Scarlet

35

Los días siguientes Alejandro insistió en llamar a Ángela por teléfono. En distintas ocasiones fue Regina quien contestó las llamadas.

—Alejandro entiende de una vez que Ángela no lo va a atender ¿Por qué la sigues llamando si ya no hay nada entre ustedes?

—Regina por favor te lo suplico, necesito hablar con ella.

—Ella no quiere saber nada de ti entiéndelo.

—Sé que está enojada conmigo pero puedo contentarla.

—Eso no va a suceder.

—¿Por qué piensa que no si nos amamos? —Regina blanqueó los ojos y no podía creer las desfachatez que decía Alejandro.

—Es mejor que no vuelvas a llamar, lo siento Alejandro, pero lo mejor que aceptes que ya esa relación acabó.

Regina colgó la llamada, después le marcó a Alberto a la oficina.

—¿Ese desvergonzado volvió a llamar? ¿Y Qué te dijo?

—Está loco, dice que se aman, que solo es una pelea y que se van a contentar.

—Es un demente, pensar que mi hija estuvo a punto de casarse con él.

—Alejandro me da más miedo cada día.

—No te preocupes, Carlos Daniel y yo la estamos protegiendo.

Ese día Alejandro a ver que no tenía éxito llamando por teléfono, decidió ir a su casa, pensaba en reconciliarse con ella a como diera lugar, entonces fue por la noche a buscarla.

Los Robles estaban cenando juntos cuando llamaron a la puerta.

—¿Quién podrá ser? —Preguntó Regina, Carlos Daniel respondió:

—Debe ser el vecino que se le volvió a perder el gato, iré a atenderlo.

Él abrió la puerta confiado y se sobresaltó cuando vio que era Alejandro.

—¿Qué diablos hace aquí Alejandro?

—Quiero hablar con Ángela.

Ángela cuando oyó su voz se puso muy nerviosa.

—Viene a matarme. —Alberto le dijo:

—Claro que no, primero tendrá que matarnos a tu hermano y a mí.

Él se levantó y se fue a la puerta.

—Le ordeno que se vaya de mi casa.

—Tengo derecho de hablar con Ángela.

—Lo de ustedes acabó, lárguese.

—No me iré, y no pienso renunciar a ella solo porque ustedes nos impiden estar juntos.

Alejandro comenzó a llamarla a gritos.

—Ángela mi amor, quiero que hablemos. Sé que me amas tanto como yo a ti, perdóname.

De pronto ella salió enojada. Él cuando la vio sonrió como un desquiciado y le dijo:

—Sabía que ibas a salir mi amor, te he estado llamando pero ellos no quieren que hable contigo.

Ella lo dejó que terminara de hablar, después le dijo:

—Alejandro, vete por favor, no vuelvas, no deseo que lo hagas.

—¿Por qué me dices eso, si te amo con toda el alma?

—Pero ya lo nuestro no puede ser, ¿no te acuerdas que estoy embarazada de otro?

—Pero te amo tanto que no me importa.

—¿Y quieres que lo aborte? no tienes derecho a decirme lo que debo o no hacer con mi hijo.

Alejandro estiró la mano hacia ella, comenzó a sudarle la cara y se le veían las pupilas dilatadas.

—Ya no, lo pensé muy bien, podemos hacer de cuenta que es mío, lo criaré le daré mi apellido, a lo mejor ese niño sea el que nos haga muy felices.

Ángela se quedó mirándolo con confusión en el rostro, entonces Alejandro agregó:

—Ves mi amor, si existe solución, podremos cansarnos y nos olvidaremos de todo esto.

—¿Lo ves así de fácil? no me casaré contigo.

—Por favor.

—No, no te quiero.

Alejandro puso una dura expresión y puso la voz más aguda diciendo:

—¿Qué me cambiante por el tipo ese con el que te revolcaste?

Ángela se quedó mirándolo con reproche. Alejandro cayó en cuenta que lo que acababa de decir no lo ayudaba, entonces bajó el tono de nuevo.

—Perdón, no quise decir eso, es que estoy desesperado, no quiero perderte.

Regina le dijo a Alberto y a su hijo:

—Está loco, mira la expresión de su rostro, me da miedo.

Ángela le dijo:

—Ya Alejandro, vete y no vuelvas.

—No me iré, te amo y quiero que vuelvas conmigo —De pronto Alejandro se arrodilló despacio sin quitarle a ella la mirada—. Por favor Ángela, si no te tengo prefiero estar muerto.

—Vete.

—No me dejes te lo suplico, no puedo vivir sin ti, además estoy seguro que me amas igual como yo a ti.

—Basta Alejandro.

—Estoy seguro que deseas estar conmigo.

—No, ya no.

—¿Entonces por qué te ibas a casar conmigo aun sabiendo que estabas embarazada de otro? estoy seguro que no querías perderme, pero tampoco querías mentirme, por eso quisiste que yo supiera la verdad, eso me demuestra cuánto me amas.

Ángela se puso a llorar y le dijo:

—Alejandro vete... por favor, quiero tener paz, ya estoy cansada.

—Alejandro puso un semblante sereno como si algo lo tranquilizara y se levantó.

—Está bien mi amor, sé que por tu embarazo debes estar exhausta, me voy para que descanses, pero estaré esperando tu llamada, tenemos que hablar.

Él retrocedió dos pasos y le miró el vientre, después la miró a los ojos.

—Qué duermas bien mi amor. —Alejandro se dio vuelta y se marchó.

Ángela cerró la puerta, cuando volteó sus padres y su hermano estaban en la sala preocupados. Ella tenía una expresión afligida y se puso a llorar. Alberto se acercó y la abrazó.

—Nunca me va a dejar en paz papá.

—No te preocupes hija, no voy a permitir que ese canalla te siga molestando.

***

Sergio y Andrés eran dos los amigos de Rodrigo, el viernes estaban en una discoteca divirtiéndose; ya era más de la media noche cuando él se apareció. Sergio cuando lo vio le dijo:

—¡Hasta que al fin te apareces! —Él con una tenue sonrisa respondió:

—No tenía pensado salir —Rodrigo suspiró—. Pero no pude conciliar el sueño y aquí me ves.

Andrés tenía un vaso de whisky, se pasó un trago y le preguntó:

—¿Qué te está sucediendo, ya casi ni sales de tu casa, estás enfermo?

—No, solo que no tenía muchas ganas de salir.

—Ah ¿sigues deprimido por ella ¿verdad? —Sergio que aún no sabía nada sonrió con el rostro deslumbrado y dijo:




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