Tras una hora caminando por el barrio llegaron a casa. No quería que sus tíos la vieran en ese estado tan deplorable y le hicieran preguntas que no podía responder. Tomás como siempre estaba para ella. Agradecía a Dios su compañía. No tocó el tema, sino que su silencio la contenía y la hacía sentir mejor. Entraron y pasaron directamente a la cocina.
―Yo cebo mates ―se apresuró a decir―. Hoy necesitas mates dulces y yo también.
―JA JA ― rió irónicamente―. No estoy para chistes, Tomás.
―Es que no es un chiste. Tenemos una conversación pendiente y quiero tomar mates.
―Perdón por ser tan mala cebando mates y amargarte la lengua.
Tomás negó tiernamente con la cabeza y abrazó a su amiga. Hasta vulnerable seguía siendo divertida. Lamentaba mucho lo que había pasado y la conocía lo suficiente para saber que detrás de su postura de “no-quiero-hablar-del-tema” estaba su verdadera realidad y era esperar a que sutilmente el tema saliera a flote y largar todo lo que tenía dentro.
―No estés mal ―comentó burlón mientras le entregaba un mate.
―Gracias por tu consejo. Enserio nunca nadie me había dicho algo tan profundo. Hasta siento que se me va a explotar el corazón de alegría ―rodó los ojos―. No estás ayudando mucho ¿Lo sabes?
―Muy en el fondo sé que si lo estoy haciendo ―tomó su mano―. Te quiero y no te quiero ver mal. Sé que no es fácil esta situación, pero a veces amargarse solo nos vuelve inútiles y no podemos pensar con claridad las cosas.
―Es que no entiendo. Todo estaba bien. Nunca pensé pasar por esto ―suspiró agobiada.
―Todo fue tan rápido que es difícil descifrarlo. Sólo que hay dos campanas y creo que escuchaste sólo la tuya.
― ¿De qué lado estás? ―preguntó sorprendida―. Yo vi lo que estaba pasando. No tenía nada que escuchar. Diga lo que diga siempre la historia termina en lo que yo vi y no fue lindo. Fue feo. Me dolió y no lo merecía.
―En eso estoy de acuerdo. Tú no mereces que te hagan daño ―sonrió dulcemente―. Pero tampoco te mereces ser esclava de un dolor innecesario creado por tu propio orgullo.
―Yo no soy orgullosa ―le devolvió el mate y se desplomó sobre la mesa.
―Aunque no lo creas, lo eres. Tyler te quiso explicar y estoy seguro que no escuchaste nada de lo que te dijo. Estoy seguro que nada pudo opacar lo que vos creías. Estoy más que seguro que nada te hizo dudar un poquito lo que vos ya dabas por acertado.
―Siento que lo estás defendiendo ―bufó―. Estaba a los besos con alguien que no era yo en un departamento donde estaba todo el curso. Me siento humillada.
―No lo defiendo. Sólo digo que si defendió tanto su postura es porque tenía razones justas y no lo escuchaste. Ahora tal vez sufrís por orgullo y no por lo que realmente viste.
―Sufro porque me engañó y me dejó como una tonta frente a todos ― golpeaba la mesa con los dedos impaciente. Por un lado, su amigo tenía razón, no lo había escuchado y eso la hacía dudar, pero su orgullo pisaba más fuerte en ese momento.
―Dios es justo y tiene el control ―expresó buscando su mirada―. Déjalo en sus manos. Ahora estás enojada y aunque me lo niegues sé que por dentro me das la razón ―sonrió con picardía y tomó su rostro obligándola a mirarlo―. También sé que se te está desgranando el cerebro de dudas y tienes un poco de temor de haber sido dura y hasta te arrepientes de no haber cerrado esa boquita y haber escuchado a ese chico.
―Pero, no es justo que…
―Shhh… Calladita te ves mejor, mi amiga. Ahora la joda ya te la mandaste y te das cuenta porque tu orgullo bajó la guardia, pero si no dejas que el Señor trate con ese mal sentimiento vas a volver a ponerlo por obra y vas a sufrir cada vez más ―la codeó―. Sé que lo que viste no es lindo, pero también sabes que Tyler no es lo que ahora piensas que es por estar enojada.
―Podría haberla frenado.
―Tal vez no tuvo el tiempo de hacerlo porque estaba más preocupado en no perderte.
―No sé qué pensar, Tomás.
―No tienes que pensar nada. Deja el control de esto a Dios. Él se va a encargar de poner todo en su lugar, pero también entrégale tus emociones y trata con ellas. Date un tiempo. Relájate. Sé que duele, pero tu lucha de hoy va a ser tu testimonio de mañana.
―Eres tan lindo ―dijo y lo abrazó fuerte―. Siempre tienes las palabras justas.
―Pasa que Dios nunca se tarda en responder. Igual creo que es medio tarde y que lo mejor es irse a dormir ―se levantaron y salieron al living sin hacer ruido. Agarró su mochila del sillón y le dio un sonoro beso en la mejilla a Andrexa.
―Tomás ―lo llamó antes de que la puerta se cerrara tras él―. No quiero que me tomes por loca, pero…
―Yo elijo la peli.
―Gracias por quedarte.