—¿Para qué me trajiste a este lugar?
—Ya te lo dije, para hablar a solas contigo. Sabes, esperé por algunos días y ver si en verdad te ibas a casar, pero no he visto que estés preparándote para casarte. De todos modos quiero saber quién es el padre.
—No te lo diré.
—De todos modos lo voy a saber cuando te cases.
—Pensé que querías matarme para que no me casara.
—No, no te voy a matar, ¿para qué lo haría?
—¿Entonces por qué me trajiste a este lugar? —Alejandro caminó despacio hacia ella como un gato rodeando a un ratón.
—Para hablar, y para saber quién es el hombre con el que supuestamente te vas a casar.
—¿Para matarlo?
—No, solo quiero saberlo.
—¿Cuadro vas a entender que lo nuestro ya no…
—Lo entender cuando te cases, ese día sabré que no eres para mí.
—¿Me dejaras en paz?
—Sí.
—Me cuesta creerte después de todo lo que has hecho.
—Créeme, te dejaré en paz, solo quiero saber que te casaras feliz, ese día sabré que ya no hay nada más por hacer y empezaré una nueva vida.
—Entonces déjame ir a mi casa.
—Claro, toma —Él le dio las llaves del auto—. Vete, quiero estar solo.
Ángela sentía desconfianza, temía que tal vez cuando ella estuviera cerca de la puerta Alejandro iba a tomar el arma y le iba a matar. Él le señaló la salida y le volvió a decir:
—Vete ya. —Ella tomó las llaves y se dirigió a la salida, su corazón se aceleró pensado en lo que él le fuera a disparar. Cuando abrió la puerta Alejandro agregó:
—Estaré esperado tu boda, cuándo te vea casada te dejaré en paz
Ella lo oyó y con un suspiro silencioso cerró los ojos, después se terminó de ir.
Alejandro tomó el revólver, se quedó mirándolo y dijo:
—Cuando te vea casada con el maldito te dejaré en paz en tu tumba, a él también lo mataré, no se saldrán con la suya.
Cuando Ángela llegó al auto subió rápido antes que Alejandro decidiera ir de nuevo por ella y se marchó a su casa. Cuando llegó estaba hecha un mar de nervios y se puso a llorar en cuanto vio a Regina.
—¿Qué sucede hija?
—Alejandro me apuntó con un revólver y me llevó a la fuerza a un apartamento.
—Pero ni siquiera respeta la orden de restricción.
—Me dijo que no me dejará en paz hasta no verme casada con el padre de mi hijo.
—Está loco. Deberíamos llamar de nuevo a la policía.
—Ellos no harán nada mamá.
—Y qué vamos a hacer. —Ángela tenía un semblante triste y con desánimo dijo:
—Ya lo pensé, me iré lejos.
—¿A dónde piensas ir?
—A donde él no me encuentre, puede ser España o Italia.
—Pero si está embarazada, no puedes irte sola.
—Si me quedo aquí él me matará. Sabes lo que me dijo: que el día que me vea casada me dejará en paz, y eso no va a suceder.
—Su madre me lo dijo.
—¿Cuándo hablaste con Andrea y qué te dijo?
—No te lo había dicho para no preocuparte. Andrea vino el otro día y me contó que Alejandro estuvo en un tratamiento psiquiátrico para los nervios y las obsesiones, también por consumo de drogas.
—Él me contó una vez lo de las drogas, pero no me dijo lo demás.
—Bueno hija, Andrea y a Renato les preocupa que el rompimiento entre Alejandro y tú le cause una recaída y le vuelvan las obsesiones, por eso me dijo que deberías casarte con el padre de tu hijo, que así él perderá toda esperanza contigo y se fijará en otra mujer.
—¿De verdad te dijo eso?
—Sí. ¿Hija qué posibilidades hay de que el padre de tu hijo se quiera casar contigo?
—No lo creo.
—Pero por qué no haces el intento.
—No. Es una locura.
—Más loco es que pretendas irte sola a Europa. Si te casas al menos estarás aquí, y Alejandro te dejará en paz.
—Pero no creo que Rodrigo quiera.
—¿Se llama Rodrigo?
—Sí.
—¿Y es un buen muchacho?
—No lo conozco mucho, lo que sucedió fue una aventura mamá.
—Pero deberías hablar con él y exponerle la situación, dile que se case contigo así sea por un tiempo, mientras todo esto pase.
—No lo creo.
—¿Y cuál es su apellido?
—No pienso decírtelo. No quiero que nadie sepa quién es el padre de mi hijo.
—¿Y se lo dijiste? porque tiene derecho a saber que pronto será papá.
—No mamá, él no sabe que estoy embarazada.
—Díselo, al menos deberías darle la oportunidad de decidir si desea casarse contigo.
—No lo creo mamá.
—¿Pero dónde lo conociste?
—Ya mamá, no quiero continuar más con esta conversación, lo siento, voy a recostarme.
Cuando Alberto llegó por la tarde Regina le contó todo lo sucedido con Alejandro. Él furioso le dijo:
—Esto no puede continuar así. Ángela no se puede ir a vivir sola a Europa así embarazada.
—Qué vamos a hacer, Ángela está desesperada.
—Haremos lo que dijo Andrea, ella debe casarse con el padre de su hijo.
—Pero no quiere, ni siquiera desea que sepamos quien es el padre.
—Pues me lo tendrá que decir.
Alberto subió las escaleras y se dirigió a la habitación de Ángela, entró sin tocar la puerta y con un tono de voz imperante le dijo:
—Me vas a decir de inmediato el nombre del padre de tu hijo.
—Pero papá.
—Pero papá nada, ya es hora de que ese hombre asuma la responsabilidad como padre.
Regina llegó.
—Deberían calmarse. —Alberto agregó:
—No me voy a calmar, ya estoy harto de Alejandro. Estoy dispuesto a hacer lo que sea para que nos deje en paz. Así que dime quien es el padre de tu hijo para exigirle que se case contigo.
—No quiero decírtelo. —Regina le dijo:
—Ya Ángela dinos de quién se trata, ¿por qué te rehúsas? ¿es que es pobre? sabes que no nos importa siempre y cuando sea una buena persona.
Ángela se puso a llorar, sollozando y desesperada le dijo:
—Es que ni siquiera nos conocemos bien, me da vergüenza decirlo. —Alberto agregó:
—Pero él también tiene derecho a saberlo, a lo mejor quiera a su hijo igual como tú lo quieres.