Sanando su Corazón

Capítulo 8: Superpijamada

Dámaso 

¿Sabor de helado favorito de Nayla? Listo en la nevera. ¿Palomitas de diferentes sabores? Listas. ¿Todas las plataformas de streaming que pude encontrar? Pagadas. Las cosas que compramos están al lado del sillón, incluso visto con la pijama de gatitos que Ria me hizo comprar y el conjunto de Nayla está en su habitación. 

¿Qué falta? Que el reloj marque las siete para que ella y Silas llamen a mi puerta. 

Me siento en el sillón, sin embargo, no soy capaz de quedarme allí por más tiempo, así que me levanto y camino por toda mi sala una y otra vez. Incluso acomodo las bolsas porque, según yo, están torcidas. 

Cuando el timbre suena, mi corazón late tan rápido que amenaza con salirse de mi pecho. Me seco las manos sudorosas en el pantalón e inspiro con fuerza antes de abrir la puerta. 

—¡Papá! —Nayla se abalanza contra mí, abrazándome—. Te extrañé esta semana. 

—Y yo a ti, hija. 

No miento, estar lejos de ella estos días no fue nada agradable. Sin embargo, yo lo necesitaba para poder estabilizarme un poco y agradecer que a pesar del poco tiempo que llevamos conviviendo, ella confía en mí lo suficiente como para amarme. 

—Es bueno verte, Dámaso —Silas me saluda. 

—Lo mismo digo, amigo. —Le doy un corto abrazo y me hago a un lado para que puedan ingresar—. En tu habitación está tu pijama, Nayla. 

—Genial, voy a vestirme. 

Nayla sube las escaleras y yo centro mi atención en Silas que me mira divertido. 

—Me imagino que te estuviste subiendo por las paredes desde que te dije de esta pijamada —Se burla de mí. 

—Ni te imaginas —susurro. 

—Pijama de gatitos, ¿eh? —Señala mis pantalones. 

—Tuve ayuda, compré muchas cosas. De algunas ni sabía la existencia. 

—¿Quién te ayudó? —Me da una mirada llena de sospecha. 

—Ria, una asesora que contraté. Es de Holanda. 

—Con que Ria…—Lo dice con suspicacia. 

—Es una empleada y amiga, ella y su hijo me agrada —digo, mi voz suena a la defensiva. 

—No he dicho nada —Se defiende, pero su sonrisa es burlona—. Sabes que no todas las mujeres son como Fátima, ¿cierto? 

Ha pasado un tiempo desde que ambos hablamos de ella; Silas ha preferido mantenerse al margen sobre lo que a ella concierne, pero yo no puedo darme ese lujo, debo proteger a Nayla de lo que su loca madre pueda hacerle. 

—Lo sé, no obstante, no pienso en Ria de esa manera. 

—Si tú lo dices…

—Eres tan molesto —Me quejo, aunque no estoy enfadado. 

Escuchamos los pasos de Nayla y pronto aparece vistiendo su pijama igual al mío. Cuando llega al primer piso, corre y me abraza de nuevo las piernas, solo que esta vez la levanto en brazos y la pego contra mi pecho. 

—Amo mi pijama, es muy bonita —manifiesta. 

—Me alegra mucho, Nayla. 

—Bueno, yo tengo que irme. Isla y yo tendremos una cita. 

Bajo a Nayla y abraza a su padre antes de regresar de nuevo a mi lado. 

—Que te vaya bien —le digo a mi amigo. 

—A ti también. —Se acerca y me susurra—. Nayla te ama porque eres su padre y la proteges, no pienses de más ni te hagas ideas locas, sé tú mismo y diviértete. 

—Lo intentaré —contesto en el mismo tono. 

—Esfuérzate. 

Con un último abrazo, finalmente se va. Me giro a mirar a Nayla, la cual ya me mira expectante. De acuerdo, yo puedo con esto. 

—¿Tienes hambre? —le pregunto. 

—Sí, quiero pizza. —pide. 

No estoy seguro de que sea una comida que Silas permita, pero se la daré porque hoy es una noche especial y ambos estamos trabajando en nuestra relación. 

—Pizza será, puedes escoger la película mientras tanto. 

—Una de princesas —Afirma. 

—La que quieras. 

Tampoco es como que vaya a objetar, probablemente me quede dormido a mitad de la función. Saco mi celular y llamo a la pizzería más cercana, mientras Nayla navega por las películas hasta encontrar una.

—Esta es la primera de Barbie, haremos maratón. 

—¿Y cuántas son?

—Unas cuarenta.

—¡¿Qué?! —chillo.

No hay manera de que podamos verlas todas, al menos no en una noche.

—No te preocupes, papá. Tendremos muchas pijamadas hasta que las veamos todas.

Sonrío sin poder evitarlo, ella quiere que hagamos de esto una tradición. Mi pequeña de gran corazón, ¿cómo no amarla cuando es tan noble?

—De acuerdo. 

Nayla deja que pasen los créditos iniciales y luego pausa la película, la pizza llega en menos de media hora y con nuestras porciones servidas, nos sentamos en el suelo frente al televisor.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.