponerse más cómoda antes de salir. A la cena fue elegante con una camisa media manga, pantalón de vestir y zapatos, pero para ir al departamento de su compañero optó por ponerse un pantalón de jean, una musculosa con volados y un par de sandalias bajas. Se soltó el pelo y se puso un poco de maquillaje. Una vez lista tomó las llaves del cajón y salió. Ya dentro del vehículo le envió un mensaje.
Andrexa: «En quince minutos llego. Gracias por prestarme tu auto. Te quiero»
Luego de poner la dirección en el GPS se puso en marcha hasta el edificio donde vivía Juan. Le llevó apenas diez minutos llegar a pesar del tráfico en las calles de Nueva Córdoba. Estacionó y presionó el timbre del departamento. Al cabo de unos segundos la ´puerta se abrió y entró. Subió las escaleras y como era costumbre Juan la esperaba en la entrada.
La música estaba fuerte y todos estaban divididos en pequeños grupos. Las chicas jugaban a las cartas. Los chicos estaban en la PlayStation. Buscó a Tyler entre sus compañeros, pero no lo vio.
―¿Tyler? ―preguntó la joven a Juan que seguía a su lado.
―Creo que está en el baño ―respondió sacando dos botellines de cerveza de la heladera―. Ten. Así te refrescas un poco. Está haciendo calor aquí dentro.
Andrexa aceptó la bebida, pero se sentía inquieta. Esperó unos minutos, pero nadie salía del baño. Se acercó a la puerta y golpeó, pero nadie respondió. La habitación estaba con la luz encendida. Se animó a abrir la puerta. De todas maneras, si Tyler no estaba en el baño es porque se encontraba allí adentro.
Un escalofrío recorrió su cuerpo haciendo que le temblaran las piernas. Cerró y abrió los ojos esperando que lo que estaba viendo sólo fuera parte de su imaginación. No podía creerlo. Fueron unos segundos que se volvieron una eternidad pausada para procesar la escena ante sus ojos y sentir que todo se le caía a pedazos en su interior. La seguridad, la calma, la paz, el amor se desprendían de su ser por cada lágrima que rodaba por sus mejillas. El ardor en el pecho la quemaba por dentro. Tenía que salir de ahí, pero no podía. Menos cuando sus ojos se encontraron con los de él que la miraba asustado, sin entender nada y a la vez entendiendo que todo estaba mal. Tyler no reaccionó hasta que vio como Andrexa desaparecía de su presencia. No dudo en salir tras ella. Sus amigos lo atajaron preguntando qué había pasado, pero ni él lo comprendía. Sólo sabía que no era nada bueno y que no tenía una explicación lógica para darle, pero no podía dejarla ir. Empujó a Julián que lo retenía y corrió escaleras abajo.
―Andrexa, para por favor ―la frenó en la entrada del edificio―. No te vallas. Hablemos.
―No quiero hablar, Tyler ―espetó volviéndose hacia él―. Lo que vi es suficiente.
―Déjame explicarte.
― ¿Qué me vas a decir? ―preguntó dolida― Me vas a decir que vi mal. Que no es lo que parece. Somos grandes y estamos en la vida real. Lo que vi fue real ―soltó en un sollozo que no pudo contener. Tyler se acercó a ella―. No te acerques, por favor.
―Por favor ―suplicó―. Déjame explicarte. Lo que viste al parecer es verdad, pero yo no lo busqué
― ¿Cómo que no lo buscaste?
―Me dolía la cabeza y me recosté un rato hasta que vinieras y me desperté con esta situación ―comentó desesperado―. Andrexa, tienes que creerme, por favor
―No puedo creer lo que estoy escuchando ―se rascó la cabeza nerviosa y sonrió irónicamente―. Me dices que vi una escena del bello durmiente. Esto si que es ilógico. Ahórrate las explicaciones lo que vi me basta y me sobra.