Era la noche de navidad, una noche maravillosa como ninguna otra en el año. Estaba en mi cuarto como todos los años, ansioso por la llegada de Santa y sus renos. Mi expectativa de todos los años era verlo entrar por la chimenea para dejar los regalos bajo el árbol, pero siempre me quedaba dormido antes de escucharlo entrar. Por alguna razón el sueño no me permitía pasar de la media noche, solo en dos ocasiones logre mantenerme despierto por unas cuantas horas más para después caer era un hermoso sueño sin casi percatarme de ello, las cosas en navidad nunca salían mal, aunque podríamos hacer que aquella noche no todo salió como todos en casa esperábamos.
Aquel día dormí durante toda la tarde, intentando que mis padres no se percatasen de lo que pensaba hacer. Mi idea era estar totalmente descansando para poder pasar la noche en vela y encontrarme con aquel gran hombre que traía regalos a todos los niños del mundo. Podríamos decir que era mi mayor ídolo y jamás dejo de serlo, aun hoy en día creo que es de lo mejor.
Recuerdo haber despertado cuando mis padres empezaban a recibir a las visitas, muchos parientes llegarían a casa. Todos reían, contaban anécdotas y los niños jugábamos, era una noche donde todo iba sobre ruedas. Durante el tiempo que las visitas estuvieron en casa el sueño no se asomó por mi cuerpo y mucho menos hizo su aparición cuando ya todos se despedían antes de la medianoche. Cuando me dejaron en mi cama tenía el cuerpo rebozando de energía y ansiedad, era normal cuando había corrido durante tanto tiempo con los demás chicos. Todos queríamos ver a Santa, pero pocos tuvieron mi misma idea y aquella noche seria mi momento de gloria, así pensaba, el cual luego podría presumir ante todos los demás. El primero de todos en ver a Santa, me decía a mí mismo envuelto entre las sabanas de temática navideña que mis padres habían comprado para festejar aquellas fiestas. Así, con todo eso en la cabeza, espere ansioso la hora en que todo sucediese.
Con el paso de los minutos fui controlándome para estar quieto en la cama. Bien sabía que Santa no aparecía en las casas de los niños que no estaban durmiendo, el solo entraba si veía al niño dormir y me propuse fingir el sueño más creíble posible. Al principio pensé que fingir no serviría, o que no lo estaba haciendo bien, pues ya era casi la una de la madrugada y ningún sonido de renos o pisadas en el techo se escuchaban, y solo cuando casi el reloj dio las dos de la madrugada un leve crujido llamo mi atención. Casi fue imperceptible, pero estaba seguro, una puerta se había abierto dentro de mi hogar. En ese momento tuve que controlarme muchísimo para no saltar de la cama con gran emoción y salir corriendo hacia su encuentro. Tome aire con sumo cuidado de hacer el menor ruido y espere a que los pasos se alejaran.
Cuando escuche que los pasos estaban ya muy lejos, lo suficiente como para apenas oírlos, escape de entre las sabanas. Camine con cuidado hacia la puerta, tome el pomo y lo gire con gran delicadeza. Seguí el camino que ya conocía para llegar a la sala de estar y allí estaba, entre las sombras, un gran ente acomodaba algo bajo el árbol de navidad. Este apenas era iluminado por las lucecitas del árbol y se me hacía conocido por alguna razón. Lo miraba desde detrás de la puerta de entrada, apenas asomaba mi nariz y parte de mi cara. Sin animarme a dar un paso hacia delante o atrás seguí apreciando el acto del extraño para colocar los regalos, era maravilloso saber que al fin lo tenía allí, en mi sala. Decidí dar un paso hacia atrás, por alguna razón al verlo no quería que me viera, a fin de cuentas, él no quería ser visto y ya había saciado mi curiosidad.
Podría haber regresado a mi cuarto, dejando aquello como la magia de la navidad y simplemente tener esa gran historia para contar, pero ¿es este el final real? Pues no, a los pocos pasos de haberme dado la vuelta escuche la voz de mi madre susurrarle a aquel ente quien en realidad era mi padre. La luz se encendió y los vi, podríamos decir que comprendí todo en ese momento. Di media vuelta y regresé a mi cuarto sin más.
Iba muy feliz, quizás sería contradictorio con lo que muchos sintieron cuando descubrieron la realidad, pero para mí fue aprender lo que realmente significaba este festejo. Santa si existía, aunque no en la forma tradicional de un hombre con barba blanca y barriga prominente. Santa es representado en esa magia que tiene la familia de sacarte una sonrisa, en esa misma magia que se crea cuando estamos todos aquellos que nos amamos juntos, es esa magia invisible y fantástica, eso es Santa y existe en tantas cosas que a veces no lo valoramos como deberíamos hacer. Esta es mi historia de navidad, es la historia de cómo conocí a Santa Claus y siempre será aquella fantasía de noche buena la mejor realidad.
Editado: 20.12.2018