Sangre mestiza

XV

"Siempre soñé como seria mi primera mordida,

la primera vez que probaría la sangre sería

algo lindo y planificado, no por mi vida"

 

 

Continué levantando la vista con lentitud, el dolor de garganta por el nudo formado y las lagrimas acumuladas en mis ojos se hacían mayor con cada segundo.

—¡No! ¡Mamá! ¡Papá! ¡No! ¡Llévame a mí! ¡Ellos no! ¡Yo soy a quien quieres! ¡No! ¡Por favor, te lo suplico! —grité al ver como Sr Russo tenía a mis padres agarrados del cuello, sin permitirles defenderse mientras los alejaba de mí.

Trataba de acercarme y ayudarlos. Defenderlos como se suponía que debía hacer, pero no lograba moverme por más que luchara contra mi propio cuerpo o lo que fuera que me impedía ir hacia ellos.

—¡Déjalos en paz! ¡Tómame a mí! —supliqué asustado, deseando que me hiciera caso, mientras comenzaba a sentir un calor insoportable debido a las llamas alrededor de la casa.

—¡Kylian! —Escuché que Alex gritaba haciendo que todo cambiara, el frío volvió y la oscura cueva fue lo que se presentó ante mis ojos, estaba soñando.

—¿Qué? ¿Qué pasó? —pregunté, asustado, mientras me sentaba de un tirón, aún aturdido por aquella pesadilla.

—Estabas gritando. Tenías una pesadilla —susurró, alejándose un poco de mí, algo que agradecí para que no se diera cuenta de mi herida.

—Perdón, no quise despertarte —me disculpé sin ánimos—. Hace mucho que no me pasaba.

—No te preocupes, todos tenemos una pesadilla que nos persigue —dijo a mi lado, dejando escapar un fuerte suspiro—. ¿Qu pasó con ellos? Digo, si quieres hablar...

—No me gusta hablar de mi pasado. Eso no cambiará lo que sucedi —dije tajante, no pensaba hablar de lo que le había pasado a mi manada.

—No, no lo cambiará, pero sí puede cambiar tu presente y tu futuro. Callarse las cosas solo hará que el trauma empeore. O eso decía Nad. —Su tono de voz fue nostálgico por lo que la miré preocupado, pero al ver que sonreía me relajé.

—Mi madre decía lo mismo y ahora ella ya no está. Lo siento, pero la última vez que confié en alguien, me traicionó —confiar en alguien más y mostrarme vulnerable era algo que había dado por prohibido, ni siquiera con Elizabeth me había abierto tanto, nunca le dije con detalles lo que le había pasado a mi familia y ella nunca preguntó, algo que le agradecía infinitamente.

—Si te sirve de consuelo, yo no conozco a nadie que no sean ustedes dos. Hasta estoy sorprendida de que me entiendas con lo pésimo que hablo tu idioma. No obtengo ningún beneficio por traicionar a la persona que me salvó la vida. Crecí entre monjes, Kylian. Ellos mencionan la lealtad más veces de las que pestañean. Aunque también te entiendo, pues ni siquiera te dije mi nombre real. —Escuchar aquello me hizo dudar un poco de si debía abrirme a ella o no.

—Lo sé. Te escuché hablando con el padre de Elizabeth. Además, cuando me encontraba con alguno de los monjes en el bosque, preguntaban por ti y por el tal Osmon. Cuando les mencionaba a Alex, se quedaban confundidos, aunque luego entendían de quién hablaba —le resté importancia a aquel detalle.

—¿Y por qu me lo dices hasta ahora? —preguntó sorprendida.

—Porque no es asunto mío. Entiendo que hay cosas que prefieras guardarte, pues yo también me he guardado datos sobre mí. Hay cosas que, mientras menos personas las sepan, mejor.

—Gracias.

Luché durante varios minutos contra todo mi ser por no decirle nada, pero al ver que ambas de mis partes estaban de acuerdo e incluso me suplicaban porque dejara ir todas las barreras que había puesto entre el mundo y yo, suspiré rendido y me dispuse a contarle.

—Los mataron. A mis padres y a mi novia. Delante de mí —confesé—. La persona a quien solía llamar hermano nos traicionó.

—Oh, cuánto lo siento. —exclamó haciéndome rodar los ojos con fastidio.

—No digas eso, es molesto. Pasó hace mucho. Todos los de la manada terminaron muertos y yo no pude hacer nada para evitarlo, solo hui. Tenía quince años, estábamos en una cena familiar y, justo cuando pensé que mi mejor amigo vendría a unirse, resultó ser que solo estaba esperando el momento perfecto para darle la señal al peor ser que ha pisado este planeta para que entrara a mi casa. Traté de defenderlas, mas no sirvió de nada. En un abrir y cerrar de ojos, Massimo tenía a Agathê entre sus brazos. Era una niña. Ni siquiera se había presentado y no podía defenderse de alguien que lo había hecho hacía tres años —le conté con un profundo dolor en el pecho.

—¿Qué es presentarse? —me interrumpió.

—Es cuando tu lobo está cien por ciento maduro y logras tener la habilidad de poder compartir con él y disfrutar cada una de las ventajas que te puede dar según tu rango, edad y entrenamiento —recité de memoria.

—Oh, ya entiendo. Continúa, si quieres —me animó a que le siguiera contando.

—Quise que intercambiaran a su víctima, que hicieran conmigo lo que quisieran, pero cuando me acerqué, Massimo la mató. Escuché el grito de mi mamá y de Agathê... Habían matado a dos de las personas más importantes de mi vida frente a mí y no pude hacer nada. Quise matarlos e iba a hacerlo, pero mi padre me detuvo. Luego no recuerdo mucho más, solo a mi padre gritándome que corriera y no mirara atrás. Estuve días huyendo como un cobarde hasta que llegué aquí, justamente a esta cueva. Elizabeth me encontró y me adoptó como su nieto. El resto ya lo sabes —Recordar aquello me daba rabia, no contra Sr. Russo o Máximo, sino conmigo mismo por no haber defendido a mi manada como tenia que ser.

—También eras un niño, no puedes juzgarte por haber huido. Si eran mayores en experiencia y número, lo mejor que hiciste fue irte, como tu padre te lo pidió. Sé que duele ver cómo personas a las que amas, o que están a tu alrededor, mueren por tu culpa. Y vivir con ese cargo de conciencia encima todos los días es difícil, pero es lo que nos tocó. Hay que tratar de recordar lo bueno y no lo malo. No digo que sepa lo que sientes con exactitud, pero sí entiendo el sentimiento y es horrible.




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