― ¿Podemos ir más despacio? ―dijo agitado Tomás que seguía el paso acelerado de su amiga calle arriba―. Nadie va a salir a buscarnos así que pon un freno, por favor.
Andrexa bajo las miradas de sus compañeros se sintió muy incómoda y decidió poner la excusa de que tenía que irse. Salió despavorida como la cenicienta cuando el reloj marcó las doce, pero con la diferencia de que ella se olvidó de dejar el zapato de cristal y tomó el ascensor para llegar a la base del edificio. Tomás como siempre dejó todo por ella y la acompañó. Era un momento que iba a necesitar de varios litros de mates para conversar sobre lo sucedido. Lo bueno es que era viernes y irse a dormir tarde no era un problema.
―Perdón, Tomás. Estoy como loca ―se lamentó ella.
―Dime algo que no sepa. Loca ya estás, ahora sólo estas confundida ―la codeó dulcemente.
―Por favor, Tomy no estoy para bromas. Enserio me siento muy mal. Confundida triste…
― Y feliz a la vez ―la interrumpió su amigo―. No es nada malo lo que hiciste. Era un juego y se dejaron llevar. ¿Qué hay de malo en eso?
―Primero que tengo una culpa que me hace doler la panza. El pensamiento de dar mi primer beso a mi futuro a esposo se fue por la borda. Lo tiré en un juego de azar. Sólo fue suerte que lo hayas elegido tú y que al menos hayas elegido a alguien que valía la pena.
―Entonces no es un problema eso Andrexa. Al menos diste el beso con el chico que te gusta.
―Si, es verdad ―se sinceró por primera vez de sus sentimientos. Tomás que no le hacía sorpresa reprimió el reclamo divertido porque el horno no estaba para bollos―. Pero eso es lo que me confunde no fue el único beso de la prenda y sin embargo el beso que dimos nosotros no se compara al que dieron los demás
―Tampoco es un problema ―suspiró el joven peinándose el cabello con los dedos―. Porque es un juego y la prenda decía “da un beso”, pero no decía cómo. No es algo de otro mundo que ustedes hayan elegido un beso más apasionado.
―Pero nos tuvieron que separar ―exclamó la chica irritada consigo misma.
― ¿Prestaste atención a quienes fueron los que los separaron?
― Julián y Laura ―dijo tras recordar el incómodo momento.
―Bueno eso explica todo. Los demás hicieron bromas se rieron porque era un juego. Era normal. Los únicos que no lo vieron normal fueron ellos dos y sobradas razones tienen.
―No te entiendo ―preguntó extrañada.
― ¡Me vas a volver loco! ―se quejó su amigo tapándose la cara con las manos―. Julián te quiso besar hace unos días y lo rechazaste. Hoy estabas a los besos frente a él, pero con otro. Eso es frustrante ―siguió entre risas―. Y bueno Laura hasta el año pasado tuvo algo con Tyler. Seria normal que aún le de celos ver como besa de esa manera a otra mujer.
El dolor que sentía en el estomago se traslado a su pecho. Esto era peor de lo que imaginaba. Estaba celosa de sólo pensar que alguien más lo deseara y que se hubiese acercado más que ella. Pero quien era para juzgarlos si hace apenas unos meses que los conocía.
―Igual, Tomás. Está mal ―siguió pesimista―. Hice lo que a Dios no le agrada.
Tomás negó con la cabeza y guardó silencio. No quería explotar y decirle de mala manera lo que pensaba. Era su amigo y tenía que apoyarla.
―Andrexa, no metas a Dios en esto ―le dijo firme al rato―. Todos tenemos errores ante los ojos de Dios y está bueno reconocerlos con la convicción de que Él es misericordioso con nosotros, pero esto va más allá de Dios. Tú estás enamorada de Tyler y como no es cristiano crees que es yugo desigual y eso es lo que te atormenta. Que no se te pueda dar como quieres.
Andrexa suspiró por lo bajo. Su amigo volvía a tener razón. Eran muchos sus miedos. Además de lo que Tomás dedujo su otro temor era el de no ser correspondida. Por lo que conocía de Tyler es que él era un chico que tenía todo a sus pies y siempre aprovechó de eso. ¿Y si ella era una más? Nunca cedió su corazón a nadie más que a su Creador porque sabía que de estos daños se sufre mucho, pero fue inevitable. Cuando se dio cuenta su corazón latía desbocado por ese chico alto de ojos claros.
―Engañoso es el corazón ―gruñó ella―. ¿Quién lo frena?
Tomás la miró sorprendido pero una sonrisa amable dibujó sus labios y la rodeó con sus brazos y la llevó apretujada a él las cuadras que faltaban para llegar a la casa de la joven. Se sintió agradecida por la protección de su amigo o de su ángel mandado por Dios como solía decirle.
Entraron a la casa y las luces estaban todas apagadas. Sus tíos estaban durmiendo en la planta alta. Sigilosamente se metieron a la cocina y cerraron la puerta tras ellos. Andrexa preparó el equipo de mate y Tomás la esperaba sentado en una de las butacas de la barra desayunador.
Cebó el primer mate y se lo pasó a su amigo. Se dejó caer en la silla suspirando y apoyando sus codos en la mesa para terminar colocando su mentón entre sus manos.
―Esto es tan difícil ―refunfuñó la joven.