Scarlet

24

Scarlet llegó con Israel a la casa donde hacían una fiesta, era un y ambiente muy animado, se trataba del cumpleaños número 37 de un amigo de Rodrigo. Él buscó la mesa donde se encontraba su esposo y le dijo:

—Mi rey, quiero presentarte a la hermosa Scarlet. Scarlet él es Michael mi esposo.

—Hola Michael.

—Hola Scarlet, Israel me ha hablado mucho de ti. No me dijo mentiras cuando dijo lo hermosa que solías ser.

—Gracias. Dijo ella sonriendo.

Lo que quedaba de la noche fue de diversión para Scarlet que ahora tenía nuevos amigos en ciudad de México. Durante la fiesta un grupo muy allegado a Israel y su esposo estaban organizando un paseo a la playa al otro día.

—¡Scarlet te sumas al paseo a la playa? —Le preguntó Michael. Ella miró a Israel, ya que él conocía más de los movimientos de Rodrigo. Él comprendió su mirada y respondió:

—Podemos ir, por Rodrigo no te preocupes.

***

Todos los Salvatierra se reunieron a almorzar el domingo. Annie asistió invitada por la tía Elena y Raiza. Casi todos los domingos lo hacía como si ella ya fuera un miembro más de la familia desde poco tiempo después de la muerte de Ángela, de ese modo se aseguraban que estuviera cerca de Rodrigo, no había otra cosa que más deseara Elena que Annie Bolttier se convirtiera en la siguiente señora Salvatierra.

Jr. se había recuperado de su última hospitalización y ya podía comer con todos, los niños de Raiza estaban allí con él, también José Antonio, su esposo, el primo Juan Carlos con Linda su esposa y si hijo.

Todos estaban excepto Rolando que no salía de si habitación, desde que tuvo el accidente en un vuelo de parapente que lo dejó inválido cuando apenas era un adolescente. Lucrecia era la ama de llaves de la familia desde hacía mucho tiempo, ella junto a la difunta madre de Rodrigo sufrieron por la desgracia del joven, que no solo perdió sus piernas, sino que parecía que había perdido su alma. Rolando nunca se recuperó de su ánimo, se volvió amargado, sentía vergüenza de su estado, no quería que nadie lo viera en una silla de ruedas.

Encerrado en su habitación continuó sus estudios por correo, aprendió distintos idiomas, administración de negocios, lo único que disfrutaba era leer libros de filosofía; pero nada de aquellas actividades le quitaban el complejo y la amargura.

Lucrecia era la única en la casa que él le permitía llevarle la comida hasta su habitación, si un día ella no lo podía atender porque no estaba o porque se encontraba enferma, cualquiera que lo fuera a atender debía dejar la comida detrás de la puerta y tocar dos veces. Después d ella solo confiaba en el jardinero, que lo dejaba entras solo a arreglar las flores del pequeño invernadero que tenía en su balcón.

Ese domingo Lucrecia le llevó el almuerzo como acostumbraba. Ella tocó antes de entrar.

—Rolando soy yo.

—Pasa Lucrecia. —Cuando ella entró él estaba en su silla de ruedas dándole la espalda.

Te traje tu plato favorito, pollo al horno con papas en romero, espero que te suba algo el ánimo, está deliciosa comida.

—Sabes que nada me sube el ánimo —Él dio vuelta y quedó de frente con ella, tenía el cabello algo largo y la barba desarreglada—. Y no es mi comida favorita, sabes muy bien que no me gusta comer.

—Pero Rolando.

—Déjalo ahí en la mesa y vete Lucrecia.

—Intenta comer ahorita que está calientita.

—Ya te dije que te vayas.

—Está bien, estaré cerca por si necesitas algo más o si quedas con hambre.

Rolando no le contestó más y de nuevo le dio vuelta a la silla dándole la espalda. Lucrecia como todos los días salió con su rostro afligido de la habitación.

Desde que Rolando y Rodrigo nacieron Lucrecia cuidó de ellos, sus inicios en esa casa fueron de niñera. Con los años se convirtió en ama de llaves. Amaba a los hijos de los Salvatierra como si fueran suyos. Rolando por su condición física y anímica era su principal preocupación, él era una de las razones por las cuales nunca se fue de esa casa.

Después del almuerzo la familia fue un rato a la sala a charlar como siempre lo hacían antes de retirarse a descansar; entonces Rodrigo mandó a los niños arriba a jugar con Jr. y les dijo a los demás:

—Quiero pedirles que me acompañen a la biblioteca, hay algo importante que tengo que comunicarles.

Ellos estaban un poco desconcertados, Annie le comentó a Raiza susurrando casi al oído:

—¿Qué será lo que tendrá que decirnos a todos?

—No tengo idea, será qué pensará viajar pronto, quién sabe.

—No creo que por eso nos haga ir a todos a la biblioteca.

Ya reunidos se sentaron, lo miraban a él expectantes esperando lo que tenía que decirles.

—Bien hijo sacamos ya del desconcierto, —Dijo Elena—. ¿Qué es eso tan importante que tiene que decirnos?

Él estaba de pie al lado del escritorio mirándolos a todos. Después entrelazando los dedos de sus dos manos comenzó a darles un discurso:

—No sé por dónde empezar, se trata de algo que he decidido hacer por mi hijo.

Annie y Raiza estaban sentadas la una al lado de la otra. Annie susurró:

—Te lo dije, quizás piensa llevar a Jr. de viaje.

—¿A dónde?

Rodrigo continuó.

—No fue fácil para mí tomar esta decisión. Ya saben que Jr. está muy delicado.

—Pero ya dinos Rodrigo. —Dijo Braulio.

Hace algunas semanas que viajé a Los Ángeles, salí con algunos amigos a club... era un club de esos...

—¿De esos qué? —Dijo Elena exasperándose.

—Un club de bailarinas nudistas.

Willy el esposo de Raiza abrió grande los ojos y se rió con malicia mirando a los otros, Annie también sonrió y miró a Raiza.

—¿Por qué nos dices eso —Dijo Elena a punto de sulfurarse—. ¿No te da vergüenza? somos una familia decente, no deberías andar metido esos sitios donde solo hay, que sé yo, mujeres pecadoras que no tienen respeto por los mandamientos y se burlan de la virgen. Y si no te importa al menos ten discreción.




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