Sangre mestiza

XIX

A veces, el dolor más profundo surge de las verdades que se esconden para protegernos.

Después de lograr que Alysa se calmara un poco, la llevé a su habitación y me quedé un rato a su lado, en silencio, mientras ella lloraba negando la noticia que le habían dado. Sabía lo que sentía; yo mismo lo había vivido. Ese dolor no se comparaba con absolutamente nada, y nada de lo que otras personas pudieran decir ayudaría a sentirse mejor. Deseaba poder tomar su dolor y hacerlo mío, que ella no sufriera, que no pasara por esto, pero no podía; me sentía impotente.

Por otro lado, ambas de mis partes deseaban enfrentar a los tres que estaban abajo. En nuestra mente no cabía la posibilidad de que ellos hubieran escondido algo tan importante como la muerte de sus padres, solo por la estupidez de que aún no era "el momento". Claro que nunca iba a ser el momento adecuado para contar algo así; siempre se decía justo cuando te enterabas. Mi lobo deseaba acabar con Osmond desde que nos atacó, pero escucharlo protestar porque era yo quien estaba con Alysa y no él, en vez de arrepentirse por ser tan mal amigo, solo aumentaba las ganas que tenía de acabar con él.

Cuando Alysa se durmió en mis brazos, la dejé en su cama, con cuidado y bajé a la sala.

—De ellos podía esperar cualquier cosa, pero ¿de ti? Jamás me imaginé que fueras capaz de ocultar cosas tan importantes. Déjame terminar —dije cuando Elisabeth intentó defenderse—. Y tú —señalando a Osmond—, no te quiero cerca de mi flamita. Cada vez que lo haces, es para mentirle y dañarla. Ella es mi Luna; ya no hace falta que supuestamente la protejas. Para eso estoy yo. —El idiota frente a mí gruñía con furia, dando a entender que no me mataba porque su Alfa no lo dejaba—. Alysa ha confiado en ustedes y solo la estuvieron engañando todo este tiempo. No me sorprendería que ustedes ya supieran lo de sus padres mucho antes de llegar aquí. Después de todo, fingieron no saber qué significaba su tatuaje cuando realmente sabían absolutamente todo. De hecho, estaban esperando que llegara el momento en que ella se lo hiciera. —Ambas de mis partes estaban descontroladas y se podían sentir en mi aroma que cada vez era más fuerte y presente, casi a su punto máximo, debilitando a los que estaban alrededor.

—Kylian, cálmate, nos estás haciendo daño. Las cosas no son como tú piensas. Sí, le ocultamos cosas a Alysa, pero fue por su propio bien y el de todo nuestro mundo. Sabes perfectamente que las leyendas, las escrituras, hay que seguirlas al pie de la letra. Si se cambia, aunque sea la más mínima cosa, podría llevar a la destrucción, no solo a nuestro mundo, sino también al de los humanos —dijo Noa, intentando mantener la compostura a pesar de lo débil que se sentía. Era obvio que, aunque mi lado vampiro y mi lado lobo no se llevaban bien, cuando se unían podían acabar con quien fuera, especialmente si sentíamos que aquella persona a la que amábamos estaba en peligro.

—Mi niño, por favor, entiende. Nunca quise esconderte nada. Desde el primer momento en que vi aquel símbolo, desde el primer momento en que vi que te lo tatuaste, quise contarte lo que estaba pasando y por qué te sentías como te sentías. Quise ayudarte, hacerte entender que realmente no estabas solo, que había otra persona que estaba pasando exactamente por lo mismo que tú. Pero no podía; tenía que dejar que el tiempo transcurriera y que fuera la Luna quien decidiera cómo iban a suceder las cosas, si de verdad ambos estaban destinados a ser aquellas personas que las escrituras mencionan. Sabes que te quiero como mi nieto, como si fueras mi nieto biológico, y que jamás haría algo para dañarte o hacerte sentir mal. No queríamos contarle a Alysa lo que había pasado con sus padres porque acababa de pasar por un momento muy traumático. Aquellos monstruos de los que habías estado huyendo están cerca y no podemos permitirnos que ninguno de nosotros esté débil o se sienta mal, o tenga la cabeza en otro lado, porque ellos podrían tomarlo como una ventaja y acabar con todos nosotros de una vez por todas —intentó explicarme Elisabeth, y aunque la entendía, seguía sintiéndome traicionado. Bajé un poco las defensas y mi aroma dejó de ser tan intoxicante para ellos, especialmente para ese tal Osmond.

—No me importa lo que digas. Alysa siempre será la persona más importante en mi vida y ni tú ni nadie me va a separar de ella. Me he pasado toda mi vida procurando su bienestar y cada una de las cosas que he hecho y he dicho han sido por su bien. Te crees que porque llevas unas horas de haberla marcado la conoces, pero no tienes ni idea de las cosas por las que ha pasado o de las cosas que he tenido que evitar que pasaran. Puede que te haya contado alguna de ellas, pero yo las viví a su lado y pienso permanecer haciéndolo. Sé que ya te diste cuenta de que la amo con mi vida, y no me importa que sea tu Luna o que la hayas marcado; a la más mínima que me entere de que la haz dañado, romperé todos y cada uno de los códigos de La Manada porque no voy a permitir que nada, absolutamente nada malo le pase, y tú no lo vas a impedir —dijo amenazante Osmond, casi en posición de ataque, mientras que yo solo me reía a carcajadas de su cinismo.

—Ya veremos quién le hace daño a quién y quién será el que rompa los códigos de La Manada —sentencié.

—¿Podrían dejar de estar peleándose? Son dos adultos en la misma manada, deberían respetarse —trató de mediar Elisabeth—. Mejor concentrémonos en cómo hacer que Alysa se mejore. Está pasando por un momento horrible y la entiendo, pero lo cierto es que estamos bajo amenaza. En cualquier momento nos pueden atacar, no tenemos tiempo para andar lamentándonos, por cruel que suene.




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