Sanando su Corazón

Capítulo 10: Ven conmigo

Dámaso

Me subo a la ambulancia con Ria a mi lado y el pequeño Niek acostado en la camilla. Ambos serán revisados en el hospital porque la inhalación de humo no es algo que deba tomarse a la ligera. A Greta la llevaron antes porque se vio más afectada debido a su edad; sin embargo, no creen que su estado sea grave. 

Le pedí a Silas que hablara con los bomberos y las autoridades para que yo pudiera venir a asegurarme que la familia Akster estuviera bien, él aceptó de inmediato, comprendiendo que era importante para mí. 

La ambulancia se detiene, los camilleros bajan a Niek mientras Ria y yo nos quedamos atrás. La luz fría del hospital acentúa la palidez de las paredes al caminar por el pasillo. El rostro dela mujer a mi lado está marcado por el cansancio y la culpa, y no puedo evitar sentir un nudo en el estómago al verla así. Greta y Niek están en una sala al final del corredor, y cada paso que damos hacia ellos parece un eco de los eventos traumáticos de hoy.

Ria se detiene abruptamente, sus hombros se hunden y su respiración se vuelve irregular. La rodeo con un brazo, tratando de transmitirle algo de calma. Ella se vuelve hacia mí, sus ojos azules llenos de lágrimas.

—Fue culpa mía, Dámaso. Puse sus vidas en peligro. —Su voz es apenas un susurro, quebrada por el remordimiento.

La miro directamente a los ojos, tratando de infundirle fuerza con mi mirada. 

—Ria, fue un accidente. Nadie tiene la culpa de lo que pasó. Lo importante es que están bien.

Ella sacude la cabeza, su cabello oscuro cayendo sobre su rostro. 

—No entiendes. Podría haber sido mucho peor. Si algo les hubiera pasado…

—Pero no pasó. —La interrumpo suavemente—. Están a salvo, y tú también. Eso es lo que importa ahora.

Ria solloza y se apoya contra mi pecho, su cuerpo temblando. La abrazo con más fuerza, sintiendo su angustia como si fuera mía.

—Vamos a salir de esto juntos, Ria. No estás sola en esto.

Ella asiente débilmente contra mi pecho, pero sé que sus emociones están lejos de calmarse. Nos quedamos así unos momentos antes de que ella se enderece y se limpie las lágrimas con el dorso de la mano.

—Necesito verlos. —dice, su voz más firme ahora.

Asiento y la guío hacia la sala donde están Greta y Niek. Al entrar, veo a Greta acostada en la cama, con algunos vendajes, pero despierta y alerta. Niek está despierto y se ha bajado de la camilla, está sentado al lado de su abuela, sosteniendo su mano, y se vuelve hacia nosotros cuando entramos.

—¡Mamá! —exclama Niek, soltando la mano de su abuela y corriendo hacia Ria.

Ria lo recoge en sus brazos, abrazándolo con fuerza. 

—Oh, mi amor, lo siento tanto. —susurra contra su cabello.

—Estamos bien, mamá. 

Sonrío y camino hacia la cama de Greta. 

—¿Cómo te sientes, Greta? —le pregunto.

—Mejor de lo que parecía al principio, gracias a Dios. —responde ella con una sonrisa débil—. Y gracias a ti, Dámaso, por aparecer y cuidar de Ria.

—No hay necesidad de agradecerme. Lo importante es que están bien. —contesto, sintiéndome un poco incómodo con el agradecimiento.

Ria se sienta en una silla junto a la cama, con Niek aún en sus brazos. Greta la mira con ternura y extiende una mano hacia ella. 

—No fue tu culpa, querida. Fue un accidente. Lo importante es que estamos juntos y a salvo.

—Escucha a tu madre, Ria. —digo, sentándome en la silla junto a ella—. Se recuperarán de esto y saldrán más fuertes que nunca.

Ella asiente nuevamente, sus ojos brillando con determinación. 

—Gracias, Dámaso. No sé qué habría hecho sin ti hoy.

Le doy un apretón suave en el hombro. 

—Siempre estaré aquí para ti, para ustedes. No lo olvides nunca.

El peso de la culpa parece empezar a levantarse un poco de sus hombros, y aunque sé que queda un largo camino por delante, estoy decidido a estar a su lado en cada paso. No hay un motivo en específico o al menos ninguno que quiera reconocer ahora, solamente sé que quiero proveerles hasta que se sientan mejor y eso me insta a decir lo siguiente: 

—Ria, he estado pensando. La casa en la que estaban viviendo no es segura ahora. Hasta que encuentren un lugar adecuado, me gustaría que se quedaran en mi casa.

Ella levanta la vista, sus ojos todavía llenos de incertidumbre y cansancio. 

—Dámaso, no puedo aceptar eso. Eres mi jefe, y aunque somos amigos, sería inapropiado.

Sacudo la cabeza, tratando de mostrar mi convicción. 

—Ria, esto no tiene nada que ver con el trabajo. Es una situación de emergencia, y quiero que estén seguros. Mi casa es grande, hay espacio más que suficiente.

Ella parece estar a punto de protestar nuevamente cuando Greta interviene. 

—Querida, creo que es una excelente idea. Nos dará tiempo para recuperarnos y encontrar una solución más permanente sin presión.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.