Sálvame de mí

Capítulo 18

Una hora probándose ropa y aún no sabía qué ponerse. Salir a pasear con cena incluida un lunes era medio raro, pero necesitaba despejarse. Andrexa quería vestirse informalmente elegante. No quería llamar mucho la atención, pero tampoco quería parecer dejada.

Julián pasaría por ella en treinta minutos y tenía que estar lista para no hacerlo esperar. Desde el examen que siente que no puede centrarse en nada, todo porque su cabeza siempre vuela hacia Tyler y su bipolaridad con ella. No quiere pensar en él, pero su mente y corazón se confabularon para hacérselo imposible.

Toda la tarde se hizo la misma pregunta «¿Qué bicho le picó ahora?». ¿Será que siempre es así con todos o solo es así con ella? Esa pregunta iba a tener que esperar para tener una respuesta. Julián le avisó con un bocinazo que había llegado.

La joven bajó las escaleras y despidiéndose de sus tíos salió de la casa. Un chico alto vestido con camisa y zapatos la estaba esperando apoyado en un auto

― ¿Lista para la aventura? ―preguntó el joven saludándola con un sonoro beso en la mejilla.

―Si. ¿A dónde vamos?

―Pensé que podríamos dar una vuelta en mi auto y luego parar en un lugar lindo para comer. Mañana tenemos clases así que mucho no podemos hacer.

―Me parece bien ―dice Andrexa esbozando una gran sonrisa.

El joven le abre la puerta del auto como un caballero y la cierra cuando ella ya esta dentro, luego se sienta del lado del conductor y arrancan. A Julián le gusta la velocidad y como las calles no estaban muy transitadas como de costumbre puso la marcha y apretó el acelerador haciendo chirriar las ruedas al salir.

Andrexa sintió miedo, pero no se lo dijo. Se abrochó el cinturón y se aferró al asiento lo más que pudo y en una silenciosa oración encomendó su vida y la de su amigo a Dios y le pidió que los guardara en el camino. Trató de no enfocarse en la velocidad y disfrutar del paseo. Aunque era lunes las calles estaban muy iluminadas dejando a la vista un hermoso paisaje urbano.

Los jóvenes compartieron una conversación divertida que duró más de una hora. Ya no se fijaban por donde iban y ella había dejado de contemplar la ciudad por estar tan pendiente del chico que tenía a su lado haciéndola reír a carcajadas.

―No se vos, pero a mi ya me dio hambre ―dice el joven agarrándose la panza con una mano―. Hay una pizzería a unas cuadras ¿Qué dices?

―Dale, vamos ―acepta la joven mirando por la ventanilla

A unos metros de la pizzería “Don Luis” estacionan el auto y hacen el trayecto a la puerta del local caminando. La noche estaba refrescando bastante así que apuraron sus pasos para refugiarse en la calidez del lugar. Tomaron una mesa para dos y se sentaron. Al ratito una moza les ofreció la carta. Ambos miraban las opciones y deliberaron por unos instantes entre los diferentes gustos para elegir uno que les gustara a ambos. Terminaron eligiendo una mozzarella especial sin anchoas y una botella de cerveza.

―Bueno, cuéntame algo. ¡Que no sea de la escuela! ―se apresuró a decir el chico juntando las manos suplicando―. Ya hablamos todo el camino de ello.

― ¿Qué quieres que te cuente?

Julián pensó un instante la pregunta. Quería conocerla mejor, le parecía una chica excelente y le gustaba su compañía sin contar como le tenía las babas por el piso con su belleza, pero ella era distinta y eso le gustaba más.

― ¿Cómo llegaste a Córdoba?

―En auto ―bromeó Andrexa.

― Vamos. ¿Te comiste un payaso hoy? ―preguntó divertido Julián―. Reformulo la pregunta ¿Por qué te viniste a vivir a Córdoba?

Debería contarle la razón exacta pero no se animaba. No iba a mentir por lo que reunió las palabras correctas. Para su suerte la camarera llegó con la cerveza. Las abrió y sirvió los vasos. Cuando ésta se fue, Andrexa le dio un trago a su bebida y contempló al chico que tenía enfrente.

―Mis tíos comenzaron a trabajar aquí. Además de otro propósito más grande por el que hemos venido a Córdoba.

― ¿Tíos? ¿Y tus padres? ―interrogó curioso.

―Mis padres murieron. Mis tíos se hicieron cargo de mí desde entonces.

Julián trago saliva y largo un improperio para sí mismo y miró a la chica avergonzado.

―Perdón. No sabía…

―Esta bien. No te disculpes. Mis padres fallecieron cuando yo tenía tres años así que me criaron más tiempo mis tíos. Son como mis padres.

―Entiendo ―no supo qué más decir. Semejante metida de pata se mandó por curioso.

La chica que estaba encargada de su mesa se acercó y dejó la pizza en el centro.

―Buen provecho ―les dedicó la moza y volvió a la cocina.

Los chicos le agradecieron y Julián tomó una porción y le sirvió a la chica y luego se sirvió él.

La pizza estaba exquisita. El chico le contó que sus padres se habían separado hace un par de años por una infidelidad y que vivía con su mamá y sus dos hermanos más chicos. Lorenzo y Lucía.




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