Sangre mestiza

XXIII

"A veces uno cree que puede controlar el deseo y la lealtad, pero hay lazos que toman vida propia, cambiando todo lo que alguna vez pensamos saber."

Mi lobo suplicaba porque fuera y lo abrazara, aun quedaba un miembro de nuestra manada, alguien con quien compartíamos lazos. Estaba demasiado feliz por volver a ver a Nadeem. Mi lado vampiro me recordaba que era un mentiroso y que había lastimado de una manera terrible a su Luna, que no debía estar feliz sino con ganas de matarlo. Ahí su lobo paro, el vampiro tenía razón, el hombre frente a él no tenía nada que ver con el bebe con el que había jugado. Lo peor llego en ese momento, el aroma del monstruo que había matado a mis padres y a mi manada. Todo mi ser quería ir y acabar con él, era una directa traición hacia su familia y hacia todas las especies que existían, eso solo podía significar que era un monstruo igual que su abuelo.

—Soy real, enana. Estoy vivo. Más o menos, en realidad, pero eso ahora no importa. Ven y dame un abrazo, que te extrañé. Fue demasiado tiempo sin ti —dijo Nadeem, abrazando a Mi Flamita con fuerza. No pude evitar gruñir avisándole que si continuaba tan cerca de ella lo mataría.

—¿Cómo rayos es que estás aquí? Yo escuché cómo te golpeaban. Los disparos. Había mucha sangre y yo estaba bañada en ella. Lloré durante meses por ti. Me culpé una y otra vez por tu muerte… ¿y vienes y me pides un abrazo como si solo te hubieras ido a un viaje? ¡Vete al demonio, Nadeem! —protesto mi Flamita con lágrimas en los ojos.

Sentir lo mal que estaba Alysa, su shock, el vacío, el dolor y la decepción que estaba sintiendo solo hacia que la rabia y el odio que estaba sintiendo hacia las personas frente a nosotros creciera. Mentir con la muerte de un ser querido era algo que ni siquiera debería ser un pensamiento. Aunque podía sentir lo arrepentido y dolido que Nadeem estaba por sus decisiones y por lo que le había causado a Alysa, no quitaba lo que sentía hacia él.

Cuando mi Flamita vino hacia mi la abrace con fuerza dándole todo el apoyo que necesitaba. Sabía lo que se sentía ante la traición de un amigo al que se consideraba hermano, pero ¿de varias personas? Era destructivo. Acariciaba su espalda tratando de hacerla sentir mejor, por lo menos que no estaba sola, que sí existía alguien que no pensaba lastimarla por nada en este mundo.

—Perdóname, las cosas no debieron ser así. Nunca quise que te sintieras mal por mi culpa. Tú mejor que nadie, sabes que lo eres todo para mí. Lo que pasó fue real, mi manada me traicionó. Los del grupo de Cristian también lo traicionaron a él y decidieron atacarte. Me hubieran matado si no fuera por los chicos y por ella. —Nadeem señaló a la chica que estaba detrás de él, otra loba—. Quise decirte que estaba bien, que todo había pasado, pero los monjes no me lo permitieron. Si hubieras sabido que yo estaba vivo, nunca habrías venido aquí, nada de esto estaría sucediendo y la profecía no se cumpliría.

Escucharla llorar me rompía el corazón, por fin había logrado dejar de llorar y comenzaba a levantarse nuevamente y ahora venia esta gente y la empujaba al fondo del pozo, otra vez. Apretaba mi abrazo con mas fuerza, como si eso fuera a evitar que se terminara de romper por completo. Deseaba sacarla de ahí lo antes posible, pero ella necesitaba saber toda la verdad o estaría dándole vueltas a eso durante días hasta que otra cosa llegara y ocupara su cabeza.

—Confía en él, está diciendo la verdad —le susurre luego de suspirar con fuerza, no podía dejarla con la duda, aunque me costara creerlo, pero el lazo no mentía, no podía hacerlo—Está arrepentido por ser tan imbécil como para engañar a su hermanita menor y dejarla sufrir por tanto tiempo. Lo que no entiendo es por qué apesta a un monstruo. —Gruñí al tan solo mencionarlo, odiaba tener ese aroma tan cerca de mí y más de mi Flamita.

La miraba preocupado por tenerla tan cerca de un monstruo así, pero luego al mirarlo a el, mi propio primo, sentí una furia indescriptible. No podía creer que alguien así podía ser mi familia, mucho menos el hijo de dos personas a las que consideraba las mejores y mas dulces del mundo, después de mis padres, o al menos así los recordaba, mas lo que mis padres me habían contado. No tenía ningún sentido. No podía ser que nadie de mi propia familia, mi sangre, valiera, aunque fuera un poco la pena. No sabia que creer, el lazo con ese, me decía que el realmente no era el villano que mi cabeza estaba describiendo, pero sus acciones me decían otra cosa por completo.

Las miradas de todos fueron hacia mí, sorprendidos, incrédulos de lo que acababa de decir. Nadeem, en especial, me miraba como si le acabara de dar la noticia que más había estado esperando en toda su vida y a la vez como si esa misma la noticia lo decepcionara y no le gustara en lo absoluto, tal y como yo lo estaba sintiendo en ese momento. Entendía que él no se hubiera dado cuenta antes, debido a que en su cabeza solo estaba Alysa y Cristian, todo lo que le tenia que decir a ambos por el tiempo perdido o algo así.

—¿Apesta a monstruo? ¿Cómo sabes lo que siente? No lo conoces, ni siquiera yo estoy segura de hacerlo —pregunto Alysa, diciendo lo ultimo con pesar.

No respondí, no podía, toda mi atención estaba en Nadeem. Lo miraba fijamente al igual que el a mí. Físicamente él era el clásico Russo, todos eran iguales generación tras generación, hasta que llegue yo. Lo que me enfurecía era que al parecer no solo había heredado el físico, sino que todo indicaba que también había heredado las cosas horribles de la familia. Podía sentir como Cristian nos miraba sorprendido, más a mí, por un segundo hasta pensé que sentía hacia mi lo mismo que Nadeem, tristeza, decepción y emoción por confirmar quien yo era realmente.

—Un lobo maduro siempre sabe cuándo alguien que ama o comparte un lazo miente o no. Por eso hay tanta lealtad y confianza en una manada real —aclaró la otra loba, entrando en la habitación—. Dado que hasta hace unos segundos tenían ganas de matarse, está claro que no se aman y solo queda otra opción…




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