“Con el tiempo entendí que una guerra puede acabarse,
pero la traición siempre deja la cicatriz más profunda.”
Escuchar a mi Flamita decir eso, hizo que recuerdos de todos estos años vinieran a mí. El día en que conocí a Elizabeth, cómo sabía dónde estaba exactamente. La historia de que su hijo y familia habían muerto en un incendio. El hecho de que por tantos años se había mantenido lejos de todas las manadas siendo ella uno de nosotros, y aun así había aceptado “adoptarme”. Incluso explicaba por qué su padre tenía tantas concesiones con el tal Osmond. Lo que no entendía era por qué después de tanto tiempo me lo seguía ocultando.
—¿Eso es cierto? —pregunté; una parte de mí quería que fuera así, pero la otra se sentía traicionada.
—Sí… —admitió, apenada—. Perdóname por no decírtelo antes, mi niño, pero era mejor que no supieras nada o no me hubieras aceptado. Después de todo, fui la mujer del hombre que mató a tu manada y el monstruo que abandonó a sus hijos.
—Bueno, sí, hermoso secreto revelado. Muchas emociones y todo, pero ustedes tienen que comer —estaba a punto de reclamarle a Elizabeth todo el daño que había causado con su desaparición y el haberme mentido por tanto tiempo, cuando Alysa me interrrumpio, llevándose una mirada molesta de mi parte—. Luego se abrazan, se besan, se pelean o lo que sea, pero coman.
Tanto Elizabeth como yo asentimos y comenzamos a tomar de su sangre. Esta vez lo hacía con más afán por el cúmulo de emociones que tenía dentro de mí. Mi lobo se sentía traicionado por su propia sangre otra vez y mi vampiro furioso por no haberse dado cuenta anteriormente. Para empeorarlo todo, llegó el tal Osmond, sus tíos y Noa.
—Ya casi es de noche —dijo Osmond con desagrado al ver cómo tomaba del cuello de mi Flamita.
Elizabeth fue la primera en separarse; yo lo hice después, lamiendo su cuello para que la herida cerrara bien.
—¿Están todos bien? ¿Todos en sus posiciones? —preguntó Elizabeth.
—Sí, están todos listos —confirmó su padre.
La ansiedad y la tensión en el ambiente hacían que el silencio pareciera más incómodo de lo que ya era, con lo que sabía ahora y con lo que estaba por pasar.
—Osmond, algo bueno ha salido de todo esto, pues finalmente has encontrado a parte de tu familia: tu primo Kylian, al que todos creían muerto; tu abuela Elizabeth, a la que dabas por desaparecida, y a tu bisabuelo, tu querido y amado monje —dijo, sonriendo, en un vago intento por mejorar, aunque fuera un poco el momento.
—Sí, las conclusiones de tu amiga son ciertas, Osmond —dijo el monje, Noa, con esa calma que nunca entendí de dónde la sacaba.
El mencionado iba a protestar, pero el sonido sordo de la puerta abriéndose de forma abrupta y estampándose contra la pared lo hizo callarse y girarse a ver qué pasaba, igual que todos. Ahí estaban los tres amigos vampiros de Alysa y, detrás de ellos, el padre de mi madre, el señor Tran. Estaba tal y como lo recordaba, a excepción de un montón de cicatrices más.
—¡Llegó a quien esperaban! —exclamó con ese aire de grandeza que siempre lo había caracterizado, junto a ese tono que dejaba claro que tenía ganas de destruirnos a todos.
—Esperarlo, lo que se dice esperarlo, no lo creo —susurró Alysa, algo que solía hacer cuando estaba nerviosa y quería ocultarlo.
—Ella debe ser la famosa chica de la que me han hablado. Huele mucho más delicioso de lo que me contaron. Mi nieto me dijo que ustedes no aceptaron mi propuesta, pero quise venir y hacérselas otra vez en persona. Vengan conmigo, prometo darles todo lo que quieran. A cambio solo les pido su lealtad y la sangre de ella. Serán tan poderosos como yo.
Mientras hablaba, empezó a dar pequeños pasos hacia nosotros, provocando que todos nos pusiéramos en posición para proteger a mi Flamita. Instintivamente la puse detrás de mí, al mismo tiempo que sus amigos, Cristian, Matheo y Lisa, pasaron de estar al lado de Tran a colocarse frente a nosotros. Pude escuchar cómo Alysa cogía su arco y flechas justo en el momento en que olí el aroma que más asco y odio me daba en este mundo.
Por la puerta de atrás habían entrado mi otro supuesto abuelo, el señor Russo, junto con Nadeem y la loba que andaba con él. Ni siquiera ver al monstruo que había acabado con mis padres me encendió tanta furia como contemplar que, de último, apareció Massimo. Caminaba despacio, disfrutando cada segundo, como si quisiera prolongar lo inevitable. Mis gruñidos brotaban desde lo más profundo del pecho; el aire se volvió plomo en mis pulmones, la sangre me ardía como lava corriendo por mis venas y hasta mi lado vampiro exigía desgarrarlo, torturarlo, arrancarle la vida con mis propias manos. ¿Cómo se atrevía a sostenerme la mirada después de cometer la más vil de las traiciones?
—Vaya, Tran, tu familia abandonándote como siempre y en tus peores momentos —se burló Russo mientras aplaudía.
—Puedo decir lo mismo —rebatí con ironía, justo cuando Nadeem caminaba hacia sus padres y luego directo hacia Alysa, junto a la loba.
Ya no quedaba nada de lo que alguna vez vi en mis supuestos abuelos. Ambos habían perdido por completo su humanidad; sus ojos, completamente negros, los delataban. Tenían más cicatrices que los monstruos de los cuentos de terror de mi infancia, y eso solo significaba que habían acabado con más manadas y grupos de los que ellos mismos podían contar.
—Saliste igual de bocona que tu madre —dijo Tran, confirmando que había sido él quien había matado a los padres de Alysa—. Típico de humanos, qué desagradable. Pero eso lo podemos arreglar.
—Mi nieto vendrá conmigo —afirmó Russo con tanta seguridad que cualquiera pensaría que ya le había dicho que sí—. Él sabe lo que le conviene, y yo sé a la perfección que su noviecita prefiere a los hombres lobo y no a algo tan degradante como los vampiros. ¿Verdad, Kylian?
A nadie le importaba su centenaria pelea de egos. Todos estábamos preocupados por Alysa. Podía sentir la rabia y el dolor que la consumían al escuchar a Tran. Él estaba logrando exactamente lo que quería: desestabilizarla. A través del lazo intenté calmarla, pero estaba completamente bloqueada; solo pensaba en Tran.
#222 en Fantasía
#95 en Thriller
#48 en Misterio
miedo, vampiros lobos, persecucion traiciones amores prohibidos
Editado: 22.09.2025