Sanando a Violet

Capitulo 1

Narra Violet

 

-Date prisa Violet! - escuché a mi madre gritarme desde su habitación.

 

Como cada martes hoy asistía a mi cita en el psicólogo con el señor Patrick, a quien he estado viendo desde hace un año y no me he sentido mejor.

 

-No quiero ir mamá- le dije en voz alta sabiendo que eso la molestaría muchísimo, pero a ver, ya no me importaba nada.

 

Había perdido la noción entre lo que era gritar y hablar cuando estaba con ella. Desde que me pasó aquella vergüenza que marcó mi vida, nunca ha vuelto a hablarme, ahora solo me grita.

 

Escuché sus fuertes pasos avanzar por nuestro piso de madera. Podía escuchar desde lejos lo agitada que era su respiración.

 

Se detuvo en mi puerta y me miró muy enojada. Aquellos ojos ya no tenían ese brillo, se habían apagado. Ese amor de madre que sentía por mí, simplemente se había esfumado. No me había vuelto a mirar como su hija, sino como la vergüenza que había parido.

 

-Escúchame bien! ¡Tienes que asistir a todas las citas porque cada día estas peor! ¿Acaso no te miras en un espejo? ¿No ves que nadie te quiere? ¡Que nadie voltea para mirarte porque ya te tienen asco! ¡Ni siquiera sirves para los estudios! Tu ánimo esta por el suelo y pareces una muerta en vida. ¡Ese psicólogo se ha ofrecido ayudarnos porque sabe que no tenemos para pagar uno y ¿así dices que no quieres ir?! ¡No seas malagradecida y camina! - me gritó furiosa tornándose toda roja en cuestión de segundos.

 

Sin dejarme hablar siquiera, se dio vuelta.

 

-Nos vamos en cinco minutos. Y si no estás lista, entonces te arrastraré por todo el pueblo. De nada vale que pases otra vergüenza- la escuché decir por el corredor.

 

Cuánto me odiaba a mí misma. El dolor me consumía por dentro, porque era consciente de que yo me había buscado esto, me habían engañado de una manera tan estúpida.

 

Y es que parecía una niña de cinco años. No entiendo cómo pude caer tan bajo.

 

Todos los días tenía que pasar por lo mismo, no había una mañana donde me despertara y no quisiera volver a dormirme y jamás despertar.

 

Me sentía muy mal, yo solía ser muy estudiosa, buena compañera, muy social y sobre todo nada llamativa y de un momento a otro me volví a la que todos señalaban, pero nadie quería.

 

El muchacho de quien un día pensé estar enamorada me hizo un daño que ni se imagina, ha puesto mi vida como la peor de todas en el planeta tierra.

 

- ¿No has podido ponerte un poco de rubor, aunque sea, Violet? Pareces una momia con ese rostro todo pálido. Debes darle miedo a ese Psicólogo- la escuché ofenderme mientras cerraba la puerta de la casa para emprender nuestro camino.

 

Simplemente no le contesté. Desde que aquella desgracia tocó mi puerta, mi madre hacía comentarios muy feos, y yo no la culpaba. Ella estaba muy dolida con lo que había hecho y sufría mucho con los rumores que en el pueblo se decían de mí.

 

Ambas nos subimos a su auto. No era uno muy moderno, pero nos servía para transportarnos cuando íbamos a salir del pueblo.

 

-Gracias a Dios tu padre, que en paz descanse, nos dejó este carrito en el que podemos movilizarnos, te imaginas que tuviéramos que tomar el transporte público? Ahí si fuera verdad que moriría de vergüenza con todo el mundo mirándonos y murmurando en nuestras caras- se quejó.

 

Siempre era lo mismo.

 

No había día en el que ella no me recordara lo que había sucedido.

 

Y ni hablar cuando le daba por mencionar a mi padre, ella me dice que lo mejor que pudo haber pasado es que él se muriera antes de que yo le hiciera pasar esta vergüenza, porque sino hubiera sido yo la culpable de que muriera de un infarto al enterarse de que su hija era una cualquiera. 

 

Ni siquiera me causaban ganas de llorar sus palabras, tanto me había acostumbrado a esta situación que cada vez dolía menos su desprecio

 

Al llegar a la clínica en donde tomaba las citas con el psicólogo mi madre estacionó en el parqueo y nos adentramos al lugar yéndonos directo a la sala en donde esperaba ser llamada del consultorio de mi doctor.

 

-Señora Beck, señorita Violet- nos llamó la secretaría al vernos sentar en la sala de espera.

 

Ambas nos tuvimos que levantar nuevamente y caminar hacia ella.

 

-El doctor Patrick no podrá asistir hoy a la cita, pero me dejó encargada de decirles que otro de sus colegas la atenderá señorita Violet- me informó.

 

Asentí lentamente, extrañada porque mi psicólogo nunca faltaba.

 

-Gracias- le contesté lo más amable que pude.

 

Me iba a poner contenta al pensar que hoy no tomaría la cita, pero cuando la secretaria terminó de hablar entonces volví a sentirme asfixiada.

 

No era un secreto que no había visto mejorías en todo el tiempo que llevaba tomando las sesiones con mi doctor y le agradezco mucho su ayuda, fue el único que no me juzgó y se ofreció ayudarme para que no quedara loca, después de todo. Y sin pagar ni un centavo.

 

-Disculpen la demora, ¿mi paciente ya llegó? - escuchamos aquella voz muy masculina hacer eco en toda la sala.

 

Elevé mi mirada hacia la recepción donde se encontraba la secretaria, chocando con unos ojos casi color negros.

 

-Es ella señor Collado. La señorita Violet- la escuché contestarle.

 

Ay no... ay no... esto no podía ser cierto.

 

-Ahora sí que vas a pasar una vergüenza más grande hijita, al millonario del pueblo le ha tocado ser tu doctor en el día de hoy- me susurró mi madre no dejándome en paz un solo segundo.

 

-Señorita Violet, disculpe la tardanza. Mi colega Patrick ha tenido un asunto que resolver en el día de hoy, pero yo seré su psicólogo y usted será mi paciente. Así que vamos a mi consultorio. Después de usted- me habló mirándome fijamente a los ojos mientras yo me quedaba pasmada al verlo por primera vez tan de cerca.




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