Sangre mestiza

XII

“Se supone que el lobo se enamora una sola vez

y nunca se equivoca. ¿Será porque no soy del todo uno,

el mío ahora anda delirando?

 

 

Después del día en el que Eli no me quiso decir el porqué de su reacción ante el hecho de que me había tatuado aquel símbolo, le insistí repetidas veces, pero en ninguna ocasión me dijo la razón, por lo que ese tema se quedó ahí, total solo era unas rayas sin significado o por lo menos no había nada en los libros de la biblioteca del pueblo, ni en los de mi manada, no que yo recordara. Por otro lado, Miguel se había quedado fascinado con el tatuaje, según él de alguna forma era un tatuaje que me describía, que tenía mi aura o algo así.

Los meses pasaron y cada vez más personas venían a tatuarse conmigo y mi miedo por ser descubierto aumentaba, hasta aquel momento y por suerte todos eran humanos, que no habían tenido contacto con ningún ser de mi mundo o por lo menos eso decía el olor de su sangre y su piel sin marcas.

—Ya está terminado. Su última sesión —dije aliviado al dar el último retoque al cliente que había venido de Verona y por desgracia había tenido contacto con lobos, lo que hizo que fuera más difícil que la tinta quedara brillante en su piel debido al veneno que corría por su sangre.

—Gracias. Quedó fantástico, a pesar del problema con mi piel —mencionó mirándose la pierna en el espejo— Como te decía deberías venir a Verona, sería bueno que alguien tan talentoso fuera más conocido y tenga mejores condiciones y sobre todo que no sea otro títere de Russo, un poco de diversidad no nos vendría mal— propuso por primera vez, mientas me entregaba el dinero.

—Gracias, pero prefiero vivir en el pueblo que me vio crecer —dije seguro de mi decisión, nadie cambiaria eso jamás o por lo menos eso quería que pareciera.

Por otro lado, solo pensaba que pasaría si este hombre supiera que la persona con la que se estaba acostando era parte del grupo del hombre que tanto odiaba y que lo más probable es que lo estaba usando como su banco de sangre personal. No le dije nada porque lo último que quería era que ese hombre se quedara más tiempo y quien fuera el lobo detrás de él llegara a buscarlo.

Luego de que se fuera regresé a casa con Eli rogándole a la Luna que nadie más relacionado con el monstruo de Sr. Russo quisiera un tatuaje conmigo o no podría seguir con mi trabajo.

—Buenas noches, Eli —dije, saludándola exhausto, mientras me desplomaba en una de las sillas de la mesa.

—¿Ya se fue el señor, mi niño? —me preguntó Eli preocupada, luego de darme un beso en la frente.

—Si. Cada vez que mencionaba a ese monstruo las ganas de decirle que si a su propuesta y enfrentarlo crecían dentro de mi —Hasta yo pude notar el rencor en mi voz.

—Kylian —dijo con ese tono de advertencia que solo me daba a entender una cosa, cálmate y para— Sabes que ir tu solo, sería suicidio. Tiene todo un ejército dispuesto a lo que sea por él.

—Lo sé… por eso le dije que no —murmuré serio— Pero me da rabia ver que ya no se conforman con destruir manadas, sino que también están usando a los humanos para sus propios beneficios como si fueran algo desechable, no dudo en lo absoluto que ellos sean la causa de todas esas desapariciones y muertes en los últimos años —La rabia se había apoderado de mí, otra vez, hasta que vi a Eli sonriendo— ¿Qué te da gracia? —pregunté confundido.

—Que cuando te conocí te daban igual los humanos y ahora resulta que te molesta que los usen como objetos desechables. Has crecido mucho mi niño —me explicó Eli con orgullo— Sé que te molesta lo que está pasando, pero tu solo no puedes contra todos ellos, ya llegara el momento en el que se le pueda dar un alto a esa manada del horror.

—Supongo que eso es lo que hace pasar tanto tiempo con ellos —respondí encogiéndome de hombros.

Esa fue la única conversación que tuvimos antes y durante la cena. Ambos estábamos metidos en nuestros pensamientos hasta que todo estuvo completamente oscuro afuera y mi lado animal sintió la necesidad de salir y liberar toda aquella energía y emociones acumuladas.

—Voy a salir. Necesito calmar a mi lobo antes de que mi lado vampiro empiece una pelea mayor a la que ya tienen —le avisé antes de subir a mi habitación para poder cambiar a mi lado animal.

—Ten cuidado de que te vean, por favor —me suplicó y me abrió la puerta para que saliera.

Como siempre que corría sin dirección alguna tarde o temprano terminaba en la cueva. Esta vez de la única forma que paré, fue cuando caí en el lago frío. Igual que años atrás, sentí que me liberaba de todo aquello que me atormentaba, aunque fuera por unos pocos segundos. En estos momentos era mejor sentir que me congelaba a seguir pensando que jamás podría acabar con el monstruo de Sr, Russo.

—¿Por qué? ¿Por qué tiene que ser así? —pregunté mirando con enojo a la Luna— Él tiene todo a su favor y solo lo usa para acabar con el resto del mundo —reclamaba lleno de ira —Él debería ser quien estuviera muerto, no mi manada, ni las cientos de miles de manadas con las que ha acabado. ¿Por qué demonios lo dejas seguir acabando con todos?  ¡Hasta los humanos lo odian! Solo tú sabes lo difícil que es lograr eso.

Así pase toda la noche, grité y aullé hasta quedarme sin nada por dentro. En ningún momento salí del lago, sentía que si salía el calor volvería y con ello la ira que había sentido horas atrás. No fue hasta el mediodía del día siguiente que me sentí mejor, ahí salí y tomé las ropas que había dejado días antes por si necesitaba quedarme un tiempo allí.




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