Sanando su Corazón

Capítulo 1: La Nueva Consultora

Dámaso 

Termino de anudar la corbata frente al espejo, me tomo unos segundos para detallar mi rostro y sin duda alguna me veo más viejo de mis treinta y cuatro años. A pesar de no tener canas, las líneas de expresión surcan mi rostro debido a los conflictos con los que he lidiado en los últimos meses. 

No solo me di cuenta de que tenía una hija de la cual me perdí seis años de su vida, sino que tuve que renunciar a ella para que fuera feliz con su otro padre, el hombre que la crio. Además de eso, Fátima, la madre de mi hija y la mujer que alguna vez amé, no ha dado señales de vida desde que prometió vengarse de mí por ponerme del lado de Silas, su exesposo. 

¿Cómo no podría tener arrugas con todo lo que ha pasado? 

Dejo de lado mis cavilaciones y desciendo hasta el primer piso de mi gigante y solitaria casa. Me encamino hacia la cocina para prepararme el desayuno, una vez termino salgo de allí rumbo a mi empresa. La compañía de textiles de los Katsaros fue fundada por mi abuelo materno, fue dirigida por mi padre antes de llegar a mí; he logrado que se expanda más allá de Italia, lo que implica que somos más reconocidos. 

Cuando llego, los empleados me saludan a medida que camino. Me subo en mi ascensor privado hasta el último piso donde está ubicada mi oficina; mi secretaria se levanta tan pronto como me ve llegar, sigue mis pasos hasta mi oficina con libreta en mano.

—Buen día, señor Katsaros, tengo su agenda con lo programado para hoy. —informa. 

—Buen día, Drea. Comienza, por favor. 

—Tiene reuniones con los nuevos inversionistas a las diez, como es probable que se alargue, despejé la hora del almuerzo. En la tarde tiene reunión con el vicepresidente, y señor… —Titubea un poco, pero continua cuando asiento—. Sé que me pidió que le despejara la agenda para después de las seis; sin embargo, la nueva consultora llega hoy y solo puede reunirse con usted a esa hora. 

—No, pídele que venga más temprano. 

—Señor, su vuelo desde Holanda arriba a las cuatro, tiene que instalarse, apenas y le dará de llegar puntual. 

—Drea, sabes que mis tardes son sagradas. No puedo faltar a las citas con mi hija. 

Nayla y yo nos vemos todos los días luego de que sale de la escuela, es mi manera de estar en su vida, y que, de alguna manera, no se olvide que de que la amo. Pasar con ella unas pocas horas al día con mi regalo, no es algo a lo que esté dispuesto a renunciar. 

—Señor Katsaros, usted mismo contrató a esta consultora externa para supervisar el proceso de producción. Le pagó el viaje desde Holanda e incluso le ayudó a conseguir una casa para ella y su hijo. —Me recuerda. 

—Mi hija es más importante. Haré que Christopher se reúna con ella, fin de la discusión. 

—De acuerdo, señor. 

Drea lleva años trabajando conmigo y sabe que no cederé, aunque no dejo de sentirme mal por faltar a un encuentro que yo mismo insistí en que se diera. Ria Akster en una consultora externa que contraté porque quiero que evalúe la producción de tela, encuentre fallas y me dé planes de mejora. 

La elaboración de tela es un proceso complejo que requiere adquirir las fibras, prepararlas, hilarlas, tejerlas, darles un acabado y embalarlas de acuerdo a los pedidos. Quiero que la señorita Akster nos ayude a optimizar esos procesos y de paso, hallar la manera de ser más cuidadosos con el ambiente. 

No la he conocido en persona, pero por nuestras conversaciones telefónicas, es una mujer inteligente y muy capaz. Perfecta para el cargo que desempeñará.

La hora de mi reunión con los inversionistas estadounidenses llega pronto, están buscando un proveedor de telas de algodón y lino para su marca de ropa. 

—Buen día, señores. —Los saludo cuando ingreso en la sala de juntas—. Comencemos. 

Después de las presentaciones iniciales, abrimos el plan de negocio que Drea ya había dejado en la mesa. Empezamos a discutir los puntos más relevantes hasta que llegamos a la parte delicada, el dinero.

—Me parece que es algo costoso, con este valor podríamos producir las telas por nuestra cuenta. —dice uno de ellos. 

—Podrían hacerlo; sin embargo, deben tener en cuenta que también necesitarán proveedores de la fibra, la maquinaria, los empleados y demás. Además de que mis telas son de calidad, no tendrán problemas para crear sus prendas. 

—No lo sé… 

Y tal como mi secretaria lo predijo, el asunto se larga hasta el punto que nos vemos en la obligación de ordenar el almuerzo. Dan casi las tres de la tarde cuando logramos llegar a un acuerdo que nos beneficia a ambas partes. 

—Ha sido un placer hacer negocios con ustedes, mi secretaria los guiará a la salida. 

Drea, que ya estaba en la puerta, les solicita que la sigan. Sabiendo que mi día no ha terminado, agarro mis papeles y me adentro en mi oficina; no pasa mucho antes de que la puerta se abra y por ella ingrese Christopher Katsaros, mi primo y mejor amigo. 

—Te ves viejo y cansado. —Es su saludo. 

—También es bueno verte, hombre. —le digo con sarcasmo. 




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