El sonido de una alarma lo despertó. Estaba tan cansado que decidió dormir un rato para poder rendir lo que restaba del día. La semana había sido intensa. En la escuela ya comenzaban los trabajos prácticos y las fechas para los primeros exámenes. Tyler se levanta de muy pocas ganas, la cama lo invitaba a quedarse, y con una muda de ropa entró al baño.
El agua golpeaba el cuerpo aún cansado del joven y cada gota le hacía un pequeño y cálido masaje. Pensaba quedarse allí abajo un buen rato, aunque después tuviera que correr con el tiempo. De la misma manera que el agua corría por su piel desnuda así corrían desnudos sus pensamientos en su cabeza. Dando vueltas a la misma cuestión una y otra vez.
Le tocaba enfrentar nuevamente el mismo tema y eso no le gustaba. Le costó tanto confiar esa vez que volver a hacerlo sentía que iba a ser peor. No porque crea que la nueva especialista no sepa guardar un secreto sino porque no quería que nadie más lo supiera. Quería curarse y enterrar su traumático secreto y que no hubiese nadie, salvo la Dra. Lewish, que pudiera contarlo. Ahora hay otra persona, que aún no conoce, que lo sabe. No esta al corriente de su nombre, ni de su aspecto, ni siquiera puede presentir si le va a caer bien o mal. Solo espera que pueda ver en ella lo mismo que vio en su anterior psicóloga sino no iba a funcionar y realmente necesitaba volver a las sesiones.
Sale del baño envuelto en una toalla, aunque podría andar desnudo si quisiera porque estaba solo en la casa. Sus padres estaban trabajando y hasta las ocho no llegarían.
Tal como lo imaginaba, su baño filosófico lo llevaría a andar a las apuradas después. Se puso un equipo muy canchero de gimnasia, apretado al cuerpo, y salió metafóricamente cagando para poder llegar a la parada del colectivo que lo llevaría al centro y al bajar tendría unas 10 cuadras caminando. Eso no pasaría ´hubiera salido en su moto, pero se la prestó a su padre que en ese momento tenía su auto averiado.
Llegó a la parada corriendo porque cuando se asomó por la esquina, éste estaba frenado bajando personas y otras estaban subiendo. Encontró un asiento libre, se sentó y se colocó los auriculares para escuchar cualquier cosa menos el motor del colectivo. Eso le irritaba.
Veinte minutos más tarde estaba bajando del colectivo y para aumentar su frustración se bajó una parada antes. Ya no eran diez cuadras caminando eran veinte cuadras. Iba a llegar tarde, aunque corriera, así que camino a pasos largos lo más rápido que pudo. ¿Qué es lo que podría pasar por llegar tarde? Que no lo quieran atender o que la sesión dure menos. Eso no era tan malo como para preocuparse. Lo intentó eso es lo que cuenta.
«Me cago en la…, no llego» piensa Tyler al corroborar en su celular que ya eran las 18 horas en punto y aún le faltaban cinco cuadras, La ansiedad lo lleva a prenderse un cigarrillo. Quería dejarlo, pero en momentos así era lo único que lo calmaba. Fumo con mucha paciencia y caminó resignado las cuadras que le quedaban por delante. Minutos más o minutos menos era tarde igual.
Llega al edificio y busca el ascensor. Al llegar al tercer piso, las puertas se abren y para su sorpresa una voz femenina lo llamaba por su apellido. Tendría su sesión después de todo.
Los nervios lo pararon en seco. En una milésima de segundo tuvo la necesidad de correr escaleras abajo, pero se contuvo y caminó hacia ella que se abría paso para que él entrara en el despacho.
Una vez dentro se sentó en el diván. Todo era igual, la habitación, la luz, las paredes, las ventanas, la decoración… Eso lo tranquilizó un poco. La mujer tomando una carpeta del escritorio se ubicó en el sillón frente a él.
― Hola, mi nombre es Carla. Gusto en conocerte, Tyler ―se presentó la psicóloga.
―Hola, el gusto es mío ―saludó el joven sin poder mirarla a los ojos―. Le pido disculpas, pero es que no me siento cómodo. Todo es nuevo para mí.
―Te entiendo, así que lo vamos a solucionar ―lo tranquilizó la mujer.
―Es difícil. No creo poder hacerlo, aunque quisiera.
―Es un tema de confianza, Tyler. Es lo mas normal del mundo. Uno no confía en alguien a la ligera.
―Realmente, no.
―Pero cuando uno habla la confianza llega ―le dijo esbozando una sonrisa―. Los cambios cuestan y al principio no se puede percibir lo bueno de ellos. Los ciclos están en todo. Cuando termina algo siempre empieza algo nuevo.
― No la entiendo ―le dijo él entrecerrando los ojos con interés.
―Por ejemplo, cuando termina una semana comienza otra, cuando termina un año instantáneamente comienza otro. De la misma manera hay situaciones que parecen que nos destruyen y en ese momento no lo vemos, pero eso es lo que desencadena un nuevo comienzo. Una nueva oportunidad para hacerlo todo mejor.