Scarlet estaba en la playa con sus nuevos amigos. Varios de ellos incluyéndola se quedaron dormidos en sus sillas debido al cansancio que tenían de la noche anterior.
Rodrigo se fue a la oficina después de la abrupta reunión que tuvo con su familia. Por ser domingo en la empresa sólo estaba el cuidador que le abrió la puerta principal. En ese momento deseaba estar solo para decidir cómo hacer las cosas. Entonces pensó en hablarles a los padres de Ángela que vivían en Miami, se dijo así mismo:
"Si ellos aceptan a Scarlet me llevaré a Jr. a Estados Unidos, qué más da, viajaré los viernes por la noche cuando no tenga nada que hacer aquí en la empresa. Jr. permanecerá con sus abuelos maternos y con ella".
Después sus pensamientos se concentraron en ella.
"Quisiera tenerla a mi lado, al menos podría sentir su cercanía, solo con verla me conformaría. ¡Qué tontería la mía! Solo pienso locuras; anoche ella se debió haber revolcado con Israel. Me cuesta reconocerlo, pero siento que me arde el corazón solo de pensarlo, pero es la verdad; tampoco puedo negar que fui yo el que se la entregó, pude haberla hecho mía, solo mía, pero no, no me lo podía permitir, no puedo dejar que mi confundido corazón mande sobre la razón y mis principios".
Más tarde la tía Elena se encontró a Lucrecia por el pasillo, ella venía de la habitación de Rolando, vio que traía el rostro afligido y le dijo:
—¿Otra vez afligida por mi sobrino?
—Señora Elena ese muchacho cada día come menos. —Le enseñó el plato—. Mire, dejo casi todo.
—¿Nada podemos hacer, solo rezar para que algún día decida salir de esa habitación.
—Yo creo que Dios y los santos ya se cansaron de escucharnos.
—No diga eso.
—No veo que respondan ninguna de nuestras plegarias, quisiera que la alegría volviera a esta casa, pero cada día mengua más la poca que hay.
—Ve a misa y sigue rezando, sobre todo pide que Rodrigo ponga al fin sus ojos sobre Annie, estoy segura que ella es el ángel que los santos han enviado para devolver la alegría a esta casa. Aquí hace falta niños, ver a Rodrigo sonreír de nuevo, si se casan lo antes posible tal vez Annie dé a luz un hijo antes que...
—Mejor no lo diga.
—Antes que Jr. sea otro ángel en el cielo.
—Ese día será muy doloroso.
—Si, por eso quiero que Rodrigo y Annie estén juntos, estoy segura que ella lo hará feliz.
—Dios oiga sus plegarías señora Elena, compromiso, voy a la cocina.
Rodrigo le marcó a los padres de Ángela, Regina su madre atendió la llamada.
—¡Rodrigo que bueno oír tu voz!
—A mí también me agrada oír la suya Regina, ¿y Alberto se encuentra?
—Salió de pesca con su hermano, llegará casi al anochecer. ¿Cómo está mi nietecito?
—Ha estado bien, hoy jugó un buen rato con sus primos después del almuerzo. No le ha vuelto a dar fiebre.
—No sabes cuánto me alegra. En unos días vamos para allá a verlo.
—Regina hay algo que quiero contarte, pero debes tomártelo con tranquilidad y necesito que me prometas que intentarás comprenderme.
—Claro que sí hijo, sabes que siempre has podido contar conmigo.
—Se trata de algo que quiero hacer con Jr. te va a parecer una locura, pero deseo que tú y Alberto me den el respaldo que necesito, eso será lo último que haré por la felicidad de mi hijo, ya todos sabemos lo que sucederá con él en unos meses.
—Entonces dime hijo, ya no le des más vueltas al asunto, mientras esté a nuestro alcance te brindaremos el apoyo que necesites.
Rodrigo le contó a Regina todo acerca fe Scarlet y lo que pretendía hacer con ella.
—Cuenta conmigo y con Alberto, estoy ansiosa por conocer a esa muchacha que dices se parece a mi hija. —Ella tenía entusiasmo—. Esto parece una señal del cielo en medio de tanta oscuridad. Tráete a Jr. con Scarlet, nosotros nos haremos cargo, no te preocupes.
—Gracias Regina, enviaré mañana mismo a Scarlet a tu casa, que se instale esta semana, le diré hoy mismo a Jr. que su madre está allá con ustedes, será perfecto su encuentro.
—Eres un gran padre, Ángela no podía escoger a un mejor hombre que tu Rodrigo.
Rodrigo se puso triste y con la voz entrecortada le dijo:
—En unos meses ya no lo seré, cuando mi hijo ya no esté.
—No digas eso, siempre lo serás.
Después que colgó el teléfono, Rodrigo se recostó un rato en el sofá y se durmió. Cuando despertó miró su reloj, eran más de las cuatro, se sentó y pensó en regresar a la mansión, de pronto recordó a Scarlet, entonces decidió ir al apartamento con el pretexto de decirle lo del viaje a Estados Unidos, pero en realidad quería verla.
Cuando llegó al apartamento no había nadie, entonces él fue a la barra y se sirvió un trago, luego fue sala y se sentó, dejó el vaso sobre la mesa de centro, sacó de un estuche que tenía en el bolsillo de su chaqueta un cigarrillo y lo encendió. Así pasó allí un rato sin tener ni la menor idea de en dónde podía estar metida Scarlet. Pensó que seguramente estaba caminando la tarde conociendo el lugar.
Se cansó de esperarla y ella nunca apareció. Entonces le escribió una nota dejándole su número de celular personal para que lo llamara, salió de allí y subió al ascensor.
Cuando las puertas de éste se abrieron en el parqueadero, Israel estaba cargando a Scarlet y se reían como locos frente al ascensor, parecían una pareja de recién casados que andaban en su luna de miel. Rodrigo puso una cara que no transmitía ningún tipo de emoción, al menos no para Scarlet que no lo conocía lo suficiente, para ella él simplemente era como una especie de ogro la gran parte del tiempo. Pero Israel si lo conocía bastante, desde la niñez, le conocía todas las caras, y se dio cuenta que a Rodrigo no le cayó bien verlos así a los dos, entonces para fastidiarlo más haciéndose el cándido y con una gran sonrisa le dijo:
—¿¡Rodrigo tú por aquí hoy domingo!? ¿Tenías mucho rato esperándonos?
—No, solo un poco. —Rodrigo tenía tres arrugas en la frente y se agarraba la quijada mientras los observaba con recelo de arriba abajo.