Scarlet

17

Al otro día cuando Scarlet llegó al club, Endelfe, el gerente fue al camerino y le dijo:

—Hoy tienes a tres clientes que quieren un baile en privado contigo.

Scarlet lo miró con extrañeza y respondió:

—¿Y por qué vienes a decírmelo tú mismo?

—Porque tres de tus mejores clientes vinieron ayer a verte pero te habías retirado, vine advertirte que hoy no te puedes enfermar, quiero que los atiendas a ellos primero, en unos minutos llegarán, ponte el mejor atuendo que tengas.

—Si claro. —Endelfe dio la vuelta para marcharse, antes de salir del camerino le dijo mirándola con recelo:

—No te vayas a enfermar.

—No, además lo de ayer no fue mi culpa.

—Pues que no vuelva a suceder, cada vez que una de ustedes se enferman perdemos clientes importantes como estos tres millonarios.

—Si Endelfe, ya te dije que no me voy a enfermar de nuevo.

Cuando el gerente se marchó Scarlet tomó la máscara para pestañas y empezó a aplicársela, de pronto paró y pensó con preocupación:

“Será él, pero Endelfe me dijo que son tres… no creo que sea él, espero que no, si lo es me pondré nerviosa como una tonta adolescente.”

Rodrigo con sus dos amigos llegaron al club y de una vez fueron conducidos al cubículo privado que habían solicitado.

—¿Desean ordenar algo de beber los caballeros?

—Tráenos el mejor whisky de la casa. —Dijo Israel.

—Sí señor, enseguida.

Rodrigo tenía un semblante serio, más de lo habitual. Él se sentó en una de las poltronas y cruzó la pierna mientras encendía y cigarrillo y empezó fumárselo, en sus señales corporales se hizo evidente la ansiedad que tenía, aunque intentaba disimular delante de sus amigos, pero por dentro tenía un licuado de emociones contradictorias que odiaba sentir, sobre todo aquellas que le hacían brincar el corazón cuando pensaba en esa mujer; los prejuicios no lo dejaban disfrutar de sus hermosos sentimientos hacia Scarlet y solo deseaba tenerlos bajo control. Israel y Andrés se sentaron en el sofá quedando de frente a Rodrigo.

De un momento a otro la mujer apareció en escena, esta vez tenía puesta una bata de spa de color rojo encendido, la cual hacia perfecto juego con el lápiz labial que resultaba sus finos y sensuales labios, llevaba el cabello suelto y un par de zapatos negros con un tacón plateado muy altos; no era difícil poner a correr la imaginación, los tres hombres de inmediato pintaron en su cabeza la ropa interior que de seguro la hembra llevaba puesta; era ropa interior roja, seguro tenía un cachetero y debajo de este un fino hilo dental que se quitaría casi al finalizar el acto.

Israel estaba embelesado con la mujer, sus ojos la contemplaban con admiración, escaneaba con una mirada lujuriosa cada centímetro de su cuerpo, parecía que disfrutaba todo de ella; Rodrigo se percató de ello, entonces ya no la miró más a ella, sino que miraba a su amigo, inconscientemente se sintió ofendido y traicionado, en sus adentros no podía creer que Israel se estuviera dejando dominar por los encantos de Scarlet, tenía celos y le invadió la rabia contra su amigo, deseaba taparle sus estúpidos ojos para que no la mirara más, pero el muy imbécil ni los dejaba parpadear, estaba casi babeado por ella.

Scarlet subió al pequeño escenario y saludó a los tres caballeros con una hermosa sonrisa de reina de belleza, ella miró con énfasis a Rodrigo, pero él no se percató de ello, los ojos los tenia puestos sobre su amigo traicionero.

Andrés en ese instante la miraba sorprendido, en verdad la mujer tenía un gran parecido con Ángela, era tan idéntica, que le daba vergüenza mirarla, él respetaba la memoria de la esposa de su mejor amigo; entonces pensó en sus adentros que mirar a Scarlet casi desnuda era como mirar a la difunta, Andrés no aguantó por más segundos y decidió salir de aquel lugar.

Cuando se levantó de la silla Israel y Rodrigo extrañados lo miraron.

—¿A dónde vas? —Le dijo Israel.

—Ya vengo, es que tengo un poco de mareo, pero sigan ustedes.

Andrés no tenía intenciones de volver al cubículo privado y se fue a una de las barras, allí pidió otro trago para pasar el rato mientras ellos salían.

Rodrigo tenía cólera con Israel, aunque no tenía razón alguna para de sentir ese oscuro sentimiento, en dado caso la mujer en verdad era muy bella, además estaba muy provocativa; ese era su trabajo, provocar a los hombres, hacerlos soñar con fantasías eróticas que los hacían sentir en el paraíso, ¿qué culpa tenía Israel si la ninfa lo había atrapado? Rodrigo pensaba en todas estas cosas para justificarlo y calmarse él mismo aunque fuera un poco, pero su sangre estaba que le hervía; parecía una tontería lo que sentía, pero tenía celos de Scarlet, como si ella le perteneciera.

Por dentro Scarlet era un mar de nervios, Rodrigo la ponía así, ellas sentía que su cuerpo le temblaba solo con su presencia, los pocos segundos que se miraron a los ojos sintió que le desnudaba el alma y pensó dentro de sí:

“No sé si me gusta este hombre, pero me hace sentir cosas que nunca había experimentado con ningún hombre, ni con Carlos Daniel que se suponía lo amaba y me iba a casar con él, me siento atraída por este tipo que ni conozco bien.”

Scarlet suspiró y se puso en posición para iniciar su acto, como mujer lo que sentía por Rodrigo la estaba matando por dentro, pero en su pasado como modelo aprendió el gaje de ser profesional, ella cerró los ojos, suspiró y pensó dentro de sí:

“Adiós sentimientos y emociones, solo debo bailar para él y sus amigos.”

Cuando ella comenzó de forma tan artística su baile erótico que parecía más bien una danza teatral, —Así lo percibió Israel que en Europa había asistido a distintas funciones de ballet—. Rodrigo se quedó mirándola por algunos segundos con el rostro serio, pero no pudo evitar desviar su mirada hacia Israel que estaba observándola con sus ojos extasiados, mientras éste la observaba, entonces por momentos la miraba a ella y otras veces a su amigo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.