En el casino estuvieron hasta poco más de la media noche, Rodrigo decidió regresar al apartamento. Mientras iban de camino Scarlet se sintió como perdida, sabía lo que estaba por suceder entre ellos en cuanto estuvieran a solas. Intentaba no preocuparse tanto por ello, pero era inevitable. Ella en una piscina de pensamientos intentaba convencerse así misma:
"Ana Julia, cálmate, él es como cualquier otro, ya este año has tenido sexo con dos hombres diferentes, qué más da, él es otro hombre. —Ella comenzó a temblar por dentro—. ¿Pero por qué me siento así? tengo miedo, pero todo es igual, haré de cuenta que lo hago por diversión, sí, eso haré, es más, voy a disfrutarlo —Scarlet miró a Rodrigo—. Él es guapo, al menos no es un viejo verde; respiraré profundo y lo haré bien, que quede complacido"
Cuando llegaron al apartamento Rodrigo le ofreció a Scarlet una copa de vino, ella la recibió no por gusto, sino por necesidad, le hacía falta beber un trago y calmarse, ella se sentó en el sofá mientras él servía las dos copas.
Ella intentaba con cada respirada calmar su tembloroso cuerpo, pero por más que razonaba e intentaba darse a entender así misma que Rodrigo era un hombre como cualquier otro, sus nervios no se apaciguaban y se sentía peor.
Rodrigo sirvió el par de copas, le entregó a ella la suya y la miró a los ojos, disfrutó en ese momento ver su hermoso rostro, se parecía a su esposa, pero de pronto un pensamiento que parecía no sujetarse a su voluntad habló dentro de su cabeza “Ella es más hermosa que Ángela” Rodrigo no podía creer lo que acababa de escuchar dentro de sí, con su razonamiento intentó opacar de inmediato lo que estaba pensando, jamás iba a comparar a su sagrada esposa con una prostituta.
A pesar del celo que sentía por su esposa decidió seguir observándola, Scarlet estaba tan hermosa esa noche, él sentía que lo atraía más que nunca, se veía encantadora, bella, joven, parecía una mujer refinada; sus gestos eran delicados, Rodrigo notó que hasta sus manos parecían educadas; ella sabía cómo tomar la copa y llevársela a la boca de forma correcta; era evidente que poseía conocimientos de protocolo, entonces concluyó: “seguro tomó clases de protocolo y modelaje para sí prestar un mejor servicio a sus clientes ricos y educados como yo. Pero que bella se ve, esos ojos, me encanta el color de su piel, ese cuello tan delicado, deseo acariciarlo, esta mujer me vuelve loco, parezco un desquiciado, no sé a dónde voy a ir a parar con ella, creo que me iré por un abismo si caigo en sus brazos, me volveré su esclavo para toda la vida, no sé si podré resistirme; por eso la dejaré con Israel esta misma noche, él debe hacerla suya, yo jamás la tocaré, por más que me duela el alma no al tocaré jamás”.
Rodrigo se sentó y mirándola para ir rompiendo el hielo le preguntó:
—¿Qué te parece ese vino?
—Delicioso. —Rodrigo recordó el momento en que la besó y pensó dentro de sí:
“Delicioso como tu boca” —Él se quedó mirándola con ojos atrevidos, no le quitaba la mirada de encima. Rodrigo estaba como hechizado por su belleza, de pronto por su cuerpo le comenzó a correr el deseo de poseerla, se pasó la lengua por sus labios secos mojándolos con su propia saliva, se imaginó con ella, quitándole la ropa despacio, besando su cuello, su pecho, tocando su espalda, luego desnudos pensó en sostenerla entre sus brazos, besando apasionadamente sus labios; entonces tuvo el impulso de besarla en ese mismo instante ahí en ese sofá y morderle sus labios como si fueran un dulce durazno. Observó sus hombros que apenas sostenían las tiras de su vestido, era un vestido fácil de quitar, pensó:
“Solo debo bajarle el cierre de atrás y quitar las tiras de sus hombros, su cuerpo quedaría desnudo ante mí, así podré adueñarme de sus pechos, con mis manos bajaría por su espalda mientras le beso su deliciosa boca, llegaría a la cintura y me iría hasta sus nalgas, con fuerza la pegaría a mi cuerpo y penetraría el suyo, le haría el amor, la haría mía con brusquedad y la llevaría al placer, me encargaría de hacerla sentir cosas que ningún otro hombre le ha provocado, ella gemiría por mí, desearía que la haga mía todos los días, quiero que dependa de mí, solo de mí.
Después que bebieron un trago, él se acercó a ella y se sentó a su lado, con atrevimiento y sin previo aviso tocó su mejilla, lo hizo con delicadeza, como si acariciara una flor. Scarlet sintió escalofrío y agachó la mirada, entonces Rodrigo le puso su dedo índice en el mentón y le levantó el rostro, sin encogimiento alguno la miró a los ojos, ellas miró los de él, entonces le dijo:
—Eres tan hermosa.
Ella se puso aún más nerviosa de lo que ya estaba, intentó sonreír pero involuntariamente volvió a bajar la mirada, no podía verlo los ojos, sentía vergüenza, no sabía cómo sentirse de otra forma. De pronto Rodrigo le dijo:
—En unos minutos vendrá mi amigo a jugar con nosotros un rato. Ella poniendo sus ojos grandes le preguntó:
—¿Hoy mismo? —Scarlet sintió que su corazón comenzó a palpitar a millón.
—¿Qué crees? —Le dijo él mientras se ponía de pie nuevamente y se dirigió a la barra.
—Pensé que sería después.
Rodrigo suspiró en silencio, y se dijo dentro de sí:
“Es ahora o nunca, debo establecer una barrera entre los dos, por más que me duela no debo hacerla mía, hoy será de Israel”
Él comenzó a servirse otra copa y dándole la espalda a Scarlet le dijo con frialdad:
—¿Te insinué que tipo de sexo queríamos, vamos, ¿por qué te sorprendes? trabajas en esto, para sexo normal y corriente tengo a mi secretaria, ella odia estos juegos, no sé ni porque sigue conmigo si sabe cómo soy, pero eso no viene al caso, nos divertiremos con Israel.
Ella no quería hacerlo esa noche, pero no se atrevió a llevarle la contraria a su cliente que ya ha invertido mucho dinero por lo que deseaba con ella. Suspiró en silencio, en sus pensamientos se rindió ante su destino, su suerte ya estaba echada, a partir de esa noche se convertiría en una verdadera prostituta.