Sangre mestiza

XXI

"Cuando la razón y el instinto chocan, no siempre se trata de elegir bien, sino de aceptar que, pase lo que pase, alguien saldrá herido."

—Nada. Buenas noches —dijo rápido, tapándose la cara por lo roja que estaba y evitando mi mirada.

—Oye, tranquila, no hay de qué avergonzarse. No te voy a mentir, agradezco que no sepas lo que yo siento y que no puedas escuchar los latidos de mi corazón, pero eso no significa que tengas que sentirte mal por lo que te está pasando. Es normal y yo no tengo problema con eso; al contrario, me gusta. —Se sentía bien cada vez que mi nombre aparecía en el centro de atención en su mente y emociones y tenía que admitir que también hacia lo posible para que fuera la mayoría del tiempo.

—No es justo. Yo quiero saber lo que pasa contigo. ¿Cómo es que te alegra que no sepa? —pregunto a la vez que se sentaba en la cama.

—¿Para qué? Créeme, es mejor que no lo sepas. Hay días en los que soy un completo caos. —Me alegraba que ella no pudiera saber lo que yo sentía, tenía miedo de que lograra saber todo lo que pasaba por mi cabeza.

—Claro. Como si yo, desde que me conociste, hubiera sido la persona más tranquila y calmada del mundo —me respondió con ironía.

—Contigo no se puede… —dije rendido ante su insistencia— Solo te puedo enseñar cómo se escucha mi corazón cuando estoy cerca de ti. —Le agarré la mano y la puse en mi pecho—. Ahora está un poco más calmado porque trato de regularlo. Elizabeth me pidió que tratáramos de regular los latidos de nuestros corazones. Si bien a mí me parece tierno, hermoso y divertido cuando estás así, a los demás les puede doler. Tener un oído muy sensible puede ser una desventaja en ocasiones y escuchar los latidos acelerados de un corazón todo el tiempo puede lastimar mucho. Los tuyos, lejos de hacerme daño, me hacen sentir bien y me alegran. Algo raro, si me lo preguntas, pues eso solo sucede entre madre e hijos.

—Otra vez me llamas bicho raro —dijo con una risita.

—Y tú otra vez protestas por las cosas pequeñas después de toda una explicación —replique divertido.

—Ya me habían dicho algo parecido. Una chica se quejaba mucho de eso en la escuela. Cada vez que me veía, decía que dejara de tener el corazón acelerado, que le dolía. En aquel momento yo no entendía por qué decía eso. Es que… ¿cómo rayos hago que mi pulso deje de estar agitado? Esa gente me pedía cosas como si yo fuera igual que ellos. Toda la vida he tenido el corazón así y a ninguno de mis amigos les había molestado.

—Ellos crecieron junto a ti, por lo que están acostumbrados. A los monjes, por otro lado, les enseñan a aguantar cualquier tipo de ruido fuerte y continuo. Es parte de su entrenamiento —le explique.

Durante unos minutos disfrutaba sentir lo mucho que le emocionaba saber cómo mi corazón estaba acelerado por su presencia y tacto. Solo se puso mejor cuando nuestros latidos se sincronizaron, era la mejor música del mundo, deseaba que siguiera así para siempre. Su rostro sonrojado mirándome con esa dulce sonrisa, era lo más hermoso que jamás había visto.

—Aún no me has dicho qué es lo que sientes. Quisiera aprender a notar las mismas cosas que tú —insistió, retirando su mano de mi pecho, dejando un vacío frio en esa zona.

—A ti no se te olvida nada, ¿cierto? —pregunté, divertido.

—No, nunca —dijo con emoción.

—Vale… Algo difícil de lograr en los lobos es que su lado animal acepte a su pareja, ya que son mucho más selectivos en ese aspecto. En mi caso fue al revés: después de que casi nos matas con tu flecha, mi lobo se sintió curioso por tu presencia y quiso conocerte. Eso me molestó, no te voy a mentir. Los primeros días era cortante y lejano contigo porque no quería hacerle caso. No me estoy excusando por cómo actué, pues sé que estuvo mal, pero es la verdad. A medida que te fui conociendo, mi curiosidad creció y mi lado animal comenzó a tener sentimientos hacia ti. Eso me enojó aún más. —Recordar aquellos días me frustraba porque sentía que había perdido mucho tiempo, sin contar la forma en como la trate, más toda la confusión que su presencia me provocaba al principio.

—¿Por qué te molestaba? —pregunto, curiosa.

—Porque no quería sentir nada fuerte por alguien y aún tengo miedo… miedo de lo que estoy sintiendo por ti. Todas las personas que alguna vez amé con todo mi ser, están muertas. Las asesinaron frente a mí y no pude hacer nada para evitarlo. Desde ese día, me prometí jamás sentir algo tan fuerte por nadie. No quería y no quiero volver a correr el riesgo de perderlo todo. Por eso prefiero mantenerme alejado de las personas y solo tener el contacto estrictamente necesario. —Hablar o pensar sobre mi pasado solo me traía dolor y un vacío que me hacía sentir como si no pudiera respirar.

No me podía perdonar el no haber hecho nada para salvarlos. Me daba rabia de solo recordar como corrí lejos sin tan siquiera hacer algo real para defender a mi manada. Tanto mi lobo como mi lado vampiro comenzaban a pelear y a decir el millón de cosas que hubiéramos podido hacer, empezando una nueva crisis, pero al sentir como Alyssa me abrazaba todo se calló, todos esas emociones y pensamientos negativas desaparecieron al instante. Suspiré aliviado y correspondí a su abrazo acercándola más a mí. Sabía que aún quedaban muchas cosas por decir, pero lo mejor sería que lo fuéramos hablando de a poco. Acariciaba su cabeza con delicadeza, mientras disfrutaba sus caricias en el pecho. Deseaba poder vivir este momento todos los días por el resto de mi vida, quedar dormidos entre caricas, a la par que escuchaba como nuestros corazones se iban calmando, su respiración en mi cuello era todo lo que necesitaba.

Comenzaba a quedarme dormido cuando mi lado vampiro empezó a decir que todo eso que deseaba era muy hermoso, pero necesitaba poner los pies en la tierra y recordar lo que la leyenda decía. ¿Lo peor? Mi lobo no sabía, si secundarlo o seguir sus instintos y mandar al diablo la leyenda y a todos. Era una decisión que no era fácil de tomar, eran demasiadas cosas y personas involucradas y afectadas sin importar lo que decidieramos hacer.




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