Sanando su Corazón

Prefacio

Dámaso 

No creí que fuera posible que mi corazón se rompiera por segunda vez en menos de un año, pero aquí me hallo, prácticamente llorando mientras veo cómo la mujer que amo recoge sus cosas y las empaca en maletas. 

—Ria, por favor, no hagas esto. —Le suplico, me arrodillaría su fuera necesario—. No te vayas, no se vayan. 

Ella sale de la habitación que compartimos y avanza hasta la de Niek, cuando veo que comienza a sacar la ropa del pequeño, siento que mi vida se derrumba por completo. Me sujeto del marco de la puerta cuando mis rodillas amenazan con ceder y dejarme caer al suelo. 

—Esto fue bueno mientras duró, pero es hora de que Niek y yo regresemos a Holanda, a nuestra casa. —dice, restándole importancia a lo que vivimos. 

—¿Qué hice mal? —inquiero—. Puedo mejorar, lo prometo. Solo dime en qué fallé y juro que no lo haré de nuevo. 

Ella deja lo que está haciendo y se gira para enfrentarme, aquellos ojos azules que una vez me observaron con calidez, ahora están plagados de frialdad. ¿Cómo no me di cuenta de que ella no me amaba con la misma intensidad?, ¿acaso llegó a sentir algo por mí?

—No es algo que hayas hecho mal, esto simplemente no está funcionando. Pensé que podríamos ser felices, pero extraño mi hogar e Italia solo era algo temporal. —explica. 

—Puedo irme con ustedes, no tenemos que separarnos. —le propongo. 

Ria suspira como si mi idea le provocara frustración, se lleva las manos al puente de su nariz para lidiar con la irritación. ¿Qué está mal conmigo que no puedo hacer a nadie feliz? 

—No, Dámaso. Esto acaba aquí y ahora. —Determina. 

Sabiendo que no puedo soportar seguir mirando cómo empaca la ropa de su hijo, desciendo las escaleras hasta el primer piso de la casa con la intención de salir; sin embargo, el pequeño sentado en el sillón con la mirada perdida me detiene. 

—Hey, amigo. —llamo su atención—. ¿Estás bien? 

Me siento a su lado y de inmediato Niek se sube a mi regazo y me abraza con tanta fuerza como su delicado cuerpo de cuatro años puede. Lo aprieto más contra mi pecho e inhalo su aroma a bebé. 

—Mamá dice que regresaremos a casa, ¿por qué no podemos quedarnos contigo? —pregunta con su dulce voz. 

«Yo quisiera saber lo mismo, amigo», pienso para mí. 

—Tu madre conoce lo que es mejor para ti, para ustedes. —digo lo único que se me ocurre. 

—Aquí somos felices, soy más feliz que en casa. —replica. 

No puedo hablar sin ponerme a llorar, así que permanezco en silencio, abrazando su cuerpo contra el mío por última vez. Hace cuatro meses que Ria y Niek Akster aparecieron en mi vida y justo en la fecha de nuestro aniversario, ella me deja. ¿Qué tan irónico es eso? Debe haber algo mal en mí si no soy capaz de hacer que me quieran, es como si estuviera condenado a vivir una vida solitaria. 

Los pasos bajando las escaleras me alertan de que ha llegado la hora de despedirme, mi cuerpo se tensa y desearía que esto fuera una pesadilla, lástima que sea la triste realidad. Ria deja las maletas en la entrada y luego se gira hacia nosotros, su mirada es dura se suaviza cuando ve a su hijo. 

—Vamos, Niek, tenemos que ir al aeropuerto. 

—No quiero irme, mamá. Quiero quedarme con Dámaso, por favor. —le suplica el niño. 

—Me temo que eso no será posible, él no es tu padre y no tiene ningún derecho sobre ti. 

Esa fue una estocada directa a mi corazón, ella sabe que la paternidad es un tema delicado para mí y, aun así, lo dijo para herirme. Compartí con ella mis temores y ahora los usa en mi contra de una manera cruel. 

—Hazle caso a tu mamá, Niek. —Nos levantamos del sofá y caminamos hasta llegar a ella—. Te voy a extrañar mucho, te amo. —le susurro. 

—Yo también te amo, Dámaso. —repite en el mismo tono. 

Ria abre la puerta, el taxista que llamó ya espera en la calle. Cuando agarra sus maletas, no puedo evitar dar un paso adelante y sujetar su brazo en un intento final de detenerla. 

—Por favor, sea lo que sea, podemos solucionarnos. Dame una oportunidad, danos una chance de ser felices. —imploro. 

Se sacude de mi agarre como si le diera asco que la tocara, la libero y da un paso atrás como si no soportara estar cerca de mí. 

—No hay nada que arreglar. Fue bueno mientras duró, ahora debes superarlo. —Traspasa la puerta y vira un poco su cabeza hacia mí—. Hasta nunca, Dámaso Katsaros. 

Y yo me quedo ahí en la entrada, viendo a dos personas que amo irse sin mirar atrás. Una vez más me hallo solo, desolado y con el alma destrozada. 

Me dejo caer de rodillas al suelo cuando el dolor es demasiado, siento como si me arrancaran el corazón en pedazos. De nuevo he perdido a alguien y esta vez no sé si podré recuperarme. 

 

Nota de autor: 

¿Están listos para llorar un poco? Dámaso, Ria y el pequeño Niek nos mostrarán lo que para ellos significa el amor. 




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