Eran cerca de las dos de la tarde cuando todo el pueblo mira con asombro como Yumiko escolta a Julián hasta la casa del señor Irene donde estaba segura recibiría un sermón aún más fuerte que el que ella le había dado todo el camino de regreso al pueblo, pero lo que encontró por parte de los padres de Yuto fue un regaño que para ella era tan solo una mera formalidad, mientras le pedían a Yumiko que lo cuidara hasta el anochecer ya que ellos tenían varias diligencias que hacer y no volverían al pueblo sino pasadas las diez de la noche.
Mientras tanto en todo el pueblo se hacían preparativos para los eventos de mañana, todos tenían tareas asignadas, todos tenían algo que hacer, a tal punto que nadie noto cuando un camión vacío llegaba al pueblo desde el mercado pesquero de Tokio, y aunque las ganancias habían sido monumentales ninguno de los dos parecía animado por la situación, y es que sus corazones latían acompasados por la felicidad y prosperidad del pueblo, uno al recordar todo lo que en él había vivido y el otro al saber que ningún triunfo estaría completo en su vida si no era acompañado de sus amigos y visto por todas las personas que los habían visto crecer. Al final los dos sentían que había sido una victoria vacía, pero aún tenían algo que hacer, al fin de cuentas él había confiado más que nadie en su éxito, no sería justo el callar lo ocurrido en Tokio. Al llegar a la entrada de la casa de la familia Faa, Aico sitió como su corazón comenzaba a desquebrajarse por la culpa y el arrepentimiento, pero su padre lo había calmado y pese a ser palabras duras y sin ningún tipo de adorno por primera vez en su vida las había sentido de corazón, sin ningún tipo de odio o tristeza, tan solo la brusquedad de un viejo marino curtido por el salitre y los años que hablaba desde lo más profundo de su alma, aquel momento lo atesorarían por el resto de sus días.
Para Aico fue una enorme sorpresa el ser recibido por Yumiko en el pórtico con cara de muy pocos amigos, los dos sabían perfectamente el motivo de su furia, aun así debían hablar con Julián, al fin de cuentas debían entregarle sus ganancias.
Eran cerca de las tres de la tarde cuando la señora Hisui regreso al cementerio, hoy había sido un día muy difícil y necesitaba pensar y orar, al final de cuentas lo que los ancianos hacen mejor es pensar y orar, pero hoy no sabía ni en qué pensar o porque orar así que decidió dejar todo en manos del destino, lo que le sorprendió fue lo rápido que actuó cuando desde el interior de la casa una voz masculina decía “señora Hisui lamento mucho esto pero debo insistir en que venga con nosotros”. En aquel momento y en vista de la persona que le decía aquellas palabras pensó “un dragón para derrotar a otro”. Al final en aquella cabaña en lo alto del pueblo solo quedaban varias plantas rotas y una carta sobre el escritorio.
#10054 en Thriller
#5687 en Misterio
#23660 en Otros
#3131 en Aventura
misterio, accion poderes mistica experimentos, romance amistad euphoria novela juvenil
Editado: 13.05.2021