Sanando su Corazón

Capítulo 11: Aparece el Mal

Dámaso 

Lo primero que pienso al abrir los ojos es que no me encuentro en mi casa. ¿Por qué lo digo?, porque se escucha ruido en el primer piso, al igual que el sonido de la risa de un niño. Es allí cuando recuerdo que los Akster están en mi casa e inmediatamente una sonrisa se forma en mi cara. 

No estoy solo. 

Me levanto de la cama con una sonrisa gigante en mi rostro, la cual permanece mientras me baño y visto con mi traje. Tan pronto como llego al primer piso, el aroma de comida me recibe, al igual que la intensidad de los sonidos. Se siente tan bien estar rodeado de personas. 

—Buen día —saludo al ingresar. 

—¡Dámaso! —Niek corre a mi encuentro. 

—Hey, amigo. ¿Cómo dormiste? —Lo cargo cuando me pide hacerlo y camino hasta sentarme en la silla al lado de su madre. 

—Bien, la cama era muy suave —responde. 

—Me alegra mucho —Me giro en dirección a las mujeres—. ¿Y ustedes? 

—Pudimos descansar, querido —responde Greta y su hija asiente de acuerdo. 

—Te preparamos el desayuno, espero que te guste —Ria pone el plato frente a mí. 

—Muchas gracias. 

Bajo a Niek al piso y me dispongo a probar bocado, la comida está deliciosa y se los hago saber con los ruidos que produzco al masticar. Ambas mujeres sonríen satisfechas, lo que, por supuesto, me llena de felicidad. 

—Es posible que regrese a Holanda pronto —dice Greta. 

—¿Por qué? —pregunto. 

—Allá tengo mi casa, mi vida. Vine para ayudar a Ria, pero ella ya está bien, además de que te tiene a ti, ya no me necesita. 

—Mamá… 

—Mis amigas me esperan allá, tengo que patearles el trasero en el bingo. 

—Oh, en ese caso, puedo pedirle a mi asistente que le consiga un pasaje. —Busco a sacar mi celular, mas ella me lo impide. 

—No, ya me encargué de eso, suficiente ya has hecho por nosotros. 

—No es nada, no me molesta. —me apresuro a decir. 

—Yo sé eso, pero a mí sí. Así que nada, les dejaré algo de comida antes de irme. 

—Gracias, mamá. 

—Gracias, Greta —replico. 

Termino de comer e intento levantarme para lavar el plato, pero ella me lo quita de la mano antes de que pueda hacerlo. Me acerco a ella y le doy un corto abrazo, un gesto de agradecimiento por su comida; cuando me separo de ella, Ria me mira con una expresión en el rostro que no logro identificar. ¿Hay algo mal? 

Le iba a preguntar, sin embargo, Niek se acerca corriendo hasta nosotros. 

—¿Ya se van?, ¿puedo ir con ustedes? —Nos pregunta. 

—Ya nos vamos, sin embargo, me temo que no puedes venir al trabajo conmigo. No es un lugar seguro para niños. —Alega su madre. 

El niño mira en mi dirección, buscando apoyo, no obstante, concuerdo con ella. No es un lugar seguro para él, al menos no todavía. 

—Tu madre tiene razón, Niek. 

—Está bien —Su expresión se apaga un poco. 

—Ir a trabajar con los adultos es aburrido, tú y yo pasaremos una tarde divertida. —Lo anima su abuela. 

—¡Genial! —Celebra.

Y eso basta para que se olvide por completo de su tristeza. Ria se acerca a despedirse de su familia, entretanto, yo salgo de casa y me acerco a mi auto en espera de que ella termine. Cuando sale, le abro la puerta y luego me subo del lado del conductor para llevarnos a la empresa. 

—Hoy puedo darte un adelanto del informe, si te parece bien. 

—No estoy seguro de mi agenda, pero podemos vernos a la hora del almuerzo. 

—¿Estás seguro? Eso puede esperar. 

—Estoy seguro —le respondo. 

De esa manera, no tendré que comer solo. 

—De acuerdo. 

Hacemos el resto del camino en silencio, no sé qué está pasando por la cabeza de ella, pero me hago una nota mental de indagar más tarde. Tal vez solo esté abrumada por lo que pasó, ¿debí darle el día libre? Genial, me da por pensar en eso justo cuando estamos llegando a la empresa. 

Decido que la mandaré a casa después del almuerzo, quiero que descanse y pase más tiempo con su madre antes de que se vaya. 

Ria baja del auto tan pronto como aparco y yo hago lo mismo, no sin antes agarrar mi maletín. Ingresamos al edificio y de inmediato somos objeto de miradas de los trabajados, la mujer a mi lado se aparta de mí como si fuera algo de qué avergonzarse. ¿No le gusta que la vean a mi lado? 

—Nos vemos en unas horas —dice. 

—Nos vemos —le respondo al aire porque ella se marchó sin esperar mi contestación. 

Algo está pasando, pero no tengo idea de qué. 

Con un suspiro, subo a mi elevador y marco el número de mi piso, debo ocupar mi mente en el trabajo hasta que llegue la hora de hablar con ella. Cuando las puertas se abren, veo a Chris inclinado sobre la mesa de Drea, demasiado cerca de ella. 




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