Sálvame de mí

Capítulo 26

La voz de la profesora aún retumbaba en su cabeza. El sermón había sido largo y en cada oportunidad le pedía las razones que justificaran su negativa. Tuvo que reconocer que en los años que ella está al frente de la clase de inglés, él nunca tuvo que estudiar. Siempre fue atento y aplicado en la materia. Su nota más baja fue un 8 y porque se olvidó de completar un ejercicio. El uno que se vio obligada a ponerle no alteró su inteligencia, sino que hubo algo más que lo había llevado a tomar la decisión de dejar la hoja en blanco. Era verdad, Andrexa era el motivo ¿O era él? De todos modos, su enojo era real para con ella. No eran celos, tampoco ira. Era un dolor amargo que le revolvía el estómago. Le nombró a su hermano, pero ¿Cómo sabía de él? ¿Y si en verdad se equivocó? Se estaba volviendo loco con ese trauma que no lo dejaba vivir en paz.

Siguió caminando por la peatonal fumando un cigarrillo que le aflojaba la tensión del momento. No quería que Juan lo notara alterado. Llegó al café donde quedaron en juntarse. Como era de costumbre él ya estaba sentado dándole un vistazo al menú.

―Hermano ¿Cómo va? ―dijo Tyler chocando en puño con su amigo.

―Mejor que tú, seguro. ¿Qué tomamos?

―Yo quiero un cortado y dos medialunas. Tengo hambre.

―Marchen dos entonces.

Hicieron el pedido a la moza que se acercó a su mesa y al rato se los llevó. Juan lo miraba de reojo. Su amigo estaba callado, cabizbajo con cara de pocos amigos. Y que justo venía eso porque tenía sólo uno. Suficiente para saber que le pasaba por la cabeza en ese momento.

― ¿Me vas a contar que te pasa? ―preguntó Juan entrecerrando los ojos con sospecha.

―Sólo estoy cansado. Y menuda cantada a pedos me lleve de la vieja esa.

―Todavía no entiendo por qué te pusiste así ―comentó clavándole la mirada―. Y me lo vas a contar ahora ¿De qué me perdí?

―Nada, sólo quiero hacer el trabajo solo. No quiero renegar ―dijo el joven despreocupado.

―Te creería si hubieses dicho eso desde el principio, pero tus palabras fueron “No quiero hacer el trabajo con Andrexa”. Así que dame una razón buena

―No quiero hacerlo con ella ―soltó en un suspiro―. Va a ser tedioso trabajar con ella.

―Hermano, primero que ese trabajo lo hacen en una tarde. Son los más apasionados en la materia y sus notas hablan por si solas ―lo miró divertido―. Además, no creo que sea más tedioso que tenerla a los besos sin respirar.

―Eres un tarado ―largó entre risas. Era la primera vez que sonreía en el día―. No es eso.

―Entonces ¿Qué es?

Tomo aire mientras en su cabeza reunía las palabras. Tenía que confiar en su amigo al menos lo que lo tiene confundido. No pudo decirlo ahí nomás porque la camarera llegó a cobrarles. Salieron del local y caminaron hasta el gimnasio donde se encontrarán con Julián.

―No puedo hacerlo. Es una chica buena. No tengo nada en contra de ella, pero siempre me termina irritando.

―No te la puedo creer ―dijo alargando las palabras abriendo los brazos en forma de clamor―. Tyler, te gusta Andrexa. Ahora entiendo el dicho los que se pelean se aman. O el beso ese que le diste como si mañana se acabara el mundo.

―Como un idiota. Eso lo define mejor, pero no está bien.

― ¿Por qué no está bien?

―Te estás olvidando de Julián.

―Tienes razón ―reconoce Juan rascándose la cabeza impaciente―. Bueno, pero él no está con ella y tú tampoco. Ósea no es de ninguno de los dos. Que lio hermano.

―Bueno. Tampoco es para tanto. Lo que yo siento por ella es distinto a lo que quiero. Y lo que quiero es estar solo. Por ende, no quiero tenerla cerca.

―Es la estupidez más grande que oí jamás. Lo juro ―dijo Juan matándose de la risa―. No es posible que te guste alguien y salgas corriendo. Te desconozco.

―Sólo son códigos. Julián la vio primero.

―Me corrijo son dos las estupideces.

Tyler puso los ojos en blanco. Por más explicaciones que diera siempre iban a ser vanas. Las verdaderas razones eran puñales que no podía sacar. No tenía la fuerza de arrancarlos de una vez por todas. Era un secreto que sólo lo sabía un profesional que lo estaba ayudando con toda su mierda.

Llegando al gimnasio, justo en la puerta el joven sintió que alguien tocaba su espalda. Al darse vuelta recibe un puño en la cara que lo hace chocar contra la pared. Rápidamente sus ojos se encuentran con los de su amigo Julián. Él venía tras ellos escuchando todo y en ningún momento se percataron de su presencia.

―Antes que me saltes con una sarta de pelotudeces, voy a hablar yo ―dijo Julián tomándolo del cuello de la remera―. Eres un estúpido.

Tyler asintió y le hizo un gesto a Juan para que no se metiera. Julián escuchó todo. Estaba en todo su derecho de sentirse enojado.

―Eres un pésimo amigo ―espetó mientras lo apuntaba con el dedo―. Eres un mal amigo porque me dejaste de menos y no confiaste en mí. ¿Quién crees que soy? ¿Acaso dijiste códigos? ¿Los tienes? Yo creo q no ―miró para arriba y resopló―. ¿Te das cuenta que me siento como un imbécil? Y todo ¿Por qué? Porque al señorito se le da muy bien por ocultar verdades.




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