Ángela decidió no contarle a su padre lo que había sucedido en el parqueadero. Por la tarde cuando Alberto llegó a su casa preguntó si ella ya había llegado.
—Sí —Dijo Regina—. Pasó directo a su habitación, la noté como desanimada.
—No es para más, con todo lo que ha estado sucediendo. Esta mañana me reuní con Renato y le conté lo que su hijo ha estado haciendo.
—¿Y qué te dijo?
—Me sugirió que a lo mejor Ángela le ha dado esperanzas. Yo le dije que ella no quiere nada con él, entonces me dijo que hablará con él.
—Andrea vino a hablar conmigo.
—¡¿Andrea?!
—Si.
—¿Qué quería?
—Es que ellos también están muy preocupados por Alejandro, por sus actitudes.
—Bueno, serán sus padres, pero no pueden negar que Alejandro está loco.
—Y lo está de verdad. Andrea me confesó que Alejandro ya ha estado en un tratamiento psiquiátrico.
—Me da escalofrío solo de pensar que mi hija se iba a casar con él.
—Me dijo que consumía drogas en su adolescencia, pero con el tratamiento logró recuperarse.
—Bueno, no podemos negar que es un muchacho muy talentoso, con un coeficiente intelectual elevado, por lo visto tuvo una buena recuperación.
—Sí, pero lo que me dio a entender Andrea es que es obsesivo.
—Renato me dio a entender lo mismo.
—A ellos les preocupa que tenga una recaída por su rompimiento con Ángela. Andrea dice que Alejandro no va a parar y seguirá molestándola, que mientras esté sola él asumirá que ella lo está esperando o que sigue enamorada.
—¿Y qué sugiere Andrea?
—Que Ángela se case con el padre de su hijo.
—¡Eso es una total locura! Ángela no desea casarse con nadie.
—Sí, ella no lo desea, pero si lo pensamos bien eso sería una solución.
—Pero si Ángela no desea hacerlo nadie la puede obligar, además no piensa decirnos quién es el padre.
Alejandro se quedó en el apartamento de Chaustre, llevó consigo una botella de tequila. Esa noche bebió hasta que se quedó como muerto. Lo hizo pensando en ella, pensando en él, en que era una víctima de su traición.
Los Robles no volvieron a saber nada de Alejandro los días siguientes. El ánimo de Ángela mejoró. Ella y su madre fueron al control prenatal.
—Tienes 7 semanas —Dijo el doctor mientras le hacía la ecografía—. Mira aquí es donde se está formando la cabeza y este es el estómago.
Ella y su madre sonreían viendo en la pantalla a la criatura que se estaba formando en su vientre.
Los siguientes días Ángela y Regina se dedicaron por las tardes a ir de compras en tiendas de ropa y artículos para bebé y contrataron a un decorador para que se hiciera cargo de la habitación del bebé.
Parecía que las malas experiencias de la relación tortuosa que Ángela había tenido con Alejando habían quedado en el pasado; pero ninguno de ellos podía imaginar que de un momento a otro la tranquilidad se les acabaría.
El domingo por la mañana Alberto se fue de madrugada a la cabaña de pesca con un amigo. Carlos Daniel salió con su novia, en la casa solo estaban Ángela, Regina y algunos de los criados de turno del fin de semana.
Por la tarde Ángela se metió a ducharse, cuando salió fue a su armario a buscar la ropa, de pronto vio sobre la cama una caja de regalo, le pareció extraño, pero pensó que había sido Regina que le tenía alguna sorpresa para el bebé, entonces la tomó y la abrió, adentro había un lujoso collar con una nota. Ángela comprendió que no se trataba de su madre y supo de inmediato que Alejandro había entrado a la casa. Su cuerpo se estremeció de miedo pensando en que él estaba armado. Ángela en ese momento no temía por su vida sino por su bebé.
Aún con cierto aire de esperanza o de negación, dejó la caja sobre la cama y con la mano temblorosa agarró la nota y la abrió; no hizo falta leer lo que decía, ella reconoció de inmediato la letra de Alejandro. Entonces corrió al teléfono y llamó a la policía, enviaron una patrulla a la casa de los Robles.
Ángela corrió a buscar a Regina y susurrando le dijo:
—Alejando está en la casa.
—¡¿Qué?!
—Estuvo en mi habitación. —Regina se sobresaltó.
—Voy a llamar a la policía.
—Ya lo hice.
Alberto iba de regreso a su casa y de lejos alcanzó a ver el coche de la patrulla, mil cosas negativas le pasaron por la cabeza. Pero mantuvo la serenidad. Estacionó el auto poco antes de llegar a la casa y se bajó. Cuando llegó de inmediato fue adentro, se encontró a su esposa y a su hija en la sala.
—¿Qué sucede?
—Alejandro se metió al cuarto de Ángela.
—¿Te hizo algo?
—No lo vi, pero me dejó sobre la cama un collar y una nota. La policía lo está buscando por toda la casa.
—No puedo creer que ese infeliz se haya atrevido. —En eso los policías llegaron a la sala.
—No lo encontramos, seguro dejó el regalo y salió de nuevo. Si desean pueden ir y formalizar una denuncia en la jefatura mañana a primera hora.
Alberto respondió:
—Por supuesto que sí iremos.
Alberto llevó a Ángela a poner la denuncia. Cuando Renato se enteró lo llamó por teléfono.
—¿Por qué denunció a mi hijo con la policía?
—Se metió a mi casa y le dejó un collar a mi hija en su habitación.
—¿Cómo sabes que fue él y no el otro?
—No voy a tolerar que ofenda a mi hija.
—Y yo no voy a tolerar que por esa buscona se opaque la imagen de mi hijo, así que más te vale que retires esa denuncia o mis abogados se van a encargar de demostrar la clase de mujer que es Ángela.
—Yo también tengo abogados. —Alberto tiró el teléfono. Regina le preguntó:
—Qué dijo.
—Me amenazó que si no retiraba la denuncia sus abogados se iban a encargar de dañar la imagen de Ángela. Básicamente me declaró la guerra.
Carlos Daniel agregó:
—Justo lo que mi hermana quería evitar, una guerra.
Alejandro fue con su abogado a la jefatura.
En la oficina del comisario se sentaron, él tenía un talante relajado y seguro, se sentó y cruzó una pierna, no parecía estar preocupado. El comisario lo miró y le dijo: