Sangre mestiza

XVI

"Cuando las cosas están claras es cuando te das cuenta

 de si las decisiones que tomaste antes son las correctas o no".

 

 

Cerré lo ojos y negué alejando mis labios de los de ella y por lo menos en eso hacerle caso a los valores que mis padres me habían enseñado. Ya me había sobrepasado demasiado y los efectos del medio lazo comenzaban a manifestarse. Podía sentir la inseguridad que había en su ser y el miedo, como también las ganas de continuar y saber más, de igual forma solté el agarre que tenía en su cintura, permitiendo que ella se sentara a mi lado. Aunque no me gustó el hecho de que eliminara cualquier contacto entre nosotros, no dije nada.

Saber lo que estaba pasando por su cabeza me encantaba, sus sentimientos por mí, aunque fueran confusos, sus miedos e inseguridades, lo que le causaba felicidad y amaba, pero por desgracia para mí lo que ocupaba más espacio en su mente y corazón en esos momentos era ese supuesto amigo suyo, preguntándose si estaba bien o no.

—A partir de ahora podemos saber cómo se siente el otro en todo momento. Por ejemplo, ahora estás ansiosa y preocupada, aunque creo que eso es normal en ti —comenté, en un intento de dejar de seguir indagando en su mente y que ella pensara en otra cosa.

—¿Cómo haces eso? —preguntó, acercándose a mí, curiosa, algo que agradecí internamente.

—Para todos es distinto. En tu caso, está claro por tu sangre, que no eres humana, pero tampoco perteneces a ningún grupo que yo conozca, así que no sabría decírtelo. En el mío es fácil: la marca, lazo, mordida, o como prefieras llamarlo, es un tema muy sensible para los lobos, por lo que es casi automático. Por otro lado, los vampiros son muy sensibles, todos sus sentidos están incrementados al trescientos por ciento —expliqué feliz de haber logrado mi objetivo, tenerla cerca y ocupada en algo que no la haciera sentir mal.

—¿Me estás diciendo que soy un bicho raro? Hasta donde tengo entendido, sí soy humana —dijo en broma

—De verdad que eres única —me burlé a carcajadas por sus ocurrencias—. Sí, se podría decir que eres un lindo bicho raro, pero que no eres una humana normal, no lo eres. ¿Acaso nunca te has preguntado por qué hay cientos de supuestos monjes dispuestos a dar su vida por ti? ¿O por qué hay tantos monstruos dispuestos a matar solo para tenerte bajo su poder? Eso sin contar con que no sufriste ningún efecto secundario ante mi veneno, lo cual es algo casi imposible, considerando que el mío es el más fuerte por la mezcla de vampiro y lobo que hay en mi sangre. —Por más que lo pensara era imposible de que ella fuera humana, tenía que ser algo más, pero no estaba seguro de que.

—Espera un segundo. Eres mitad vampiro y mitad lobo. Dijiste que mataron a toda tu manada. ¿Puedo preguntar quién lo hizo? —Su repentino entusiasmo sobre un tema que pensaba que le había dejado en claro, no me gustó en lo absoluto.

—No me gusta hablar de eso —dije con sequedad, sin ganas de que continuara recordándome lo que había pasado.

Esta vez fui yo quien se alejó, me enojaba que usara ese tono de voz para hablar de algo tan delicado y como sus pensamientos estaban hiendo demasiado rápido, no entendía a qué punto estaba queriendo llegar con sus preguntas, ni quería saber.

—Fue tu abuelo, ¿cierto? —insistió.

—No quiero hablar de eso, entiende. Nunca debí contarte nada. —Le di la espalda. Me arrepentía al cien por ciento de haberle contado de mi pasado.

Tal y como me había imaginado antes, si lo contaba empezarían a hacer preguntas. Ahora por haber roto la promesa que me había hecho a mí mismo de no contarle a nadie, nada sobre mi vida anterior, tenía a Alysa indagando, arruinando el ambiente por completo. Tanto mi lado vampiro, como el lobo estaban enojados y dolidos, al punto que se callaron, dejándome completamente solo y yo solo deseaba que Elizabeth apareciera de una buena vez.

—Osmon no acepta a su lobo por culpa de su pasado. Tiene miedo de convertirse en un monstruo o de atraer al monstruo que destruyó lo que él más amaba: su familia. Yo creía ser la única que quedaba de ella. Aunque no soy de su misma sangre, siempre me hicieron sentir parte de su familia. Me confesó que tenía un primo, al que nunca conoció, que era un híbrido de vampiro y lobo, y que lo mataron junto a sus padres y su manada cuando era un niño. Según lo que él escuchó de los rumores, fue uno de los abuelos del chico. —«Genial, tenía que empezar a hablar del tipo ese» pensé, hasta que menciono lo del primo hibrido, según tenía entendido, de nuestra generación el único hibrido de vampiro y lobo era yo—. Días después, los padres de Osmon fueron a averiguar qué había pasado o si los rumores de que aquel chico había sobrevivido eran ciertos. Pero, justo cuando les fueron a contar a los padres de Nadeem, los asesinaron. Desde entonces, Osmon no sale del templo y solo se relaciona con los monjes y con nuestro círculo de amigos. Las pocas veces que lo vi cerca de sus tíos pude notar que se aguantaba las lágrimas y apretaba los puños para controlarse.

La historia que ella contaba era muy parecida a la mía. Eran muchos detalles que coincidían, incluso la parte de que uno de esos monstruos había sido quien había acabado con mi manada y la rabia volvió a mí, aun después de tantos años seguía sin entender como mis propios abuelos me querían muerto, como uno de ellos había sido capaz de matar a su propio hijo con sus propias manos y el otro de dejar a su hija desamparada sabiendo que su enemigo a muerte la buscaría para vengarse de él y por ensuciar su linaje puro. Por otro lado, me negaba a creer que ese tipo era mi primo, no recordaba casi nada de mi familia biológica, solo los conocía por lo que mis padres me contaban, ya que visitarnos era demasiado riesgoso para todos, estar juntos era regalarles en bandeja de plata a esos monstruos lo que tanto querían, acabar con todo lo que estaba fuera de lo que ellos consideraban bien y perfecto.




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