Cuando se marcharon Jr. y su padre, cada uno de los trabajadores volvieron a su lugar, Raiza y Annie regresaron a sus casas, Braulio se encerró en la biblioteca a leer un libro y Elene se encerró en su habitación.
Lucrecia invadida por la tristeza buscó algo que hacer de oficio que le ayudara a sobrellevar la ausencia del pequeño. Las muchachas de la limpieza y la cocinera sabían que estaba sufriendo y se compadecieron. Ella tomó un paño y le pidió a una de ellas que le bajara de la pared las piezas de cobre que adornaban la cocina, "Tienen tanta grasa que ya no se sabe si son de cobre y si son de barro" —Dijo ella justificando su acción repentina—. Toda la casa parecía que estaba en luto, en general comenzó a reinar un profundo y desbastador silencio.
Por noche nadie bajó al comedor. Lucrecia como siempre le llevó la cena a Rolando hasta su habitación, subió con la bandeja y llamó la puerta, él le dijo:
—Pasa Lucrecia.
—Te traje la cena. —Le dijo ella con voz desanimada—. ¿Desea algo más?
Rolando notó su abatimiento.
—No deseo más, puedes retirarte. —Ella a diferencia de otras veces se dio vuelta y se marchó sin insistirle que comiera. En medio de todo lo que sentía pensó en Elena, se imaginó como debía de estar. La conocía lo suficiente como para intuir que la dama no deseaba cenar esa noche, entonces decidió llevarte una taza de té con galletas a su habitación.
Elena tenía una fuerte jaqueca y estaba acostada con un antifaz puesto cuándo Lucrecia llamó a la puerta:
—Pasa. —Lucrecia entró y llevaba una bandeja con la taza de té y las galletas.
—Señora Elena le traje un té de manzanilla y galletas, eso le ayudará a relajarse y a estar más tranquila.
—Gracias Lucrecia. —Ella se sentó y se quitó el antifaz.
—Me tomaré el té.
—Las galletas le ayudaran también.
—No Lucrecia, no necesito comer nada, me tomaré un calmante e intentaré dormir, tú también deberías hacerlo, sé que debes estar tan afectada como yo.
Lucrecia dejó correr las lágrimas que había retenido toda la tarde y con lamento dijo:
—No puedo asumir que mi niño ya no volverá a estar con nosotros. Esto es una tortura, es como si...
—Como si ya se hubiera muerto, Rodrigo nos quitó a Jr. antes que la misma. Muerte.
—Mejor no digamos esas cosas tan duras señora.
—Suena duro, pero es la verdad, Rodrigo no tuvo compasión de mí ni de nadie en esta casa, es un egoísta, ahora debe estar llegado a la casa, Jr. está por caer en esa gran mentira, abrazará y amará a esa usurpadora, creerá que es su sagrada madre, pero por más que finja no es más que una prostituta.
Lucrecia se pensó por un momento lo que le iba a decir:
—Señora y si usted hace el intento y permite que esa mujer venga a esta casa.
Ella con voz rezongona respondió:
—Eso nunca Lucrecia, después todos van a querer meter a esta casa toda cuanta alimaña consigan, no lo puedo permitir, toda mi vida desde que murió mi mamá me he dedicado a cuidar la decencia de esta familia.
En Miami cuando el avión aterrizó, Jr. apenas atravesó la última puerta pudo ver a su madre y su rostro se llenó de alegría y emocionado dijo:
—¡Es mamá, nos está esperando! —Jr. quería correr a los brazos de su madre, pero Rodrigo lo retuvo.
—Espera, primero debemos pasar por el último control, ten paciencia, es solo por unos minutos.
Rodrigo al igual que Jr. estaba muy emocionado, el plan había emprendido su marcha y parecía que en verdad iba a funcionar.
Al fin cruzaron la barrera, el niño corrió a los brazos de su madre:
—¡Mami! —Scarlet tal y como una madre abrió sus brazos y se agachó para recibirlo. Ella lo cargó y apretó fuerte al pequeño niño cuyo cuerpecito sintió muy frágil, para su edad era muy liviano. Scarlet por unos instantes olvidó en dónde estaba y con quiénes, de pronto ella sintió que era la mujer de aquel sueño que la había atormentado durante meses. Sintió que una carga se le quitaba de los hombros, había al fin llegado al lugar correcto, en donde se encontraba el pequeño niño del sueño, asumió en su corazón que tenía esa misión en la vida, estar al lado de este niño el tiempo que fuera necesario. Desde ese momento sintió que lo amó de verdad, su alma se ligó a al del pequeño.
Rodrigo la saludó un tanto año anonadado, no pensó antes en cómo sería su actuación delante del niño. Entonces le dio un beso en la mejilla, Scarlet también estaba como fuera de lugar, ambos sonrieron con timidez.
—Mami, papi vamos a McDonald? quiero mi cajita feliz.
Scarlet lo miraba con ternura y sonreía, Rodrigo se percató de ello, pensó:
"Parece que le agrada mi hijo, no creo que se pueda fingir con esa mirada tan tierna… Con esos ojos de gata"
Braulio agregó:
—Bien Jr. pero vamos al McDonald que hay cerca de nuestro barrio, allí hay parque para los niños aquí no.
Esa noche todos en casa cenaron hamburguesas McDonald. Fue un lindo momento, un par de horas lleno de alegría para Rodrigo que desde que murió Ángela sólo había vivido momentos de amargura y soledad, sumido en cuerpo y alma en una vida vacía y desesperanzada. Azotado por la sentencia que pensaba sobre su hijo.
En casa Jr. se durmió con los arrullos de su madre. Scarlet le cantó algunas canciones que supuestamente se había aprendido durante su viaje por el mundo.
Después Rodrigo llegó a la habitación de Jr. Scarlet le acariciaba el cabello al pequeño arrullándolo, ella tenía una tenue sonrisa, él contemplaba al niño, en su cara tenía una expresión de complacencia, el pequeño estaba feliz, había recuperado a su madre.
Scarlet se levantó de la silla para dejar a Rodrigo con su hijo. Él le dijo:
—Gracias — Él la miró con ojos tiernos—. Por hacer feliz a mi hijo.
Scarlet se sintió conmovida con las palabras de Rodrigo, sonó como un padre que ama y desea lo mejor para su hijo.
—Su hijo es un niño maravilloso, cualquiera desearía hacerlo feliz, me voy a esmerar mucho.